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“Lo que los profesores deben hacer es una tarea civilizadora”

Lía Galán, doctora en Letras de la UNLP. “Hay una reducción en el caudal de conocimientos de los estudiantes”. Un informe en Harvard sobre la incidencia negativa de las computadoras. Una valoración borgiana del latín

7 de Septiembre de 2014 | 00:00

Por MARCELO ORTALE

“En estos últimos cuarenta años la calidad del alumno ha variado notablemente. Y creo que en forma negativa, siento decirlo. Pero ese fenómeno no ocurre solamente en la Argentina, sino en muchos otros países. Una colega acaba de contarme anécdotas casi aterradoras de la universidad de Barcelona. Realmente lo que corresponde hacer en todo el mundo es una verdadera tarea civilizadora”, dice la profesora de latín Lía M. Galán, que enseña desde hace cuatro décadas en la facultad de Humanidades de la UNLP.

“¿A qué me refiero cuando hablo de tarea civilizadora? A que un profesor ya no puede dar por supuesto nada. Lo que antes se daba por supuesto –es decir, creer que el alumno sabía sobre determinado tema- ahora hay que explicarlo todo. Si se habla de Roma, bueno, decir dónde queda Roma…Pero en realidad el estudiante es una víctima más de todo un sistema y de tipos de sociedades dominadas básicamente por una presencia tecnológica que no se ha sabido absorber”.

Hija de Luis Alberto Galán, que fue empleado de Obras Públicas y de Angélica Tizio, que fue directora de la Escuela 8 ubicada en diagonal 74 y 16, la hoy doctora en Letras cursó el primario en la escuela de 13 y 60, para seguir y concluir luego el secundario en el María Auxiliadora, donde se recibió de bachiller a los quince años de edad. Casi adolescente ingresó a Letras en 1966 para graduarse en 1971 y doctorarse después en 1985.

En el hogar de sus padres se leía y escuchaba música clásica. “Mis padres eran absolutamente fanáticos de la lectura. De todos los géneros. Mi mamá leía una novela en dos días, cuando no había aún televisión. Mi padre prefería en cambio la poesía, era admirador de Walt Whitman, de Poe, de Steimbeck y a los dos les gustaba mucho el cine. Pero nosotros éramos primos de los Barba, mi tío Enrique era el humanista y una tía mía estudió piano con Gilardo Gilardi. Yo misma estudié piano y di un concierto a los 11 años - en Radio Provincia”, dice. Y a los 12 años “pretendí leer de memoria el Sueño de una noche de verano, de Shakespeare”

Su hogar familiar quedaba en 8 entre 55 y 56. Del barrio le queda, más que un recuerdo, una referencia difícil de asimilar: “recuerdo que venían mis primos, los Barba, y andaban por la 55 entre 7 y 8 en carritos con rulemanes, porque no pasaba casi ningún auto…”

Se acerca de a poco a su condición de humanista, de profesora de una de las materias más clásicas, la del latín que –junto a la de griego- sufriría un fuerte retroceso en las últimas décadas en casi todas las facultades del mundo. “Yo venía de la monotonía y monocromía de un colegio de monjas y, de pronto, me encontré con ese mundo diverso y fascinante de la Universidad”

Una facultad de Humanidades en la que su tío Enrique Barba había sido decano hasta poco tiempo antes “y de la que, por ese motivo, conocía casi dramáticamente sus avatares”. Pero también un lugar del que extraería –para siempre- los nombres de los profesores que hace mucho no están y que aún admira, “entre ellos el del profesor de griego, Atilio Gamerro, un grandísimo docente”. Por esos años, dice, ella también cursaba la carrera de Filosofía y destaca entre los profesores a Rodolfo Agoglia, que enseñaba Lógica.

“Hice nueve años de griego, cuatro de ellos en la programación de la carrera y cinco más en los años del posgrado. Me gustaba tanto el griego como el latín, pero finalmente prevaleció en mi esta última materia, supongo que porque se me abrió ni bien me gradué una posibilidad laboral. Empecé como ayudante en la cátedra de Latín III, cuyo titular era Alberto Vaccaro”

Lía Galán vive hoy en el barrio de 15 y 38, junto a su hijo Bernardo Torres (25). Entre otros títulos y distinciones, es la primera mujer doctorada en el país en lenguas clásicas.

Sus conclusiones sobre el fenómeno de la computación parecieran ir a contrapelo de la propia expansión que alcanza ese fenómeno…

“Esas conclusiones no son exclusivamente mías. Hay un informe de Harvard de 2003 que determina que el uso de las computadoras es nocivo para menores de 13 años de edad, porque se considera que neutraliza la formación del pensamiento abstracto. Los chicos de esa edad aún no tienen desarrollada la capacidad de abstracción”

¿Qué se debería hacer frente a un fenómeno tan dominante? Hoy son millones los chicos menores que se pasan el día frente a las computadoras…

“No sé…cortar la electricidad…(ríe). Mire, en Sillicon Valley –que es la zona de los Estados Unidos que aloja a las mayores corporaciones de tecnología del mundo- los empresarios y científicos que allí trabajan decidieron que sus hijos no manejen computadoras. Resolvieron que los chicos tienen que aprender todo a mano, con pizarrón y tiza, sin siquiera proyecciones en las pantallas. Y en los ratos libres, que hagan jardinería u otros oficios manuales. De modo que yo no puedo aparecer como retrógrada, ya que quienes propician estos nuevos modos integran el top del desarrollo tecnológico”

¿Existe algún otro motivo que pueda explicar la declinación en la calidad de la enseñanza?

“Creo que el plan de reducción de materias anuales a cuatrimestrales, que es de 1986, no es bueno. Hay gente que dice que es mejor, pero es mejor para los profesores, no para los alumnos. Las materias han quedado muy reducidas. Lo que antes se aprendía en un año, no puede aprenderse en cuatro meses. Pero no se trata tan solo del tiempo, o sea de una magnitud cuantitativa. También es cualitativo: los alumnos en un año conocen mejor al profesor, mucho mejor que en sólo cuatro meses”.

¿También ha disminuido la capacidad para escribir?

“Sí, pero no sólo bajó el nivel de un escrito. Hoy ni siquiera queda gente que escriba a mano. Lo cual es gravísimo, porque escribir a mano implica una operación cerebral de desarrollo y conexión que, con la PC, desaparece. Para llegar a la escritura hicieron falta tres mil milenios…”

El nivel de la enseñanza en Letras alcanzó picos de excelencia en La Plata allá por los 50, 60 y 70…¿Se puede volver a esas épocas?

“En griego estaban Gamerro y Carmen Verde…En Introducción a la Literatura, Juan Carlos Castagnino…En Literatura Argentina, Juan Carlos Ghiano…A ver, en Española Medieval, Angel Battistesa, en Literatura Italiana, Alma Marani, en Literatura Alemana, Rodolfo Modern, entre otros…Bueno, sería maravilloso poder volver a esas cátedras”

Se ha producido una suerte de merma en la enseñanza del griego y el latín, en todo el mundo. Si es así, ¿a qué se debe?

“Es así. No en los países europeos, donde se mantienen. Pero sí en el resto del mundo. Creo que es un fenómeno que empezó al finalizar la Segunda Guerra Mundial. El embate ha sido más fuerte contra el latín, se preguntaban para qué sirvió. Yo creo que esa tendencia surgió como reacción contra el latín eclesiástico. Es muy extensa la explicación. Creo que también influyó el surgimiento de la nación alemana a fines del siglo XVIII y la concepción de una Grecia muy particular. Pero yo creo que lo latino ha cubierto todas las culturas hasta el siglo XVI, tal como lo dice San Agustín. Lo que se hablaba entonces era el latín. Ocurre que luego aparece el romanticismo, que postuló que todo lo viejo está mal, que lo interesante es lo nuevo. Hay dos frases de Borges dignas de recordar: él dijo que no es lo mismo no saber latín que haberlo olvidado…Y después, afirmó que no hay nada en el mundo que antes no lo haya hecho un griego o un romano”.

¿Por qué las facultades de letras argentinas no estudian a los grandes poetas del tango como Discépolo, Manzi, Cadicamo o el propio Lepera, entre otros?

“…No sé qué puede pasar…No creo tampoco que puedan decirlo…Tal vez es porque habría que hacer un intenso trabajo previo, por el tema del lunfardo. Hay aspectos lingüísticos que tendrían que analizarse y habría que elaborar un proyecto muy integral e importante…O acaso las facultades prefieren quedarse con autores internacionalmente consagrados…Pero no es un tema que yo conozca bien”

¿Usted va a las librerías?

“Voy poco. Pienso que voy poco porque muchas veces voy a buscar un libro determinado y no lo encuentro. O da mucho trabajo encontrarlo”.

¿Qué le sigue dejando la cátedra en tantos años de enseñanza?

“Creo que en mi sobresale el gusto que me da enseñar las materias de primer año. Siento que estoy por brindar un conocimiento…y cuando empiezo con mi Latín I veo primero las caras de estupor de los alumnos al principio y después, cuando llega octubre, ya están traduciendo a Virgilio…eso es maravilloso. Sí, comprobar ese progreso es magnífico”

***

Enseñó entre 2005 y 2012 en las universidades de Ouro Preto (Río de Janeiro), Granada, Lérida y Autónoma, de Madrid y Barcelona; de Angers (Francia). De sus más de quince libros y publicaciones se destacan El Carmen 64 de Catulo (Textos Latinos); La Eneida de Virgilio (Losada) y Séneca (Losada). Fue becaria del Conicet y directora del Centro de Estudios Latinos de la UNLP desde 1993. Lía Galán continúa en sus cátedras y al frente de distintas fundaciones y centros. Podría dejar, pero no lo hará. No apelará a ningún zapping en su vida. Seguirá en el “ejercicio mental fabuloso” de la enseñanza y del aprendizaje.

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