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Información General |NUEVAS TENDENCIAS EN ESTILOS DE VIDA

Los que eligen vivir más cerca del campo

Magdalena se convirtió en uno de los destinos preferidos de platenses que huyen de la inseguridad, buscan una vida más tranquila y propiedades con costos más accesibles. Se alejan de la vida urbana y cambian sus hábitos. Algunos conservan sus trabajos en la Ciudad y otros cortan todo contacto

15 de Septiembre de 2014 | 00:00

Puertas y ventanas abiertas, negocios sin rejas ni persianas, bicicletas apoyadas en los cordones de las veredas, nenes jugando en las calles, casas bajas, mucho verde y siestas. Alejarse de la ciudad: una alternativa que marca tendencia.

Frente a la inseguridad, a los costos elevados de las propiedades, al tránsito en las horas pico, al tiempo que apremia y a la histeria general que puede desencadenar peleas feroces en la Ciudad, muchos platenses eligen trasladarse a pueblos. Algunos sin renunciar a los beneficios que ofrece el centro urbano y otros cortan todo contacto. En cualquiera de los casos se percibe un hastío de la urbe y una revalorización del campo.

En esta búsqueda de una vida “más amable”, Magdalena se convirtió en uno de los destinos preferidos. “En la ciudad te saturás de andar. Acá estás relajado. Nos gusta el campo. Podés estar con todo abierto. Allá nosotros teníamos una reja y una cortina metálica: levantábamos la cortina para mirar por las rejas si había alguno y después salíamos con el auto”, cuenta Héctor López Osornio (67). Después de buscar durante cuatro años con su mujer, Alicia Ciunyh (68), un lugar tranquilo para vivir, los jubilados se decidieron por esta localidad que conserva tradiciones como la doma o la carrera de sortijas y embolsados.

Oriundos de Berisso, previo paso por La Plata, hace un mes se instalaron en Magdalena, en una casa de alquiler a la espera de que les entreguen la que compraron. Cuentan que no les costó la adaptación y se muestran contentos con la rutina que se armaron: “Vamos bastante a comer a un camping, después tomamos mate, paseamos y nos volvemos. Los domingos almorzamos en una parrilla de Pipinas”. Sostienen que en el último tiempo los precios aumentaron a partir de la creciente demanda y se quejan del “estado de abandono” de las casas en alquiler. De todos modos dicen estar conformes con la decisión que tomaron: “Yo de Magdalena no me voy a mover: la casita que compramos está frente al cementerio, paso de vereda y listo”, bromea Héctor, y cuenta que vienen a la Ciudad por algún evento o para las consultas con sus médicos, que no quisieron cambiar.

Una vida diferente a 48 kilometros de la Ciudad

Magdalena es una ciudad de 11.093 habitantes (según el censo de 2010) que conserva alma de pueblo: chicos de seis, siete u ocho años juegan solos en la vereda, en las plazas o andan en bicicleta. Las casas no tienen rejas y aunque las tuvieran sería en vano porque suelen dejar las puertas abiertas. Lo mismo sucede con los autos, que quedan con las llaves puestas, y las bicicletas apoyadas en los cordones de la vereda.

Magdalena tiene una catedral, casas bajas y jardines floridos; siestas de tres horas, fábricas y unidades penitenciarias. Un museo que cada tanto arma bailes y proyecta películas infantiles; escuelas públicas y una católica privada, seis vacas lecheras que un sábado a la tarde comen pasto a un costado de una de las calles polvorientas que aún conserva. También un teatro, perros callejeros que pasean en grupo o solitarios se echan en medio del pavimento desierto en horas de siesta; una pizzería que se convierte en bar y boliche; una playa, un camping y una plaza principal, siempre protagonista de los paseos. Magdalena también tiene a “El Pajarito”, un personaje del pueblo que dicen que “anda silbando y riéndose todo el tiempo”.

Situacion inmobiliaria

“A pesar de la situación económica acá tenemos bastante movimiento. No estamos tan mal como otros mercados en La Plata o capital. Porque con la inseguridad la gente elige una vida más tranquila. Quizás con verde y con más espacio. Quintas de fin de semana o campos es lo que más buscan para juntar a toda la familia”, dice Gustavo Jasale, dueño de una inmobiliaria, y cuenta que a pesar de la demanda se consiguen terrenos. En el último tiempo aumentaron las consultas de familias de La Plata, Avellaneda y Quilmes, entre otros centros urbanos. Los lotes en zonas bien ubicadas arrancan en 150.000 pesos de 10 por 30 o de 10 por 43. Y el valor de las casas oscila entre los 400 y 900.000 pesos.

El problema se presenta con las propiedades en alquiler: casi no se consiguen y las que se ofrecen se encuentran en malas condiciones. La mayoría se inclina por levantar su propia casa. Basta una recorrida rápida por la localidad para encontrar varias a medio terminar. “La gente cuando viene tiene el chip de la inseguridad hasta que se acostumbran y dejan abiertos los autos y las casas”, cuenta Jasale sobre la adaptación de los nuevos habitantes.

Gustavo de la Cruz Arce (32) y Mariela Migo (39) viven en La Plata mientras construyen una casa en Magdalena para mudarse el año que viene. Los dos son docentes y buscan un hijo. Se decidieron a dejar la Ciudad por los costos de las propiedades, por la inseguridad y porque tienen ganas de una “vida más tranquila, con aire de campo”. Gustavo cuenta que ansían la mudanza, y en un primer momento piensan intercalar los trabajos entre las dos localidades.

También el médico José Pupuche Vázquez (60) construye una casa en Magdalena para mudarse con sus tres hijos: “Acá se perdió la tranquilidad. Los edificios, el ruido… Uno ya está grande y piensa en descansar”. Cuenta que una vez instalado viajará todos los días a La Plata para trabajar. Y aunque en un principio dudó en mudarse porque le parecía lejos, ahora cree que, en cuanto a la distancia, es similar a vivir en Villa Elisa o City Bell. Dice que a pesar de la juventud de sus hijos (22, 25 y 27 años) “están locos por irse”.

Una localidad que crece

Según el Indec, Magdalena creció un 19 por ciento en nueve años. Los vecinos lo notan en los nuevos locales que se abren, y en algunas mejoras estructurales: en el nuevo acceso al pueblo y en la vistosa fachada municipal. Pero los baches en la ruta que la separan de La Plata significan un problema para los que deben viajar a diario: se ven obligados a ir despacio para evitar romper el auto.

En cuanto a la salud, cuenta con un hospital y una clínica privada, pero muchos lugareños prefieren atenderse en La Plata.

“Magdalena tuvo un cambio muy grande desde 2003 hasta ahora. Se hicieron rutas: la 11, la 20. Hay varias industrias, fábricas. Se abren negocios. Y con el plan Procrear no encontrás ni un albañil para construir. Cualquier cosa funciona porque está creciendo”, dice el arquitecto Ricardo Masson (39), quien después de haber vivido durante diez años en La Plata decidió volver a su ciudad natal, con su mujer y sus hijos.

“Me gusta también La Plata. Pero después de las tres de la tarde quiero estar en Magdalena”, dice el arquitecto. A pesar de mudarse en busca de la tranquilidad que ofrece la vida de pueblo, Masson y su familia no cortaron los lazos cotidianos con la ciudad: viajan a La Plata todas las mañanas para trabajar y llevar a los chicos al colegio, pero para la hora de la siesta la familia se vuelve a Magdalena. La playa es uno de los paseos que más disfrutan y, al igual que otros vecinos, la aprovechan durante la semana. Los sábados y domingos suele estar repleta de bañistas que llegan desde La Plata y otras localidades vecinas para pasar el día.

¿QuE motivos impulsan a abandonar los grandes centros urbanos?

La arquitecta Isabel López (profesora de la UNLP y directora del Centro de Investigaciones Urbanas y Territoriales y de la Maestría en Ciencias del Territorio) explica los factores que influyen en la decisión de abandonar los grandes centros urbanos: el desempleo o las posibilidades del trabajo a distancia que se abrieron a partir de la masificación de internet, las dificultades para comprar o alquilar una casa y el acceso a la educación de los hijos.

La especialista también marca como un factor importante el desarrollo de los vehículos: “Las distancias en términos de tiempo se han achicado a partir del uso de autos que pueden ir a mayor velocidad, aunque nuestras rutas se han adaptado bastante poco a esta realidad”.

López marca tres fenómenos que se producen a nivel mundial: “Nunca en el mundo hubo tanta cantidad de población migrante; el segundo es que esas migraciones se dan entre ciudades, la mayoría buscando trabajo o porque ya vive alguien de su familia o comunidad y, la tercera es que en las regiones metropolitanas -como la que vivimos los platenses- estas movilidades son muy marcadas y cada vez se extiende a más distancia, desde la ciudad central que es Buenos Aires”.

Irma Nélida Neves (79) y Ricardo Comarqui (88) viven en Atalaya y los sábados almuerzan en una parrilla de Magdalena. “En Atalaya están viniendo de todos lados. Mucha gente de La Plata y de las grandes ciudades que tenían casas de fin de semana se han quedado a vivir”, cuenta Nélida. Ese también fue el caso de ellos: vivían en el barrio El Mondongo, compraron una quinta para pasar algunos días hasta que decidieron instalarse definitivamente. “Los que vienen buscan tranquilidad y seguridad, porque robos casi no hay”, dice. También su hijo (47) hace diez años se mudó al pueblo con su nieto. “Dicen que en Atalaya la gente vive 100 años porque hay muchos con esa edad”, se ríe la abuela y cuenta con orgullo que sus vecinos la conocen como “la reina de la comparsa”, porque todos los años se borda un traje y baila.

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