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Información General |LA EDUCACION DE LOS HIJOS

Las penitencias en extinción y menos límites para los chicos

Para la nueva generación de padres se abre un dilema alrededor del castigo: ¿dejarlos ser o reprimirlos?

22 de Septiembre de 2014 | 00:00
PARA LOS ESPECIALISTAS, PONER LÍMITES A LOS CHICOS FORMA PARTE DE LA EDUCACIÓN Y NO DEBE SER MIRADO COMO UN ACTO DE AUTORITARISMO
PARA LOS ESPECIALISTAS, PONER LÍMITES A LOS CHICOS FORMA PARTE DE LA EDUCACIÓN Y NO DEBE SER MIRADO COMO UN ACTO DE AUTORITARISMO

Mía juega a hacer una torre con los adornos de vidrio que encontró sobre la mesa ratona. La madre finge no verla y conversa con la dueña de casa que - alarmada por su decoración - le advierte que se puede cortar. Entonces la madre reacciona: imposta un tono de reproche y le ofrece ir a jugar afuera con los demás niños. Pero la nena no quiere, y se empaca: se deja caer en el sillón, apoya sin piedad sus zapatos sobre el tapizado y hunde la cabeza entre sus rodillas. La madre le da la espalda, sonríe a quien sufre silenciosamente por su sofá e intenta reanudar la charla.

Ciro llegó al cuidado de su padre. Saludó tímidamente y corrió al jardín para jugar con la mascota de la casa. En poco tiempo entró en confianza: agarró al perro de la cola y empezó a girar sobre su propio eje. Desde la galería, y sin abandonar su copa de vino tinto, el padre lo reprendió. El nene bufó y dejó de hacerlo, pero a los minutos estaba otra vez mareando al perro. Su papá enganchadísimo en una discusión.

En el colectivo, un nene inquieto patea el asiento de adelante para entretenerse durante el viaje. La madre, inmersa en sus pensamientos, no reacciona hasta que el pasajero afectado se queja. Y entonces sí, lo reprime. La criatura se queda quieta hasta que se le ocurre jugar al avión con un alfajor pegoteado y medio comido. Con una mano enchastrada se agarra del respaldo que tiene delante y con la otra “vuela su nave” de chocolate sobre la cabeza del pasajero. La madre no emite palabra.

“La puesta de límites es constitutiva de la subjetividad. Los límites son amor, contención y un lugar continente donde alojar al otro”

Este tipo de situaciones - que suelen resultar exasperantes - se repiten con frecuencia entre las nuevas generaciones de padres. Se les dice relajados y modernos. Y seguramente lo sean: los que andan por los 80 o por los 60, en su mayoría, fueron mucho más rigurosos y menos permisivos con sus hijos. Cambió el trato y quizá también se modificó el vínculo. Aumentó el diálogo y disminuyeron - o al menos se transformaron - los castigos.

Varios factores podrían haber influido en este fenómeno. En principio, en la actualidad existe una gran cantidad de información que anda dando vuelta: abundan estudios sobre la infancia que explican el peso, las dificultades y las posibles consecuencias de esta etapa; se conocen los beneficios del diálogo y de escuchar con atención lo que dicen los niños; y se sabe de los traumas derivados de la indiferencia o de los malos tratos, entre otros asuntos concernientes a la niñez. En este aspecto, podría decirse que los padres modernos son más conscientes que las generaciones anteriores de la importancia de muchas situaciones que antes se ignoraban.

Un gran caudal de información circula en los medios y se ofrece en las librerías. Los concejos de las abuelas que se trasmitían de una generación a otra fueron reemplazados por las voces de especialistas, que se multiplicaron y presentaron nuevos temas a considerar (y cada vez menos mujeres se animan a dejar en manos del instinto): la nutricionista, que guía desde el embarazo; el sueño del bebé y el secreto para dormirlos; qué hacer cuando lloran; cómo deben ser los mimos; la estimulación, y ojo con la sobre estimulación; las actividades extra-escolares con cuidado de no estresarlos, el aprendizaje y el consumo. Se sabe de la importancia de los juegos para el desarrollo personal y se incentiva a dejarlos expresarse para fomentar la creatividad.

El problema se presenta en el límite y se impone la pregunta de “¿hasta dónde?”. Hasta dónde es aconsejable dejarlos “ser” y cuándo se debe reprimir. ¿Son necesarios algunos castigos?.

La licenciada en psicología Silvia Russo cuenta que la puesta de límites es un tema que preocupa cada vez más a los padres y a los educadores. Según explica, esta incertidumbre sobre la manera correcta de actuar se relaciona con la modificación en las condiciones de crianza y de algunos “significados culturales” que, por ejemplo, inducen a motivarlos para que desarrollen un pensamiento crítico y no permanezcan callados o sin opinión, entre otras cuestiones.

Para la especialista, es importante no perder de vista que limitar al niño “forma parte de la educación y no un acto de autoritarismo”. Dice: “La puesta de límites es constitutiva de la subjetividad. Los límites son amor, contención y un lugar continente donde alojar al otro”.

Cuenta que muchos adultos que llegan a su consultorio presentan dificultades para encontrarse con el conflicto, y para aceptarlo. “Es imposible cualquier proceso educativo sin esta noción incluida como parte y no como una falla resultante”, asegura Russo.

Plantea también el problema de los padres que deben trabajar jornadas completas y cuentan con poco tiempo para compartir con sus hijos. En estos casos, considera importante que los adultos comprendan que los niños no se educarán solos ni otras personas podrán cumplir su función.

Las consecuencias más graves de la falta de límites durante la niñez pueden aparecer en la adolescencia: “Los problemas que en la primera infancia no se resolvieron, se reeditan cuando se pretende que el niño sepa cuidarse y pararse con responsabilidad ante su mundo”.

“Para que nuestros niños sean responsables y puedan gozar de la libertad hay un camino que se inicia tempranamente y desde el ejemplo. Vemos adultos que piden orden y aplicación con ciertas cosas - por ejemplo la escuela - y no reparan en sus reiterados incumplimientos con sus espacios e inclusive con los de sus hijos”, dice la especialista.

Muchas veces, ante la frustración que genera en los padres el niño “no encaminado”, surgen los gritos, los castigos sin coherencia y se desbordan los límites del mayor. De esta forma - explica - se pierde el eje de protección y de guía para el menor.

Para Russo, crear un vínculo basado en el diálogo es esencial. Pero advierte que esto no implica “pedirle permiso o consenso al niño” en las decisiones concernientes a su educación. “Sostener una penitencia, por ejemplo, tiene que ver con que se aprenda algo y no con un capricho o respuesta opresiva para provocar efectos mágicos. Es necesaria la palabra como herramienta y un objetivo de crianza. Se debe buscar la manera más efectiva para producir entendimiento”.

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