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Información General |HISTORIAS PLATENSES

El mundo por un beso: los que dejan todo por amor

Cruzar un océano, tomarse cinco aviones y aterrizar a más de 10 mil kilómetros de tu casa por un beso. Aunque no lo creas, el mundo está lleno de hombres y mujeres dispuestos a dejar todo por amor. El cinismo dejó de estar de moda y, si tenés ganas de enamorarte, las redes sociales y las apps son tus aliadas. ¿Qué no harías por amor? Historias de los que se juegan todo, ganen o pierdan

20 de Septiembre de 2014 | 00:00

Por PATRICIA SERRANO

Mi avión partía en 5 días. Era un vuelo de Lima a Buenos Aires que me devolvería sana y salva a mi vida conocida y deseada. Porque yo era una profesional que vivía en el departamento más hermoso de San Telmo, tenía el trabajo mejor pago para una chica de 26 años y pasaba las mañanas en cafés, las tardes en cines y las noches en bares. Estaba exactamente en el lugar que me imaginaba que debía estar a esa edad. Y era feliz. Pero esa noche, frente a las olas negras y gigantes del Océano Pacífico, cuando él -20 años, salteño, sin un cobre- me pidió que no tomara el avión y yo dije sí todo lo demás se desvaneció. ¿Es una forma de locura el amor? ¿Qué cosas estamos dispuestos a dejar por alguien? ¿Y si sale mal?

La ciencia dice otra cosa. Las mariposas en la panza, las mejillas ruborizadas, el corazón que late más fuerte, sí, todos esos lugares comunes del amor tienen una explicación neurológica: el amor es una droga. Así de simple. Cuando te encontrás con tu media naranja se activan ciertos centros neuronales que, aunque no lo creas, son exactamente los mismos que se activan por el consumo de alcohol, tabaco y cualquier otra sustancia adictiva. Todos estamos de acuerdo en que mejor besarse que fumar pero parece que en nuestro cerebro se festeja de la misma forma. Usted puede decirle esto a un enamorado y no logrará nada. La explicación neurológica del amor, al menos a mí, no me ayudó a volver a mi vida tranquila y mis cuentas pagas.

“Digamos que el amor es una obstinada aventura. El lado aventurero es necesario, pero no lo es menos la obstinación. Dejarse caer al primer obstáculo, a la primera divergencia seria, en los primeros aburrimientos, no es sino una desfiguración del amor. Un amor verdadero es aquel que triunfa duraderamente, a veces duramente, sobre los obstáculos que el espacio, el mundo y el tiempo le proponen”. ¿Se sienten un poco enamorados? El párrafo pertenece a “Elogio del amor” del filósofo francés Alain Badiou, para quien el amor es entender el mundo desde la diferencia. Nada de completarse. De ser uno. El amor es lucha y diferencia y, sobre todas las cosas, dice Badiou, el amor es un riesgo: quien quiera salir limpito de esta aventura mejor que mire una película en su casa. En el amor a distancia no hay lugar para los débiles.

EL INICIO DEL AMOR

Ni ella hablaba francés ni él hablaba español. En esta historia el lenguaje tampoco importó demasiado. Si existe el amor a primera vista, ese rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado a mitad del patio, Alejandra De León -40 años, organizadora de eventos y gestora cultural- está segura que eso mismo le pasó a ella el año pasado en de Montevideo: “Nos conocimos en una esquina. Él terminaba un viaje en moto por Sudamérica, me preguntó por una calle y en ese instante y en spanenglish nos pusimos a hablar: supe que era mi príncipe francés”.

Un estudio del Trinity College de Dublín (TCD), Irlanda, afirma que dos personas pueden enamorarse con sólo un cruce de miradas: una fuerte descarga de unos 30 segundos que es capaz de activar una zona del cerebro que detecta una inmediata y fulminante atracción entre dos mortales. El estudio fue publicado hasta en la revista Journal of Neuroscience, por lo que Alejandra, cuando apenas cinco días después de conocer a Manu, su francés, decidió dejar todo para irse a pasar año nuevo con él no estaba tan equivocada. La ciencia, las visitas que se hicieron desde entonces de cada lado del charco y el proyecto de irse a vivir al campo juntos lo confirman.

¿Qué estaría dispuesta a dejar Alejandra por su príncipe francés? Hasta ahora viajó 10 mil km, pasó su cumpleaños por primera vez lejos de sus amigos y no lo duda: “todo, irnos a vivir al campo y tener hijos, en cualquier lugar del mundo, pero con él”. La distancia la sobrellevan con las redes sociales a dos manos y el celular siempre cargado de batería, a toda hora. “Nunca conocí un hombre como él, maduro, brillante, bello, generoso, solidario, es mi príncipe de tierras lejanas”, sentencia ella que hasta hace poco tiempo vivía en Argentina y ahora espera que regrese el amor de su vida en Uruguay.

Un amor verdadero es aquel que triunfa duraderamente, a veces duramente, sobre los obstáculos que el espacio, el mundo y el tiempo le proponen”

UNA RELACIÓN Y UN OCÉANO

La primera vez que Emiliano Cortina -34 años, comunicador social, platense por adopción- conoció a la familia de su novia no entendió una sola palabra. Nada estaba fuera de lo esperable: una cena, los padres, la hermana. El detalle es que Emiliano no hablaba el idioma de su novia, Sabrina Messmer Cappellin, una joven suiza que lo recibía tras 18 horas de vuelo en su casa de Zúrich. Ahora, a 4 años del inicio de la relación y muchos aviones en el medio, él ya maneja bastante el alemán duro de sus parientes políticos y ella habla un español sorprendente. Verlos juntos, sí, saque el pañuelo, es emocionante.

Pero la primera vez que Emiliano la vio no estaban en Suiza ni en Argentina. Era el 28 de de diciembre de 2011. Escenario edénico: Taganga, un pequeño pueblo costero del caribe colombiano. Él dice que la vio atractiva desde el primer momento, cuando ella hablaba alemán y tomaba café en el hostel. Pero Cupido actúo unos días después: “escuchábamos Radiohead tirados en la arena, con la cabeza arriba mirando el cielo, escuchando el mar, y haciendo un juego con las manos, rozándonos, nos dimos cuenta que algo bueno pasaba, que existía una conexión fuerte que iba más allá de todo”.

El sentimiento amoroso libera serotonina en el cerebro, un neurotrasmisor que da sensación de control, seguridad y calma la ansiedad. Para producirse, cuentan los estudios, hay que estar cerca del ser amado. Si estamos lejos, si no nos vemos, no producimos esa sustancia y entonces aparece la inseguridad y la obsesión. Emiliano y Sabrina están exactamente, en línea recta desde La Plata a Zúrich, a 11.207 km de distancia. Y, al menos para ellos, esta regla no parece aplicarse.

La fórmula que tienen para continuar juntos son los viajes equitativos: se ven cada cuatro meses, un viaje cada uno. Hasta ahora van empatados 4 y 4. ¿Cómo seguirá la historia? Mucho skype, whatsapp, facebook y todas las alternativas del mundo virtual y, mientras tanto, el proyecto final de reunirse y formar una familia. “Siempre decimos lo mismo: la distancia es una anécdota”, remata Emiliano y se pone a chatear.

CRUZAR EL CHARCO

72 horas pueden cambiarte la vida. Por lo menos si te llamás Mariano Arnaboldi -38 años, analista en una empresa telefónica, apasionado del cine y los libros- y estás de vacaciones en el norte argentino en un enero hace cuatro años. Él lo cuenta así: “Faltaban tres días para subirme al avión, estaba en la pileta de un hostel salteño cuando la vi: una chica alta, rubia y muy bonita, claramente extranjera”. Fue como una aparición. Mariano salió de la pileta, se puso lindo y esperó en la recepción que ella apareciera. Su carta era ser el guía turístico de esta alemana llamada Miriam, seducirla y pasar un buen rato. Pero hubo un problema: se enamoraron.

Uno podría pensar que la historia continuó en Köln, Alemania, una ciudad con catedrales como castillos y puentes iluminados que cruzan un hermoso río. Que allí viven hace tres años con un hermoso niño de rizos dorados llamado Dante. Que Mariano, lejos de su tierra, es feliz. Pero no. Acá la historia es al revés: la que se jugó por amor fue ella. “Dejó su tierra natal para casarse conmigo y formar una familia que se completó recientemente con Lana, una perra chiflada y nuestro primer hijo que me emociona todos los días”, cuenta Mariano.

Según, nuevamente, la neurociencia, una vez enamorados el cerebro continúa liberando dopamina, el neurotrasmisor responsable de generar la sensación placentera del amor. Pero hay una gran diferencia entre hombres y mujeres: el área más importante de liberación de dopamina es el tegmental ventral, una zona en la base del cerebro que en las mujeres es un 70 por ciento más grande. Pero Mariano, aún con su menor liberación de dopamina y con ella el país, está seguro que puede dejar el mundo que conoce para seguir a su lado: “Podría dejar mi país si algún día ella quiere volver al suyo y supongo que eso significa que podría dejar todo”. Algo ya sabe: fue capaz de viajar 18 mil kilómetros sólo para verla y, desde ese día, no se separaron más.

TAMBIÉN PUEDE SALIR MAL

Ni en su peor pesadilla Lautaro Aránguiz -fotógrafo, 27 años y hoy con una nueva relación- podría haber imaginado viajar 18 mil kilómetros hasta el país más lejano e imposible para bajar en un aeropuerto frío y ventoso y pelearse, ahí mismo, con la chica que creía amar. Inkeri es una finlandesa que conoció gracias a Couchsurfing, una plataforma para viajeros en todo el mundo. Ella estaba en Argentina y durante las semanas que compartieron juntos todo fue tan real y tan hermoso que Lautaro no dudo un segundo al sacar un pasaje para continuar ese amor en tierras lejanas.

“No pude evitar hacerme mil películas en la cabeza. Hay un término en inglés, “daydreaming”, que lo describe bien: soñaba despierto. Me vi quedándome a vivir en Finlandia, pensé en que tendría que aprender el idioma y me compré un libro para estudiar”, cuenta Lautaro y no duda un segundo en responder que sí, claro, lo haría de nuevo. Podría dejar todo muchas veces por amor. La historia con Inkeri terminó mal: ella volvió con su ex novio unas semanas antes que Lautaro viajara, discutieron en el aeropuerto, se vieron unas veces, él la pasó mal, pero finalmente hizo amigos y recorrió el país.

“Lo volvería a hacer y le recomiendo a todo el mundo que lo haga. Creo firmemente que el amor es lo único por lo que vale la pena jugarse. Salga bien o mal”, concluye. Y en esta nota estamos cien por cien de acuerdo con él.

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