Un show imponente

SENSACIONES
Por MARTIN CABRERA

A esta altura la visita de los All Blacks a La Plata parece moneda corriente. También sus triunfos por goleada, las copas obtenidas y la multitud que convocan en cada una de sus funciones.

Anoche cerca de 40 mil personas asistieron a la cita más importante que tuvo (y tendrá) el rugby argentino en el año. Nada podrá superar el juego de Nueva Zelanda. Y tampoco la puesta en escena del estadio Ciudad de La Plata, que más allá de algunas desorganizaciones lógicas, se vistió de gala para la ocasión.

Desde temprano la avenida 32 se llenó de autos y colectivos. Es que gran parte de los presentes llegaron vía autopista desde Buenos Aires. Algunos se quejaron por ese viaje de 60 kilómetros que para los platenses es un trámite pero para los porteños es como unir Ushuaia con La Quiaca.

Las populares se llenaron más rápido. Delegaciones de rugby de todo el país, con banderas de Tucumán, Cipolletti, Córdoba, Trenque Lauquen y cuanto rincón del país se imagine, poblaron la cancha.

Al grito de “Vamos Pumas Vamos”, los hinchas fueron arribando hasta un barrio que generalmente altera su rutina cuando hay algún partido de fútbol. Pero ayer la redonda cambió por ovalada y el perfume, los sueters, las carteras, las camisas y las chombas pintaron la nueva escenografía.

Las plateas se poblaron más tarde y recién sobre la hora del kick off tuvieron el marco final, con un cartel de “no hay más localidades”. A las 19:15, una multitud le volvió a dar la derecha a Los Pumas.

La banda de la Armada Nacional dio el puntapié inicial y luego el tenor platense Pablo Skrt cantó los himnos, primero el neocelandés y luego el argentino. Momento vibrante y emotivo, como cada inicio de partido de Los Pumas.

EUFORIA, DECEPCION Y RECONOCIMIENTO

Pero la efervescencia duró 15 minutos. Los All Blacks tuvieron un arranque de partido como para sacarse el sombrero. O mejor dicho para disfrutar, ya que en definitiva, hay que ser sinceros, la mayoría fue a ver un buen partido de rugby por encima de la hazaña, que algún día llegará.

La visita empezó a marcar diferencias gracias a su velocidad, sincronicidad, destreza individual y potencia. Por eso en las tribunas los hinchas alternaron entre algún arrebato de aliento, un insulto al árbitro y la “ola” para que recorra de norte a sur todo el estadio.

A falta de 10 minutos el público se empezó a desconcentrar. Sobre todo los asistentes menos devotos al rugby. Pero los entendidos se quedaron a seguir disfrutando de la clase magistral de la mejor selección del mundo, que para colmo de males para los nuestros debe ser de las mejores de toda su historia.

Acaso la mejor definición la haya dado un hombre, de 50 y pico de años, que con un cigarrillo en la mano explicó: “Esto es como venir a ver a U2 o un concierto de Martha Argerich. Ya sabés quién va a brillar. Sólo se trata de sentarse y disfrutar. Qué tontos los que no saben hacerlo”.

En el final llegó el try de Agulla y el intento de reacción para buscar un nuevo try que impidiera la consagración de los All Blacks. Pero no hubo tiempo para más, sólo para ver cómo Richie McCaw levantaba la copa otra vez en el mismo escenario que en 2013. Por suerte La Plata fue testigo de un partido de alto nivel y los presentes no lo olvidarán. Mientras que en las redes sociales algunos se burlaron por la derrota, en la cancha no alcanzaron las palmas para aplaudir a unos y otros. Imponente.