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La Provincia |UN MUNICIPIO SIN PAZ

Pinamar: cinco intendentes en seis años y una crisis sin final

La renuncia del último jefe comunal generó otro fuerte sacudón institucional en esa ciudad

15 de Septiembre de 2014 | 00:00
LOS EPISODIOS VINCULADOS A SOSPECHAS DE CORRUPCIÓN SE HAN VUELTO UNA MONEDA CORRIENTE EN EL MUNICIPIO
LOS EPISODIOS VINCULADOS A SOSPECHAS DE CORRUPCIÓN SE HAN VUELTO UNA MONEDA CORRIENTE EN EL MUNICIPIO

El 25 de agosto pasado, a pocos días de ser interpelado por segunda vez por el Concejo Deliberante, el intendente de Pinamar Hernán Muriale confirmó su renuncia al cargo, acorralado por denuncias en torno a una obra de desmonte en los médanos y con cada vez menos respaldo político.

El alejamiento de Muriale y su reemplazo en manos del concejal Pedro Elizalde fue el último episodio de la larga crisis institucional en Pinamar, un municipio que tuvo cinco jefes comunales en apenas seis años y sobre el que parece recaer una suerte de “maldición” política.

Cada aproximadamente dos años, esa ciudad costera se convierte en el escenario de fuertes sacudones institucionales con algunos elementos que se repiten: episodios de corrupción, cámaras ocultas, denuncias en la Justicia, investigaciones en el Concejo Deliberante y destitución de los intendentes. Por ese proceso pasaron, por caso, el histórico vecinalista Blas Altieri y su sucesor, el peronista Roberto Porretti.

A LOS SALTOS

En efecto, Pinamar tuvo entre fines de 2007 y 2014 seis gestiones municipales diferentes. El complejo proceso de sacudones institucionales se inició con el fin de la administración de Blas Altieri, quien perdió en 2007 en manos de Roberto Porretti por sólo 200 votos. Vecinalista muy cercano al menemismo, la figura de Altieri había sufrido un fuerte desgaste luego de cuatro mandatos consecutivos en los que Pinamar se convirtió en el balneario más exclusivo del país, una suerte de vidriera política y social que concentraba todas las miradas cada temporada veraniega.

Altieri fue, durante los ‘90, el intendente que encabezó un proceso de transformación histórico de la ciudad, a donde cada año llegaban para veranear en sus playas las caras más conocidas de la política.

El justicialista Porretti llegó a la comuna con la promesa de encarar un período de saneamiento de cuentas y transparencia. Pero su gestión apenas duró unos meses. En marzo de 2008, fue suspendido de su cargo por el Concejo Deliberante en medio del escándalo que se inició con una cámara oculta en la que, supuestamente, pedía dinero a un empresario de la noche para no clausurarle su discoteca. Los concejales lo encontraron culpable de cometer 14 transgresiones administrativas que fueron descubiertas y probadas en la investigación.

Mientras iniciaba un largo peregrinaje por la Justicia provincial, Porretti fue reemplazado en el cargo de intendente por el primer concejal electo en su lista, Rafael De Vito. Empresario de la construcción local y dueño de uno de los mayores corralones pinamarenses, De Vito debía completar el mandato de Porretti. Y así lo hizo hasta 2011. En marzo de ese año, en elecciones anticipadas Blas Altieri volvió a imponerse en las urnas, esta vez contra la edil radical Mercedes Taurizano, y regresó a su viejo y conocido sillón de intendente.

Pero como si fuera imposible escapar de esa suerte de maldición política, Altieri tampoco pudo completar su mandato. A poco de asumir, su gestión fue blanco de denuncias por supuestas irregularidades en la entrega de viviendas sociales, una maniobra en la que se habían visto beneficiadas sus hijas. En ese marco, en julio de 2012 fue destituido por el Concejo.

Altieri fue reemplazado por Muriale, un concejal que había sido electo en su lista y que reporta a su mando político en el MUPP, al igual que su sucesor, el recientemente asumido intendente Pedro Elizalde.

Pero Muriale tampoco pudo completar el mandato del viejo caudillo pinamarense. Su gestión sufrió constantes crisis políticas, la más grave de las cuales se disparó a partir de una denuncia en su contra por habilitar el desmonte de la última reserva de médanos del distrito de Pinamar, ubicada entre Ostende y Valeria del Mar, para la construcción de un hotel propiedad de su esposa.

Pese a que muchos apostaban que la salida de Muriale iba a descomprimir la crisis política en el distrito, el horizonte para el flamante jefe comunal Elizalde tiene varios frentes de tormenta. A pocas horas de asumir, el 2 de septiembre pasado, ya tuvo que empezar a pilotear conflictos institucionales luego de que un grupo mayoritario de concejales anunciara que no acompañará un proyecto de aumento de tasas para el distrito, sumido en una fuerte crisis económica, que el oficialismo considera fundamental para mantener las cuentas municipales.

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