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La Ciudad |UN LOCAL LLENO DE RECUERDOS QUE BAJA SUS PERSIANAS A FIN DE MES

Cierra “El Parlamento”, un bar con 60 años de historia en 7 y 51

Explican que se debe a diversos factores. La nostalgia de los clientes más fieles

10 de Agosto de 2014 | 00:00

Por MÓNICA PÉREZ

El Parlamento, uno de los bares más antiguos y tradicionales de La Plata, comienza a transitar por estos días el final de una historia que empezó a escribirse hace casi seis décadas; un epílogo tan nostálgico como emotivo para Juan José Veiga, su dueño, y para un puñado de habitués que aún mantiene la costumbre de trenzarse en acaloradas charlas, mientras congelan el tiempo entre café y café. “Fue una decisión difícil de tomar, pero a fin de mes cerramos el negocio”, cuenta el heredero de Manuel Veiga, el gallego que en esa mítica esquina cumplió el sueño de pasar de mozo a dueño del bar.

El lugar aún mantiene la impronta de los años ´70, cuando Manuel reformó el bar para modernizarlo. Enfrentados a los inmensos ventanales que desnudan la esquina de 7 y 51, están las viejas pinturas de paisajes desolados que parecen equilibrar el incesante movimiento de un mediodía de viernes. En el salón, una docena de pequeñas mesas octogonales desafía el espacio porque sirve de apoyo tanto para un hombre que se toma un café al paso como para contener el pedido de los cinco o seis muchachos que frecuentan el bar tres veces por semana desde el año ‘57.

EL DUEÑO

Nacido como “El Paulista”, el bar se transforma en “El Parlamento” en 1957 y sigue ocupando hasta hoy la tradicional esquina frente a la Legislatura. Juan José asegura que ese lugar, que su padre llevó adelante hasta los 92 años cuando decidió volver a España, fue su forma de ganarse la vida y su escuela.

“Cuando empecé a trabajar en el bar tenía 17 años y venía a ayudar a mi padre; por acá pasaron figuras políticas como el gobernador Anselmo Marini y muchas personalidades del ambiente cultural de la Ciudad - revela emocionado- , en tantos años atendimos a miles de personas y tuvimos clientes que conocimos de jóvenes y vimos envejecer”.

Esa esquina fue escenario privilegiado de muchos cambios en las costumbres platenses. El dueño enumera las tradicionales picadas de 25 platos que se degustaban hasta el amanecer en interminables tertulias; los licuados con tostados que se impusieron más acá en el tiempo y las hamburguesas y panchos que fueron ganando terreno entre quienes necesitan apaciguar el hambre en pocos minutos. La mística permanece invariable aunque, para adaptarse a los tiempos que corren, ahora se deba cerrar a las 23.

Como si se tratara de una enfermedad, Juan José asegura que muchos factores lo llevaron a tomar la decisión de cerrar El Parlamento. El principal fue el valor del alquiler que se triplicaría a partir de septiembre. “Más allá de la situación económica, el fin del fútbol codificado, la prohibición de fumar en los lugares cerrados y los condicionamientos horarios para despachar bebidas alcohólicas fueron pronunciando la crisis”, afirma el hombre que, junto a su hija y a sus 4 empleados, trata de terminar agosto pensando que no es el fin de un ciclo y hasta se anima a soñar con que quizás algún otro empresario tome la posta de ese lugar emblemático.

EL MOZO

Entre los pergaminos de Rubén Pereyra - 64 - está haber trabajado en Bahía Bar, Mapuche Center, Staff, Don Julio, La Palestra y, desde hace 5 años, en El Parlamento. Cualquier observador podría sorprenderse de que este erguido mozo pueda retener en su memoria aquello que por ejemplo pidió la mesa cuatro y, al mismo tiempo, conocer al detalle lo que sirvió a otra media docena de personas.

“Antes de trabajar acá, yo venía como cliente y recuerdo a Manolo, su primer dueño, como alguien alegre y vivaz”, resume en un descanso de su maratón entre las mesas y la barra.

Aunque trata de no dejarse ganar por la melancolía, le resulta inevitable quebrar la voz cuando recuerda que vio pasar el tranvía o los sermones que les daba a los pibes que, rateándose de la escuela, buscaban un refugio cómplice escondidos en los tradicionales bares de la Ciudad.

“Puedo escribir un libro con historias de todos los boliches en los que trabajé y desaparecieron, algunos me cargan y me dicen que yo fui mozo de Dardo Rocha”, bromea.

LOS MUCHACHOS DEL BAR

Desde que saben que El Parlamento va a cerrar, Mario Feller, Elías Resches, Alberto Nenke Czesli, Luis “Bicho” Brumer y Goyo Tunansky se niegan a egresar de esa “universidad” en la que compartieron las primeras salidas de su juventud y conocieron los códigos de la calle. Tres veces por semana tienen una cita ineludible que no pudo quebrar ni la más acalorada discusión de fútbol o de política.

“Venimos desde los 17 años, nos pasó la vida por estas paredes: estudiamos, nos recibimos, nos casamos, algunos nos jubilamos y seguimos fieles a este bar; aunque no nos sirvan el mejor café del mundo, a nosotros es el que más nos gusta y cuando nos enteramos que iba a cerrar fue como un baldazo de agua fría”, cuenta el artista plástico Mario Feller.

Ese punto de encuentro y la amistad que los une es lo que permaneció invariable a lo largo de sus vidas, como asegura el médico Elías Resches: “Es curioso, muchos amigos que se fueron y regresan a la Ciudad por ahí no tienen nuestros teléfonos o direcciones, pero saben que acá nos van a encontrar”.

Como expulsados de la casa materna, “los muchachos del bar”, entre los que también están José Portnoy, Mario Turkenich, Roberto Turiansky, Ernesto Topor y Tuchi Matewecki, evaden hablar del cierre de El Parlamento porque eso les confirmará que una etapa de su juventud quedó para siempre en 7 y 51.

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