Alarma por un mal de la columna que es récord en el Policlínico

Si fuéramos transparentes y solo se nos vieran los huesos, frente al espejo veríamos la columna como una línea recta. Pero en las personas con escoliosis, esa línea se ondula y adopta la forma de una “s” o de un signo de pregunta.

Cuando esto pasa la calidad de vida empeora día a día: el tronco entero se deforma hacia un costado, un hombro queda más arriba que el otro, aparece el dolor y, como la columna se inclina sobre uno de los pulmones, surgen problemas respiratorios y la falta de una buena oxigenación perjudica al corazón.

En el último año, ocho adolescentes mayores de 15 llegaron a la Unidad de Columna del Servicio de Ortopedia y Traumatología del hospital San Martín de nuestra ciudad, con una escoliosis idiopática severa y no tratada. Frente a esto, tanto el traumatólogo Pedro Bazán, a cargo de esa unidad, como su equipo, están alarmados. Es que antes, comparan, llegaba un caso por año como mucho. Y llegar a la consulta a esa edad es llegar tarde. Porque lo único que queda es una operación cruenta, abrir la espalda a la mitad de punta a punta, con enormes riesgos de hemorragias y parálisis.

EVITAR SU AVANCE

Los médicos definen la escoliosis como una deformidad de la columna que se caracteriza por la deformación de las vértebras y por una curva lateral. En el 80 por ciento de los casos el problema es genético, se llama escoliosis idiopática y no se puede prevenir.

Desde el ministerio de Salud provincial también se muestran alarmados. “Queremos hacer un llamado a los papás y a los pediatras para que estén atentos a las escoliosis, y que puedan diagnosticarlas en la infancia y evitar el avance, que es sumamente problemático”, advierten.

En la Unidad de Columna del San Martín, se asiste un promedio de 200 personas por mes. De ese total, un 20 por ciento concurre por deformidades de columna y, en el último tiempo, se incrementaron los casos de deformaciones por escoliosis idiopática severa.

“Lo ideal es que la escoliosis se detecte en la infancia, para poder utilizar un corsé, que es lo único que sirve para evitar una mayor deformación en la etapa de crecimiento que, si bien no corrige el problema, detiene el avance de la deformidad”, explica el doctor Bazán.

Los corsés que se colocan, hechos de metal, plástico y otros materiales, son los únicos capaces de evitar que la deformación avance en la etapa de crecimiento, es decir, durante la adolescencia. Pero muchos llegan tarde.

En el caso de Romina Ledesma, una joven de 23 años a quien le diagnosticaron la escoliosis a los 7 años, cuando iba a la primaria, usó el corsé desde esa edad hasta los 12. Sin embargo, la columna le aplastó un pulmón y le costaba respirar. A los 16 llegó al San Martín y ahí fue cuando el doctor Bazán y su equipo le recomendaron operarse. La cirugía duró seis horas y perdió tanta sangre que debió permanecer en terapia intensiva tres días. “Al poco tiempo de salir del quirófano sentí como una correntada de aire frío por dentro: era la sensación de volver a respirar bien”, cuenta hoy. Después de la operación creció siete centímetros, y gracias a la prótesis de titanio que le colocaron en la columna, se mantuvo rígida y no se deformó más.