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La Ciudad |AVENTURA RÉCORD

La vuelta al mundo arriba de una moto

El platense Alejandro Conde emprende con su pareja mexicana su segundo viaje alrededor del globo

29 de Agosto de 2014 | 00:00

Después de recorrer 52 países durante 11 años y vivir tanto en importantes capitales como en pueblos y lugares exóticos, el platense Alejandro Conde - 39 - y su pareja María Guadalupe Acuña Acuña - 36 - cuentan las horas para volver a subirse a “Violeta” - la moto Honda Transalp 600V modelo 1998 - y retomar las rutas para cumplir el nuevo sueño de dar por segunda vez la vuelta al mundo.

Desde una casa a punto de ser demolida que su hermano le prestó en Ringuelet, Alejandro asegura que no encaja en la Ciudad y cuenta que desde que llegó a la Argentina se la pasó casi todo el tiempo viajando por el país.

El particular hogar itinerante que construyó junto a Guadalupe está conformado por su moto y unos pocos petates: tres valijas, una carpa, una muda, una cámara de fotos y muy pocas cosas más.

Guadalupe es una mexicana de 36 años, que se cruzó con Alejandro hace una década, mientras éste vendía artesanías y tatuajes en una esquina veracruceña. El “flechazo” la llevó a dejar su trabajo como instructora de inglés en un jardín de infantes para compartir junto a Alejandro su viaje por el mundo.

El platense afirma que su pasión por descubrir horizontes y culturas nació a los 19 años, cuando hizo su primer viaje en moto por la cordillera de Los Andes.

Unos años más tarde, luego de haber trabajado en la papelera San Jorge y en diferentes industrias metalúrgicas locales, se propuso llegar a Alaska y regresar en 8 meses.

“Pero - confiesa - nada de lo programado se cumplió”: tardó más de una década en volver. Quizás por eso, a punto de empezar su segunda vuelta al mundo, se niega a trazar itinerarios que le pongan previsión a su espíritu aventurero.

Tanto el viajero como su pareja se apasionan con cada relato del periplo, donde aparecen las buenas y las malas.Entre las primeras siempre está la hospitalidad, incluso de personas de culturas muy diferentes, como fue el caso de la gente de Mauritania - un país islámico ubicado en el noroeste de África -.

“Un hombre nos vio acampando en un lugar abierto y nos llevó a su casa, le explicó a su esposa que seríamos sus huéspedes y hasta puso flores en el camino y nos hicieron comida especial”, cuenta Alejandro, mientras Guadalupe revela que pese a que a esas mujeres nadie les puede ver el rostro, con ellas se brindaron de manera fraterna y hasta le hicieron particulares tratamientos de belleza.

“Más allá de cualquier diferencia son mujeres como nosotras que se preocupan por sus hijos y tienen intereses”, agrega Guadalupe y acota que la comunicación no les resultó complicada porque en los países musulmanes la mayoría habla entre dos y cuatro idiomas.

Si bien ahora no hay una hoja de ruta, la pareja sabe que en una semana partirá de la Argentina con el objetivo de llegar a México para visitar a la familia de Guadalupe, a la que no ve desde 2010.

Al igual que en otras oportunidades los recursos económicos son pocos y en las próximas horas se pondrán a cocinar comida mexicana para vender mediante delivery.

“No tenemos ni mil pesos, pero no necesito mucho para viajar porque en cada lugar que vamos parando hago malabares y vendemos fotos; es más caro quedarse quieto que viajar”, asegura Alejandro quien cree que con ese dinero tiene autonomía solo hasta la provincia de Misiones.

El joven solventó el primer viaje con la venta de artesanías, pero confiesa que dejó ese rubro porque le generaba conflictos con otros vendedores por la ocupación del espacio.

Protagonistas de una charla que siempre resulta atractiva, los viajeros relatan que pasaron por condiciones climáticas y topográficas extremas. También tuvieron que sortear la escasez de recursos y discusiones como las que tiene cualquier pareja, pero con la particularidad de que el “me vuelvo a casa” nunca resultó una opción práctica.

“¿Qué hago si me deja acá?”, se preguntó una vez Guadalupe, mientras atravesaban el desierto de Sahara en Africa del Norte.

Pero Alejandro responde que recorrer cientos de kilómetros en silencio le da a cada uno el tiempo necesario para reflexionar y conciliar diferencias.

Las vivencias de estos trotamundos podrían compendiarse en varios tomos.

Entonces se podría leer que pasaron varios días durmiendo en una morgue abandonada de Croacia; que en Grecia hicieron las veces de reporteros durante el conflicto de 2008 o que en 2010 fueron testigos incómodos de la revuelta política de Tailandia, en la que murieron decenas de “camisas rojas” - manifestantes que se enfrentaron a la realeza del poder -.

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