Alex Salmond, un lugar en la historia de Escocia

Alex Salmond, orondo y de rostro engañosamente afable, tiene motivos para estar satisfecho con “su” referéndum de independencia de Escocia, más allá del resultado, que podía ser un triunfo histórico en el mejor de los casos, y en el peor, amplias concesiones de Londres.

El ex funcionario y ex economista del Royal Bank of Scotland puede legítimamente aspirar a lograr a los 59 años el sueño de toda una vida.

El separatista que sacudió Londres y hace soñar a los nacionalistas de todo el mundo habla enfáticamente de su proyecto para su nación de 5,3 millones de personas, un futuro lejos de Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte, lejos del Reino Unido. Ha manifestado la intención de “liberar a los escoceses” de tres siglos de Unión; romper “las cadenas” que unen Edimburgo a Westminster, el parlamento británico en el que tuvo un escaño desde 1987 hasta 2010; presidir “uno de los pequeños países más ricos del mundo”. Un país al modo socialdemócrata escandinavo, miembro de la Unión Europea (UE) y la OTAN, pero sin armas nucleares. Rico como Noruega y Suiza, gracias al oro negro del petróleo del Mar del Norte y al oro ámbar, el whisky.

Sus partidarios elogian su determinación y habilidad política. Sus opositores lo consideran arrogante y misógino. Sin embargo, los medios británicos, a los que a menudo exaspera, coinciden en que es uno de los políticos más talentosos de su generación. Nacido en 1954 en un barrio obrero de Linlithgow, cerca de Edimburgo, Salmond es un producto local puro como lo demuestran su acento y su licenciatura, en economía e historia medieval de la prestigiosa Universidad de Saint Andrews.

Su suerte cambió en 1990, cuando toma las riendas del Partido Nacional Escocés (SNP), entonces marginal, al que dio un fuerte impulso. Elegido como “primer ministro” regional en 2007, domina el heterogéneo SNP con puño de hierro. En 2011, el SNP logró finalmente la mayoría absoluta en el Parlamento escocés, y fue entonces que exigió un referéndum de autodeterminación. Y lo logró.