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Espectáculos |CINE POR TV

Cine y reflexión: posibilidad de salvación

9 de Abril de 2014 | 00:00

POR AMILCAR MORETTI

La programación de películas en la televisión puede parecer –y lo es, muchas veces- un container (contenedor) de rutinas de reposición. En otras ocasiones, es un cofre de sorpresas, solo que hay que estar formado y atento para percibir aquello que no se espera recibir. Esa es la medida de la inteligencia y la cultura verdaderas, así como de conciencia crítica. Esta semana me refiero a dos películas que pueden aparecerse como “curiosidades”, tal vez la primera más que la segunda, aunque no sé si es una valoración aplicable a los más jóvenes.

La primera de esas “curiosidades” es “Claudia”, un documental argentino del 2010 que toma como argumento parte de la historia de Claudia Sobrero, una chica atractiva y desorientada que pasó veinte años en la cárcel por ser partícipe del asesinato del gran dibujante Lino Palacio y su esposa, ya ancianos, junto a su novio. El hecho en su momento conmovió a la opinión pública, no solo por la importancia en la cultura de la víctima sino también porque era pariente cercano del músico Fito Páez. Hubo, como en muchos de estos casos, una suerte de demonización mediática de Claudia Sobrero. Después, con el paso de los años, el asunto se diluyó en la memoria y esta chica, que fue sometida a algún intento de integrar los anónimos y escandalosos planteles de chicas con poca ropa de muchas revistas sensacionalistas, se hundió en el anonimato. La de Sobrero es una buena historia argentina, de esas que en cine proyecta solo el canal del INCAA (Instituto de Cine).

LINO PALACIOS Y EL ODIO SOCIAL

La segunda película, de interés curioso más que nada, es la vieja “La cabalgata del circo”, de 1945, dirigida por Mario Soffici, uno de los grandes maestros de la historia del cine nacional. También es INCAA (canal 35) el encargado de la recuperación. Los mayores lo saben, los interesados en la lectura de textos de cine, también: se trata de la película en la que realizó su papel más importante la señorita Eva Duarte, después Evita, esposa del general Perón y líder de una de las corrientes más combativas del movimiento peronista. Pocas mujeres tan odiadas en la Argentina como Eva Perón; tal vez, la más odiada. Si desde hace un tiempo han vuelto a difundirse los insultos y agravios a mujeres en el máximo cargo político gubernamental, es aún así difícil imaginar el rencor, ceguera y “pulsión fanática” (por usar nociones freudianas) que movilizó en vida, y aún después de muerta, la señora Eva Perón. Tanto es así que el cadáver permaneció desaparecido por los militares y al menos tres gobiernos civiles durante más de quince años, ubicándoselo en un cementerio de Italia, al cual había ido a parar con colaboración de la iglesia católica, que llegó a la excomunión de Perón, la sanción más grave de que dispone.

La referencia a estos detalles informativos tiene como motivo explicar un poco, aparte de lo puramente cinematográfico, porqué hablar de “curiosidad” en las dos películas mencionadas. “Claudia” es una película interesante y bien contada que alude a las dificultades de su protagonista real para volver a insertarse en la sociedad, una vez que se la recibe y se conoce su identidad. No se hace tanto hincapié en lo sombrío del homicidio (perpetrado con un martillo) sino en el desconcierto en estado psicopático que puede brotar en cierta edad y en cierta situación familiar urbana y social.

“Claudia” se proyecta el viernes a las 18, por INCAA.

EVA DUARTE EN EL CINE

En “la cabalgata del circo” Eva Duarte hace su papel más destacado, en una carrera como actriz no demasiado prolongada, sustituida por la pasión política al ser presentada al por entonces coronel Perón, aún no presidente de la nación. Los protagonistas de este melodrama escenificado en los ambientes de un circo ambulante típico de los años 30 y 40 del siglo pasado, son Hugo del Carril y Libertad Lamarque. Del Carril, buen cantante de tango, profesión con la que supo ganarse la vida en épocas de persecución por su condición y militancia peronista, también fue uno de los grandes directores del cine argentino. “Las aguas bajan turbias”, un testimonio notablemente veraz sobre la explotación de siervos y esclavos (paisanos) en los quebrachales del norte y litoral argentino, es una de las películas claves del cine social nacional, y en ciertos aspectos contiene registros de situaciones sobrevivientes aún en la actualidad.

Además, Hugo del Carril, era un conocido actor de la escena y la pantalla argentinas destacado por su prestancia viril sustentada no solo en su figura alta y fuerte sino en su voz y la severidad de su gesto y máscara. El solo hablar de Del Carril imponía respeto y autoridad y eso lo convertía en un intérprete apropiado para varones de coraje y “dramatismo” físico, corporal. Es decir, una de esas figuras –al menos hasta la masificación de la escuela del Actor´s Studio y Strasberg- que con su sola presencia y mirada, a veces sin siquiera hablar, completaba el sentido de la escena y aún de la pantalla misma. Se trataba de una vieja escuela después “superada” por la “conflictividad neurótica expresiva” de Brando, James Dean y Monty Clift, que desde Hollywood se impuso al mundo. Bastante de eso aún está presente en el cine actual, desde hace sesenta años, aunque sin tanta marcación.

En cuanto a la imponencia físico-dramática de una figura como Del Carril coincide con el antiguo pero valioso y efectivo vigor de la sola presencia física en la pantalla, sin que tuviese que ver con el volumen del cuerpo. Un actor como James Cagney era bajito pero sinónimo de dureza y peligrosidad, en tanto que galanes como Gary Cooper, Kirk Douglas, James Stewart, Henry Fonda o Clark Gable, entre otros muchos anteriores y posteriores, “llenaban” pantalla por su sola aparición corporal y su máscara, además del hablar y mirada, sin que –como dije- tuviese que ver la musculatura superdesarrollada ni tampoco los refinamientos de las academias o estudios teatrales. Lo mismo puede decirse de las estrellas glamorosas y sexies, y el ejemplo más saliente es Marilyn Monroe, o Greta Garbo o Marlene Dietrich, la primera, por ejemplo, insuperable en la pantalla aunque no tuviera dotes ni formación teatrales. Pero lo suyo es irrepetible y alude a esa “magia” que solo puede captar y crear un buen director de cine a través de ese particular aparato que se llama cámara. Es probable que Marilyn no fuera quien es aún hoy sin Billy Wilder o Henry Hathaway.

En cuanto a la coprotagonista de “La cabalgata del circo”, Libertad Lamarque, se trata de una de las figuras mitológicas del cancionero femenino del tango, de voz inconfundible, y de una de las estrellas más salientes del cine argentino clásico. Residió y actuó mucho tiempo en México, donde se exilió durante los dos primeros gobiernos de Perón, según rumores por las desavenencias surgidas con la recién iniciada Eva Duarte durante la filmación. Como se sabe, Duarte llegó a ser Evita, la figura pública femenina más prominente del siglo XX en nuestro país, destacada en el mundo (tanto que, se sabe, llegó a hacerse un famoso musical en Broadway) una vez ubicada y actuante en el espacio de la política.

El resto, no sé si se conoce pero, en todo caso, ondula entre el arte y la política, dos esferas sustanciales del ser humano, y requiere no solo mucho más espacio en un diario o en un libro y es motivo de apasionadas y estimulantes interpretaciones, reflexiones y conflictividades positivas, creativas. Si el humano reflexiona a fondo, cualquiera sea el tema, tiene grandes posibilidades de estar a salvo.

“La cabalgata del circo”, lunes 14 a las 18,10, INCAA.

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