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El medioambiente se viste a la moda

La tendencia de la indumentaria "verde" crece día a día. Tres experiencias platenses

28 de Julio de 2014 | 00:00
Ileana Lacabanne es una mamá que se preocupa y ocupa por la preservación del planeta. Desde City Bell, hace unos seis años cuando quedó embarazada de su primer hijo fundó Chunchino
Ileana Lacabanne es una mamá que se preocupa y ocupa por la preservación del planeta. Desde City Bell, hace unos seis años cuando quedó embarazada de su primer hijo fundó Chunchino

La tendencia a hacer ropa que contamine lo menos posible en su producción, uso y descomposición es mundial. Grandes firmas internacionales como H&M, Zara, Giorgio Armani y Stella McCartney entre otras, consideran importante cuidar el planeta y han optado hacer colecciones con telas ecológicas. Argentina no está afuera de eso. Varias marcas nacionales ecologizan sus prendas o deciden tener líneas “verdes”. En la Ciudad también hay emprendedores que quieren diseñar, gustar, vender y sobre todo, no contaminar. Cada uno lleva adelante su iniciativa de un modo distinto, pero con el mismo objetivo: crear conciencia y responsabilidad sobre el cuidado del medioambiente.

DESDE LA CUNA

Ileana Lacabanne es una mamá que se preocupa y ocupa por la preservación del planeta. Desde City Bell, hace unos seis años, cuando quedó embarazada de su primer hijo fundó Chunchino. “Sentía que tenía que hacer algo para dejarle un mundo mejor a mi hijo. Me asustaba traerlo a una realidad tan cruel. Quería que se criara en un ambiente más sano y si bien no puedo cambiar todo, empecé dándole el ejemplo de que se puede hacer algo”, recordó.

Esta vecina creó una marca de prendas y accesorios para bebés bajo un modelo de negocio responsable. El producto no es sólo la prenda ecológica: “Es un concepto de producto 100% sustentable que se ancla en la idea del consumo responsable. De dónde viene el producto, quién lo hace, cómo se presenta y qué pasa cuando se deja de usar. Es la historia de la prenda en su totalidad”, explicó la emprendedora.

Las pequeñas acciones cotidianas son las que permiten que se siembre y genere conciencia sobre el cuidado del planeta.

Esta firma compra algodón orgánico de Perú y agroecológico del Chaco, cultivados sin pesticidas ni agroquímicos y cosechados por trabajadores que reciben un salario digno y en blanco. Para la confección de las prendas se trabaja con varias cooperativas para poder producir a gran escala. Y además, el packaggin del producto es elaborado en talleres donde emplean a personas con capacidades diferentes. Por último, la parte comunicacional también es importante, porque según Ileana, “queremos que la gente que compra el producto sepa qué hay detrás de él, cuál es nuestra idea y objetivo: contemplar el impacto social y ambiental de todo el proceso productivo”.

Desde que se le ocurrió la idea hasta que sacó la primera colección pasaron 10 meses. Hizo una investigación de mercado, de productos, de tecnología y se lanzó. Sus prendas no tienen precios exorbitantes y pueden comprarse a través de la página de internet de la firma o en varios locales multimarca que la venden en todo el país y en el exterior. Además han hecho algunas exportaciones a Chile y piensan ampliar ese mercado. “Hace unos meses me asocié con dos amigas para poder dedicarme al producto y que ellas estén más pendientes de las cuestiones comerciales. Participo de foros de sustentabilidad, me contacto con gente que está en estas movidas y me sorprende ver cómo entre todos nos facilitamos información, nos aconsejamos y apoyamos. Tenemos ese mismo pensamiento de poder cambiar las cosas para bien, para sanar y vivir mejor”, contó y agregó que su próximo objetivo es reducir la huella de carbono (gastos de energías) en la producción de las prendas: “Ahora estamos trabajando con una diseñadora industrial para optimizar el proceso en el taller, utilizando las máquinas de tal forma que se reduzca el consumo de luz, gas y emisiones tóxicas”.

TODO SE TRANSFORMA

Una camisa puede terminar siendo parte de una pollera, una remera y hasta un collar si la encuentra Eduardo Urquiza, un diseñador de indumentaria que trabaja en la Ciudad y tiene una línea de prendas recicladas, además de enseñar esta técnica en sus talleres. “Siempre me movilizó la idea de cuidar el medioambiente, de tener acciones ecológicas en lo cotidiano. Compro mi ropa en ferias americanas que destinan sus fondos a fundaciones u organizaciones sin fines de lucro. Se pueden encontrar prendas de muy buena calidad, y me gusta el concepto de la historia de las cosas que uso. Hay telas, estampados y tramas que ya no se fabrican más y ahí es posible adquirirlas”, explicó Eduardo y profundizó su análisis en lo que tiene que ver con el consumo y la moda.

“Antes las tendencias en la indumentaria duraban una década. Si uno compraba un pantalón de buena calidad y lo cuidaba podía usarlo varios años. Hoy lo que está de moda dura como mucho dos años, y en este cambio intervienen varios factores que son parte del capitalismo y la necesidad de que haya más consumo y más producción. Hace años que la ropa dejó de ser sólo una necesidad básica de abrigo, sostén y cuidado de la piel. Las producciones a mayor escala usan telas más sintéticas, más baratas, de menor calidad y las prendas son mal confeccionadas” reflexionó.

El trabajo de Urquiza para hacer modelos nuevos con ropa vieja consiste en recorrer ferias americanas, elegir las prendas más sanas y sin manchas. Luego se lavan o se mandan a la tintorería, dependiendo del cuidado que necesiten, y finalmente empieza el proceso de reutilización. “Es un trabajo de reciclado y resignificado, porque cambia totalmente la finalidad de la prenda. Se desarma por completo y se crea algo nuevo con otras prendas también desarmadas. Se reutilizan los bolsillos, los botones, los cuellos y puños de camisas, se arman paños con la técnica de patchwork -se unen pedazos de telas distintas-.

Es una forma de darle alternativas al diseño tradicional, plantea más desafíos y genera aprendizaje”, explicó el diseñador.

Hasta ahora, según Eduardo, a la gente le gusta la propuesta por la finalidad más allá de lo estético, y eso es positivo. Pero no todos compran prendas recicladas. No es que los precios sean altos, se debe a una cuestión cultural y de compromiso que aún no está afincada en la sociedad, respecto a lo que se puede hacer para proteger el medioambiente

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