Adiós al Titán de verdad

Por Adrián D’Amelio

Para aquellos que pisamos los cincuenta, y pintamos canas, se nos fue con Rubén Peucelle, uno de los máximos ídolos de la infancia. El “Ancho”, el campeón argentino, estaba del lado de los “buenos” en “Titanes en el Ring” y cada vez que peleaba con el gran Martín Karadagián, el fallo del combate era empate. En realidad no podía perder ninguno de los dos, porque así estaba estipulado, y también para dejar “conforme” a todos los espectadores.

Qué lindas épocas aquellas cuando uno se sentaba delante del televisor blanco y negro para esperar ver a “Titanes en el Ring”. Era todo un acontecimiento para un pibe como yo con personajes como El Caballero Rojo, La Momia -que tenía el punto débil en la espalda a la altura de la cintura-, Julio César, Benito Durante, El Ejecutivo, El Indio Comanche, El Pibe 10, El Pirata Morgan, Gengis Khan, Yolanka, El Payaso Pepino, Mister Moto, El Hombre de la Barra de Hielo, Willam Boo (el árbitro “malo”) como así otros personajes que hacían el deleite de los chicos.

Claro que uno también tuvo la oportunidad de ir a verlos cada vez que “Titanes” venían a nuestra ciudad, ya sea en el Club Atenas o al viejo Polideportivo de Gimnasia. No me perdía ninguna presentación e iba acompañado de mi viejo. Era todo sano; aunque “pelearan” arriba del ring y se pegaban, pero en realidad no se dañaban, era todo un “show” y eso sí: siempre ganaba el personaje “bueno”. Hasta recuerdo que cuando iba almacén de la esquina de mi casa (64 y 16) y compraba un yogurt Yolanka me entregaban algo así como un “PRODE” de fútbol, pero con los personajes que ibancombatir en el programa, donde se le podía poner ganador a cualquiera de los dos o empate.

Quizás muchos no se acuerden, pero Rubén Peucelle personificó a la Momia Negra, que era la “boxeadora”, y también a El Hombre de La Laguna. Se nos fue el “Ancho” y seguramente en el cielo se habrá encontrado con Martín Karadagián, quien para recibirlo habrá tratado de aplicarle el famoso “cortito”, pero la “pelea” terminará con los dos abrazados y el juez levantándole el brazo a ambos como no podía ser de otra manera.