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Opinión |MIRADA ECONOMICA

“Chicken game” con los buitres

27 de Julio de 2014 | 00:00
“Chicken game” con los buitres

Por MARTIN TETAZ (*)

Twitter @martintetaz

En la famosa película de James Dean, Rebelde sin causa, Jim (el personaje de Dean) y Buzz (el rival de Jim en la escuela secundaria) se retan a duelo para dirimir quién es cobarde (chicken). El reto consiste en encarar un precipicio con un auto y ver quién logra resistir más tiempo dentro del vehículo antes de saltar para evitar la caída al abismo.

El juego puede parecer artificial, pero la vida real está repleta de situaciones en que se producen disputas que ponen en riesgo a ambos contendientes, las cuales se dirimen mediante el abandono de uno de ellos. Lo vimos con la pelea entre los docentes y el gobierno provincial a principio de año, o cuando dos empresas oligopólicas compiten ferozmente por un mercado a tal punto que, a riesgo de quebrar, deciden vender a valores menores al costo. También es posible mencionar otros casos más cotidianos y triviales, como por ejemplo cuando dos autos se encuentran en una esquina y ambos conductores intentan pasar primero.

A FONDO

La mejor manera de ganar en estos juegos es anunciar un comportamiento fijo que no se puede modificar voluntariamente. Por ejemplo, en el caso de los autos que aceleran frente a frente en una ruta, lo óptimo es arrancar el volante, porque de este modo el contendiente comprende que por más que queramos no podremos torcer el rumbo del vehículo. En el caso de los coches que se desafían a pasar primero en una bocacalle, la forma de ganar la disputa es simplemente no mirar al otro conductor; mirar para otro lado, transmitiendo así el mensaje de que uno no va a frenar de ningún modo.

Si estoy en lo correcto, este es exactamente el juego que están jugando Argentina y los fondos buitre, en el tribunal de Griesa. Ambos van a fondo; nuestro país diciendo que no va a pagar de ningún modo y los holdouts sosteniendo que no van a aflojar en su intención de cobrar los 1.500 millones de dólares. Pero si no hay acuerdo y efectivamente se produce el tan temido default, pues, cual colisión de rodados, todos pierden porque a la Nación se le corta el financiamiento externo (por ejemplo para importaciones y exportaciones) y los buitres tampoco cobran.

Tanto las declaraciones de los funcionarios locales, como el proceder de los abogados que nos defienden en Estados Unidos, que una y otra vez entorpecen las negociaciones y se muestran reticentes al acuerdo, encajan perfectamente con la estrategia óptima de este juego del chicken.

De hecho, lo mejor que puede hacer Argentina es no negociar absolutamente nada hasta el último minuto del 30 de julio, que es cuando se vence el plazo para evitar la cesación de pagos. En ese momento, los abogados defensores deberían entrar a la sala del mediador Daniel Pollack y dejar sobre la mesa la “última propuesta”, pasándole toda la presión a los buitres, que si fueran racionales tendrían que firmar sí o sí, bajo riesgo de quedarse sin el pan y sin la torta.

La propuesta debería constar de un bono (por ejemplo un ARGENBOND 2020 con un cupón de intereses del 5%), que permita refinanciar el vencimiento que Griesa nos ha condenado a pagar, dejando abierta la posibilidad de que cualquier poseedor de un derecho a cobrar un vencimiento en efectivo (los que entraron en los canjes del 2005 y 2010) pueda optar por este bono, lo que permitiría cumplir así con la famosa cláusula RUFO, en caso que algún juez considere eventualmente que el hecho de ofrecer un bono implica un acto voluntario que va más allá del estricto cumplimiento de la sentencia judicial, que obviamente no es voluntario ni constituye oferta alguna por parte de Argentina.

Recordemos que esta cláusula fue introducida en los contratos de los canjes del 2005 y 2010, para hacer más atractivos los bonos ofrecidos y convencer a los que aceptaran cambiar sus viejos papeles impagos, de que no habría jamás una posibilidad de mejorar su situación a futuro en la eventualidad de que se quedaran afuera.

Es verdad, no obstante, que en caso que no se pague el miércoles próximo, el Gobierno disputará en sede judicial que efectivamente se haya entrado en default, porque técnicamente el contrato establece que el pago está hecho cuando se deposita el dinero en el fiduciario (en este caso el Bank of New York). El problema es que el instrumento legal no contempla lo que sucede si el dinero es embargado y no llega a los bonistas.

No se trata de una mera cuestión semántica, porque si los bonos se consideran defaulteados, un 25% de los acreedores podría juntarse y solicitar la aceleración de los vencimientos, en cuyo caso ya no se podrían regularizar los pagos en un futuro inmediato, sino que habría que pagar todo lo que se debe junto, en una sola cuota y de allí que la opción del default hasta enero (cuando se vence la RUFO) no sea para nada atractiva.

Por eso el escenario de no arreglar con los buitres es tan inconveniente; porque en ese contexto vendrían varios meses de litigio judicial con una notable incertidumbre respecto del desenlace final, lo que condenaría a la economía a no recibir financiamiento externo y no poder recuperarse.

Traducido al consumidor; esto repercutiría en un dólar más caro, mayor inflación y menos acceso a fuentes financieras. Un precipicio que incluso el más loco jugador del chicken game quisiera evitar.


(*) El autor es economista, profesor de la UNLP y la UNNoBA, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana (IIL) e investigador visitante del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (CEDLAS)

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