Un paro efectivo pero desangelado

EL CENTRO PORTEÑO AL MEDIODÍA. HUBO MICROS PERO POCA GENTE

Por MARIANO SPEZZAPRIA

Como un equipo que gana el partido pero no convence a su hinchada, así se podría definir con una imagen futbolera al tercer paro nacional -segundo este año- que las CGT de Hugo Moyano y Luis Barrionuevo le hicieron al Gobierno de Cristina Kirchner, apoyados por la CTA disidente y sectores de la izquierda, para volver a plantar bandera contra el impuesto a las Ganancias y la persistencia de la inflación.

Moyano dio cuenta de esta situación cuando estimó el acatamiento de la huelga en torno al 80%, en una declaración desprovista de la euforia que mostró en abril pasado, luego de una protesta que había sido contundente. Pero en esta ocasión, el jefe camionero se asemejó a un DT que no logró entrar en sintonía con sus propios jugadores ni con la oportunidad para realizar el paro.

De hecho, una de las notas salientes fue que el gremio de la UTA, que nuclea a los choferes de colectivos y micros de media y larga distancia, no adhirió a la medida de fuerza pese a que es uno de los sindicatos clave del transporte, un sector que Moyano manejó a control remoto en los últimos 20 años, desde que a mediados de los años ´90 se escindió de la CGT menemista y fundó el MTA.

En consecuencia, las versiones que dieron detalles sobre las negociaciones reservadas entre el Gobierno y la UTA se multiplicaron en las últimas horas y denunciaron desde la entrega de subsidios hasta la cesión de un terreno para la construcción de una sede sindical en Once. Aunque Moyano no hizo mucho para convencer al colectivero Roberto Fernández en esta oportunidad.

¿SE ADELANTO?

Tanto es así que dentro de la propia CGT Azopardo no faltó quien comentó por los pasillos que el paro debió haberse efectuado el 4 de septiembre, porque una semana más de plazo le hubiera permitido al arco sindical no kirchnerista imponer argumentos favorables a la medida de fuerza y mantenerlos al tope de la agenda mediática. Además de cerrar el frente interno en la central obrera.

Pero eso no sucedió porque Moyano se vio apurado por otros sectores que lo urgían a convocar el paro, como la CTA disidente de Pablo Micheli y los gremios de izquierda que cada vez tienen más predicamento de base en distintas empresas de la industria. Y que ayer le pusieron el cuerpo a los piquetes en los accesos a capital, a La Plata y a las principales ciudades del interior del país.

Uno de los referentes de ese sector es Rubén “el Pollo” Sobrero, quien ya reclamó que se convoque el mes que viene a un paro de 48 horas, descontando que el Gobierno no atenderá los reclamos de la protesta de ayer. A su vez, el delegado de la línea Sarmiento de trenes fue acusado por el ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, de obstaculizar el funcionamiento de ese ramal.

Randazzo mostró fotografías en las que se puede ver que los coches del Sarmiento fueron ensuciados con basura, en una insólita acción por la que el ministro denunció a sindicalistas cercanos a Sobrero. El funcionario lució impotente ante la recurrencia de los paros ferroviarios, pese a la inversión millonaria que el Gobierno nacional realiza desde la tragedia de Once.

Más desafortunada fue la intervención del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, quien a primera hora de la mañana estimó que el 75% de los trabajadores no adhirieron a la huelga y antes emparentó a los sindicalistas opositores con los “fondos buitre”, un argumento que el kirchnerismo utiliza con efectividad para la crisis de la deuda pero que no puede aplicar en cualquier situación adversa.

Desde el Gobierno, el funcionario que transmitió más seriedad fue el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, quien dio cifras de acatamiento en todas las regiones del país y ratificó la convocatoria la Consejo del Salario Mínimo para el próximo lunes. En la Casa Rosada, en tanto, deslizaron que les llamaba la atención que los gremios que pararon no habían formulado reclamos a los empresarios.

¿TODO IGUAL?

Aunque no dieron ninguna precisión sobre eventuales cambios en el impuesto a las Ganancias. Incluso, apuntaron que ese gravamen afecta a una minoría de los empleados en relación de dependencia. Dentro del menú oficial tampoco figuran -por lo menos en la esfera pública- medidas para frenar las suspensiones y los despidos de trabajadores en medio de un panorama recesivo.

“Cristina, decime qué se siente”, cantaron ayer los militantes moyanistas en la segunda aparición del jefe camionero en la sede de la CGT Azopardo, en la que buscó dejar una imagen más optimista que en su primera salida en horas del mediodía. Allí, se quejó de quienes le advirtieron que “no era el momento” para realizar una medida de fuerza, tanto sindicalistas como políticos de oposición.

Pero nunca reconoció que el paro no tuvo la misma contundencia del anterior, que los gremios hicieron el 10 de abril. En aquel momento, la medida reflejó la bronca de la sociedad con la marcha de la economía, en especial de los trabajadores a los que se les hace muy difícil llegar a fin de mes. En cambio, ahora el estado de ánimo colectivo es más asimilable a la angustia y la retracción.

Por eso la medida de fuerza pudo haber sido más o menos efectiva, pero no caló en la fibra popular, que la tomó con resignación. Y la hizo lucir desangelada.