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La Ciudad |EL TOMATE PLATENSE

Un orgullo de la producción local

Detrás de la fiesta, la historia del resurgimiento de un producto que une a generaciones de quinteros

9 de Febrero de 2014 | 00:00


Detrás de la Fiesta del Tomate Platense, que ayer celebró su 10° aniversario, hay una historia que se remonta a los años ‘30 y que, con su trabajo cotidiano, fue escrita por generaciones de pequeños productores. Una historia que hunde sus raíces en la tierra del cinturón hortícola de la Ciudad, que tuvo momentos de auge, una abrupta caída hacia los años ‘80 y una lenta pero sostenida recuperación a partir de 1999, cuando profesionales y técnicos de la facultad de Agronomía decidieron salir en busca de los pocos hombres y mujeres que aún conservaban semillas para iniciar la revalorización de un producto típico, con una morfología y un sabor “únicos”. “Es el tomate con sabor a tomate”, define sin rodeos Susana Alvarez, una mujer criada en el campo que hoy lo planta y cosecha en la zona de Colonia Urquiza.

El regreso a los productos típicos se dio en el marco de una tendencia de gran parte de la población por “recuperar” lo natural frente a las masivas y homogéneas formas de producción internacionales, y de una corriente que, en el mismo sentido, ya había ganado terreno en Europa.

Hacia fines de los ‘90, en el viejo continente se implementaron políticas de desarrollo rural que promovían la vuelta a los productos típicos y la repoblación de los pueblos que habían sufrido masivos éxodos de sus habitantes hacia las grandes ciudades. Al mismo tiempo, las modalidades de industrialización masivas, homogéneas y universales comenzaron a ser “cuestionadas” por una creciente revalorización de la gente de lo propio, de lo local, tanto en Europa como en Sudamérica. “El tomate redondito y uniforme, así como su gusto, era el mismo en Francia y en Argentina”, ejemplificó el ingeniero agrónomo Juan José Garat, quien desde la facultad de Agronomía encabezó el equipo de docentes y alumnos que, hacia 1999, salió en busca de las semillas del tomate platense.

“Para la misma época, otro grupo se abocó a poner nuevamente en producción las vides que en Berisso supieron proveer la materia prima para el vino de la costa”, acotó el profesional, poniendo en contexto una movida amplia que encaró la unidad académica por recuperar tradiciones, sabores y saberes locales. De hecho, la 10° edición de la Fiesta del Vino de la Costa se celebró el año pasado.

En el ‘99, cuando los agrónomos y estudiantes salieron a recorrer quintas, se encontraron con pequeños productores que “recordaban el tomate porque lo plantaban sus padres o abuelos, y entonces comenzaron los comentarios del tipo ‘Fulanito tenía muy buena semilla’ o ‘Menganito producía en tal lugar’. Así, al cabo del primer año localizamos a ocho productores de tomate platense”, rememora Garat. El proyecto de revivir ese fruto “poco uniforme y rústico, pero sabroso y jugoso como ninguno” ya estaba en marcha.

HISTORIAS Y DOCUMENTOS

¿Cuándo nació el tomate platense? “Hay varias historias y alguna reconstrucción”, dice Garat, para aseverar que la historia más difundida es la que cuenta que un productor italiano trajo semillas de Italia en los años ‘30. “Oficialmente, la primera referencia explícita a un tomate platense apareció en un boletín del ministerio de Agricultura de 1939. Pero hay revistas de 1928 que ya lo mencionaban”, apunta el profesional.

Algunos afirman que se trata de un híbrido natural que surgió de productos europeos y estadounidenses, pero el ingeniero agrónomo prefiere definirlo como el resultado de “un combo de distintos materiales genéticos que se fue estabilizando” con el tiempo.

Lo cierto es que el típico producto, que hoy es plantado y cosechado por unos 6 ó 7 quinteros reunidos en el Grupo de Productores de Tomate Platense -organizador de la fiesta anual- y una decena que se maneja “por afuera” del nucleamiento, poco y nada conoce de invernaderos y agroquímicos. “Se produce en un 98% a campo, por lo que se encuentra a merced de las condiciones climáticas”, explican en la facultad, donde detallan que “entre todos los productores se le dedica entre 3 y 4 hectáreas desde Los Talas (Berisso) a Berazategui”.

Son productores pequeños, que plantan hortalizas y le dejan un espacio al tomate platense. “Algunos no tienen ni vehículo, por lo que la venta la realizan en la quinta. Pocos son los que se manejan con verdulerías”, indica Juan Garat.

“EL OTRO NO LO COMO”

Susana Alvarez (57) llegó desde Santiago del Estero a los 9 años. “Al tomate platense lo conozco desde 1969, cuando lo cultivaba siendo peón de campo. Luego de casarme en 1978, seguimos adelante con mi marido Carlos, y ahora, con él y mi hijo Pablo”, dice la productora de Colonia Urquiza, tan fanática del producto que “cuando se perdió, allá por los años ‘80, dejé de comer tomate”, asegura.

La mujer que nació unida a la tierra y a la producción hortícola se ha dedicado a transformar el fruto en salsas, dulces, tomate triturado y ketchup. Trabaja unas 3 mil plantas al año (el promedio por quintero) y comercializa en su quinta o a domicilio. “Tengo una clientela fija. Esa relación personal tiene mucho que ver con la tradición del tomate platense”, dice, para contar que “en fresco lo vendo a 10 pesos el kilo todo el año”.

Enemiga de los fertilizantes, Susana, quien se sumó al proyecto de la facultad desde un comienzo, hoy es pionera en otra iniciativa que está llevando a cabo el equipo de Agronomía, como la de repartir semillas de otros productos típicos. “También nos dedicamos al ají vinagre, la sandía amarilla y la nabiza criolla, pariente del nabo”, explica.

Con una ganancia promedio de 5 mil pesos al año y un precio al público de 6 pesos el kilo, Aníbal Tonelo (43) vende el producto a la vera de la avenida 44; su quinta se extiende entre esa arteria y 252, en Etcheverry.

“Empecé en el 2005, porque tengo un hermano que estudió Agronomía y me contó sobre el proyecto, aunque ya lo conocía por mi padre y mi tío”, recuerda. “Sólo se requieren mil pesos para producirlo, entre abono, cañas y alguna mano que ayude en diciembre, época de cosecha. Por lo demás, la semilla la producimos nosotros mismos a partir de otros tomates”, comenta Aníbal, para resumir la movida que cada año sale a la luz en las fiestas que se realizan en Los Hornos: “El tomate platense es un aporte a la economía familiar, pero ante todo, una tradición”.

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