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Séptimo Día |TENDENCIAS

Llenar la panza y el alma

El comedor infantil Facundo Ruiz de la Caridad, destinado a chicos de clase baja de Punta Lara, tiene una historia conmovedora que empezó con una virgen en Cuba

20 de Abril de 2014 | 00:00

Por JOSE SUPERA Escritor

1.

Esta nota empieza con una virgen a miles de kilómetros de acá, con una virgen sentada en la falda de una mujer, en realidad, la imagen de una virgen, sobre esta cubana que va sentada en un avión que parte desde La Habana, desde su tierra, hasta acá, hasta nuestra tierra, y en todas las horas del trayecto, no se despega de la imagen de la virgen, porque quizá, sin saberlo, pero sabiéndolo muy en el fondo de sí misma, si suelta su fe, termina soltándolo todo. Nadia Díaz aterriza en Buenos Aires. Trae a la imagen de la Virgen de la Caridad, Santa Patrona de Cuba. Y así empieza una historia, que es la historia de muchos.

2.

En el comedor Infantil Facundo Ruiz de la Caridad está la imagen de la Virgen dentro de un cubo de vidrio. Arriba de ella está la foto de Facundo Ruiz. Sonriendo y custodiando todo. Como dando el mensaje que todos deben siempre estar sonrientes pase lo que pase.

Todos los sábados que abre el comedor es el cumpleaños de alguien. No importa si ninguno de los chiquitos que va al comedor cumple años ese día: ahí siempre hay cumpleaños. inventan que es día se festeja el nacimiento de alguno de los amigos que trabaja ahí en el comedor. la idea es festejar

3.

Afuera llueve con ganas. Al comedor hoy no vino nadie. La mesa puesta y la comida lista. Pero no vino nadie. Vasitos de colores, platitos, pero nadie que los use. Alguien que trabaja ahí me cuenta que los días que llueve van pocos chicos. Me dice también que los pibitos vienen en remera, en zapatillas, porque no tienen botas. Traen una olla para llevarse comida a la casa. Ese alguien que me cuenta eso mira ahora hacia la puerta que da a la calle. A lo lejos vienen cuatro hermanitos. Llueve y se mojan. Tienen hambre y no les importa mojarse.

4.

Claudio es uno de los impulsores de este comedor infantil que nació de la iniciativa de un grupo de amigos. “Un día estábamos en una cena y yo les dije que quería hacer algo para los chicos, algo para devolverle a la comunidad lo que la comunidad nos dio y nos sigue dando a nosotros. Ahí se prendieron todos. Fuimos sumando fuerzas. Acá toda la gente viene a trabajar para los chicos. Tenemos gente de afuera trabajando también: cubanos, peruanos, bolivianos. El padre de una de las chicas tenía un terreno en Punta Lara. Fuimos a hablar con él y nos dijo que se podía construir ahí, que no había problema”. Pero una vez que tenían el terreno, había que edificar. Ahí fueron a ver a distintas empresas de la Ciudad. Alguien conocía al empresario de la construcción Ariel Brea, de Casa Brea. Los recibió. Le mostraron el proyecto. No podían creerlo cuando les dijo que podían llevarse todo lo que necesitaran para hacer el comedor. Que para pagarlo después hablaban. Y si no había plata para pagarlo, tampoco era problema, porque si el comedor era para los chicos, se podían llevar todo lo que fuera necesario. Eso les dijo. Después un arquitecto hizo el dibujo gratis. El arquitecto los conectó con un grupo de albañiles paraguayos. Los albañiles paraguayos cobraron la mitad de lo que cobraban. Trabajaron casi gratis los albañiles paraguayos. La instalación eléctrica la hizo la gente de Pereyra electricidad. Gratis la hizo. Anacleto les dejó al 50% los materiales para los baños. Un pariente de alguno, que es plomero, fue y dio una mano enorme. Y así se fue levantando el comedor, de la mano de todos. Tardaron un año en hacerlo. Pero todavía el comedor no se llamaba “Facundo Ruiz de la Caridad”.

5.

Todos los sábados que abre el comedor es el cumpleaños de alguien. No importa si ninguno de los chiquitos que va al comedor cumple años ese día: ahí siempre hay cumpleaños. Inventan que es día se festeja el nacimiento de alguno de los amigos que trabaja ahí en el comedor. La idea es festejar. Que los chicos siempre tengan algo por lo que festejar. Piñata, torta, globos, a veces hasta algún mago. “Acá le damos de comer a los chicos, ropa, zapatos, útiles, juguetes, pero también les damos afecto. Hasta los hijos de nuestros amigos vienen a ayudar. Encantados vienen. Estamos empezando a dar clases de yoga a las madres, les cortamos el pelo a los chiquitos. Algunos nenes hasta viene y se bañan”, cuenta Nadia Díaz, una enfermera pediatra cubana, que me habla fumando un puro y me explica que en Cuba se nace socialmente activo, que lo de ayudar al otro lo traen incorporado, porque allá todos se ayudan entre todos.

6.

Pero además de la Virgen de la Caridad, en esta nota, hay otro santo. Se llamaba Facundo Ruiz. Estudiaba en la facultad de periodismo. Fanático de Gimnasia. Militaba en barrios carenciados y siempre usaba las mismas zapatillas. Sucias y embarradas de tanto caminar las calles. Unas zapatillas que lo movían de comedor en comedor, junto a sus otros compañeros de la facu. Tenía la vocación de ayudar a la gente que no tenía nada. Falleció en octubre de 2012, a los 19 años, producto de las heridas que sufrió por haber caído por el hueco de un ascensor. Faltaban unos meses para que se inaugure el comedor. Claudio cuenta que “La mamá y los dos hermanos eran de nuestro grupo de amigos. Cuando empezamos con este proyecto, ellos estuvieron dando una mano enorme. Facundo estuvo acá ayudando a levantar las paredes, estaba comprometido en este proyecto. Lamentablemente no llegó a inaugurarlo. Y por una votación que hicimos entre todos le pusimos el nombre de él al comedor. Seguimos un poco el legado de él. Su muerte hizo que nos uniéramos más. Sentimos su espíritu siempre”.

7.

Los únicos cuatro hermanitos que vinieron este sábado de lluvia comen en la mesa. Dicen que las primeras veces que venían se quedaban adelante del plato con la mirada para abajo, no comían, se sentaban y no comían. Ahí se empezaron a preocupar. Entonces fueron de a poquito, se sentaban frente a ellos, les hablaban. Pero dicen que ahora ya miran a los ojos, sonríen, dibujan, vienen y comen. Hay días que no se quieren ir. Después de comerse el almuerzo que les sirvieron hoy se los ve felices. Se ponen a jugar a la pelota. Le doy un beso a cada una de las tres nenas. El hermano no quiere beso. Se aleja de mí. Me doy cuenta. Me está buscando. Tiene la pelota abajo del pie. La pisa. Me mira. Saludame. No. (Pero es porque tiene la pelota). Te la saco, le digo. A ver. Amago, lo toreo con un movimiento. Pisa la pelota más fuerte. Sonríe. Y con eso para mí es más que suficiente.

Para donaciones al comedor: email a claudio383@gmail.com

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