Solos y de noche...

Por W.E.

Los Redonditos de Ricota, banda de rock mítica para los platenses tenía una frase de cabecera: “solos y de noche”. Esto quería decir que no tocaban junto a otros grupos y siempre en horario nocturno. Algo de esto ocurrió anoche en el Bajo Flores, en ese estadio “Pedro Bidegain” que parece no terminarse nunca. Este fútbol argentino que hoy no nos da la posibilidad de jugar con dos hinchadas, solamente la fiesta está en una cabecera y sus hinchas que gritan a nadie, extienden sus manos apuntando a nadie. En el otro, obvio, la nada, tan solo alguna publicidad o un grupo de integrantes de la delegación visitante que se quedaron sin lugar en el Palco.

Obligados a seguir las alternativas indefectiblemente por televisión, en cada partido, cada fin de semana, en los estadios hay espacios vacíos, que lucen fríos y que por ahora no serán ocupados por hinchas que no tengan otra camiseta que la de los dueños de casa.

Sábado a la noche, en un horario incómodo para ir a la cancha como el de las 21:30, que corta cualquier plan de salida familiar, pero sirve de excusa para que el grupo de amigos se junte alrededor de una mesa con unas pizzas o empanadas para vivir el partido.

Los primeros silbidos en el Nuevo Gasómetro son para los jugadores del Lobo cuando pisan el campo de juego poco antes de las 20, tras bajar del micro y dejar los bolsos en el amplio vestuario visitante. Después los gritos hostiles son para el Mono Monetti que ingresa al terreno de juego a cumplir con la entrada en calor con el entrenador de arqueros Gabriel Vega y el golero suplente Yair Bonnín.

Mientras tanto, en la zona de camarines por el vestuario Tripero están Osvaldo Barsottini, Maximiliano Coronel, Maximiliano Meza, Matías García y Ezequiel Bonifacio, entre otros, integrantes del plantel que a pesar de no jugar o no integrar el banco, fueron igual a hacerle el aguante a sus compañeros.

Y aparece una cara conocida. Es el delantero Rodrigo Contreras, que con sus muletas entra con cierta dificultad. El juvenil de San Lorenzo, que se lesionó jugando en la Selección Argentina Sub-20 y estuvo muy cerca de volver al Lobo, recibe el saludo de todos. El Tucumano dejó un buen recuerdo.

Y si de jugadores que vistieron las dos camisetas se habla, un párrafo aparte es para Antonio Rosl. Sí, para el Gallego que se inició en el Lobo, pero que en el Ciclón lo quieren como propio, ya que dio tres vueltas olímpicas y hasta llegó a vestir la camiseta de la Selección. Un buen gesto de la dirigencia Tripera, de invitarlo a Rosl para concurrir con la delegación al Nuevo Gasómetro, un lugar desconocido para el, ya que precisamente supo brillar en el Viejo Gasómetro.

La delegación dirigencial con el presidente Daniel Onofri y el vicepresidente Bernardo Supera a la cabeza, junto a Javier Mor Roig, Marcelo Luque y Angel Pietrosimone, caminan ansiosos.

Se viene el equipo a la cancha, se infla la manga, la arenga íntima y el juramento de dejar todo. A partir de ahí, empieza otra historia.