Villa La Angostura se disfruta desde el lago Nahuel Huapi

EL CATAMARÁN NAVEGA A 764 MSNM, EN UN LAGO DE 55.500 HECTÁREAS, QUE SE EXTIENDE POR NEUQUÉN Y RÍO NEGRO

Villa La Angostura se ve distinta desde las aguas azules del lago Nahuel Huapi, sobre un catamarán que en un solo viaje muestra al turista el cerro Bayo, los grandes hoteles y residencias particulares entre el bosque, las obras del arquitecto Bustillo, la península Quetrihue y el fondo nevado de la cordillera.

Esta opción de observar este centro turístico neuquino desde el lago comienza en el muelle de Bahía Mansa, nombre que hace honor a las aguas quietas y transparentes que dejan ver el fondo amarillento de arena en la costa, donde toman un tono esmeralda.

Desde allí, la excursión que dura unas tres horas a bordo del catamarán Futaleufú bordea la costa oriental de la península de Quetrihue, rumbo al sur, y los guías brindan detalles de todo lo que se ve a su paso en ambas costas y hasta donde llega la vista.

En el primer tramo, se tiene a la derecha los altos paredones de la península, arbolados en la cresta, y a la izquierda la costa de la Villa, donde se destaca la hostería Las Balsas, cuya imagen representa a Argentina en catálogos internacionales.

También el cerro Bayo, donde está el emblemático centro de esquí local, queda al alcance de la vista desde el lago, aunque sólo las laderas para principiantes, y su cima a veces tapada por nubes.

Del mismo lado, se ve luego la bahía Cumelén y detrás la nevada cadena de O`Connor, y cerca de la costa varias de la típicas casas de piedra y madera construidas por el arquitecto Alejandro Bustillo, quien también diseñó el casino de Mar del Plata, el Monumento a la Bandera y el hotel Llao Llao.

A la izquierda del Bayo, están otros importantes cerros del lugar, en esta época también cubiertos de nieve, como el Inacayal y el Belvedere, que con sus 1.990 metros sobre el nivel del mar (msnm) es el más alto de La Angostura, que está a unos 800 msnm.

La guía, Beatriz Barottoli, menciona más números: el catamarán navega a 764 msnm, en un lago de 55.500 hectáreas -que se extiende por Neuquén y Río Negro-, cuya profundidad promedio es de 200 metros y la máxima de 464 metros, en la zona de Puerto Pañuelo.

Al llegar a la boca de la bahía Mansa, aparecen a la izquierda el barrio Muelle de Piedra y la bahía de Puerto Manzano, en la que contra el verde frondoso de su bosque resalta el blanco de botes y veleros amarrados, además de modernas construcciones con tejados de dos aguas, entre ellas varias destinadas al turismo.

Al salir de la bahía, el agua torna a un azul oscuro al aumentar la profundidad; el catamarán se mece suavemente y grandes gaviotas planean sobre las cabezas de los turistas, que desafían al frío viento del invierno y suben hasta la cubierta superior, paradógicamente descubierta.

A la izquierda se pueden ver algunos tramos de la mítica Ruta 40, o adivinarlo si justo circula algún vehículo de gran porte, pero pronto la nave enfila hacia el Puerto Arrayanes, en la península Quetrihue, lo que deja a a la vista, a su frente, la arbolada isla Victoria, que con sus 3.700 hectáreas es la más grande del lago.

También allende las aguas del Nahuel Huapi, en su brazo Huemul, se pueden ver las torres que dan el nombre al cerro Catedral, donde está el centro de esquí insignia de San Carlos de Bariloche, y más abajo varias islas y parte de esa ciudad rionegrina, desde el cerro Campanario hasta Llao Llao o Puerto Pañuelo.

En ese momento, la nave está a la altura de Bahía Lynch en la península Quetrihue y, en el puerto del mismo nombre, a veces se puede ver atracado el barco “Modesta Victoria”, el primero que navegó por el Nahuel Huapi y que el año pasado cumplió 75 años desde su construcción en Holanda (aunque fue armado en Argentina).

Allí también atraca el Futaleufú, para que los pasajeros hagan un paseo de una hora por el famoso bosque de troncos rojizos que le da el nombre el Parque Nacional Arrayanes, que se encuentra dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi.

En estos días de tempranos atardeceres, el viaje de regreso, especialmente el último tramo, se hace bajo los últimos rayos del sol que filtran entre altos cohiues en la península o se tornan rojizos en el horizonte bajo el cielo invernal que vira del azul al violeta cuando anuncia una noche muy fría.