Obediencia debida

Por LEOPOLDO MANCINELLI

Es un grupo de personas comunes. Señores que salen de sus comercios, gente de paso, señoras que van en busca de sus hijos. Un plomero que detiene su camioneta, motoqueros de delivery que dejan su vehículo para unirse al grupo. Gente mansa y tranquila, que paga sus impuestos y riega sus plantas. De repente se transforma en una banda desaforada. Han atrapado a un muchacho que robó algo, y lo tienen rodeado; todos intentan pegarle. Uno sugiere que deben matarlo y todos asienten a coro. -Uno menos; esto se tiene que terminar.

¿Qué pasa por sus mentes? ¿En qué momento esos correctos vecinos se han transformado en asesinos? ¿Han disimulado su maldad durante años y la muestran súbitamente, o algo que no conocemos ha influido sobre ellos de manera fulminante para producir este dramático cambio?

La ciencia ha intentado desentrañar este misterio, sobre todo después de las grandes matanzas y el holocausto de mediados de siglo pasado.

El punto de partida de uno de los estudios más profundos ha sido el juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén. Había matado millones de judíos pero era un hombre normal, no sentía ninguna aprensión personal por sus víctimas y simplemente obedecía órdenes y pretendía ser un funcionario eficiente.

En base a ese famoso caso, se realizó un estudio en la Universidad de Yale. Stanley Milgram quería saber hasta qué punto las personas eran capaces de sacrificar su conciencia y sus convicciones, con tal de obedecer la orden de una autoridad. Y los resultados fueron escalofriantes: más del ochenta por ciento de las personas que participaron en el experimento, fueron capaces de infligir a sus semejantes el máximo sufrimiento (ficcional) accediendo a las indicaciones del director de la prueba.

En 1987, el entonces Presidente de los argentinos, Raúl Alfonsín, promulgó las Leyes de Obediencia debida y Punto Final, quedando liberados de toda responsabilidad por la aplicación de tormentos y crímenes a todos los efectivos que tuvieran una jerarquía inferior a la de coronel. La ley suponía que los autores de esos hechos aberrantes no pudieron sustraerse a las órdenes de sus superiores; torturaron y mataron para cumplir con su deber.

En Fuenteovejuna, la obra de Lope de Vega, el pueblo tolera el despotismo de su Comendador hasta que éste intenta tomar derecho de pernada con Laurencia. Se produce la rebelión y matan al Comendador. Cuando el juez pregunta por el asesino, todos contestan lo mismo: ha sido Fuenteovejuna. Un pueblo manso se rebela cuando la injuria supera el umbral de tolerancia.

Los tumultos de Palermo y de otros puntos del país, tienen vinculación con los casos citados. Las circunstancias mandan y modelan los comportamientos. No es necesario que una persona tenga rasgos homicidas para que reaccione con fiereza cuando se encuentra en un grupo exaltado, con gente que ha sido superada en su capacidad de soportar la frustración. Los hechos son soberanos, y las autoridades harían bien en tomar nota de estos sucesos para saber qué dicen sobre la marcha de la sociedad.

*Psicólogo