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Espectáculos |CINE POR TV

Aunque Polanski no sea Cassavetes

1 de Octubre de 2014 | 00:00

Por AMILCAR MORETTI

Lo mejor, sin duda, en estos días: “Un dios salvaje”, el mejor regreso del mejor Polanski, el más austero y el originario. Hay obras extraordinarias en la “etapa Hollywood”, “Barrio Chino”, lo más, demostración de que el cine de generosa producción puede ser también de autor. Pero el Roman Polanski anterior a todo lo desafortunado en la residencia de Jack Nicholson, esas trampas-patologías que traen los adornos fascinantes de Babilonia, que despiertan todos los demonios, antes de eso, el cineasta polaco que saludó con un “hasta luego” y nunca más volvió a su Polonia comunista, hizo en Gran Bretaña, en Francia y también en Nueva York (”El bebé de Rosemary”) grandes obras dramático-escénicas de la claustrofobia.

Hablo de su película anunciada para sábado y domingo, “Carnage”, basada en “God of Carnage” de Yazmina Reza, pieza teatral que en Broadway tuvo su versión con el desaparecido James Gandolfini y Jeff Daniels, y por Buenos Aires anduvo con Gabriel Goity, Fernán Mirás, María Onetto y Florencia Peña. Yasmina Reza es una escritora, actriz, novelista y dramaturga francesa, recuerda la enciclopedia popular, de padres de ascendencia judía, así: “su padre, medio ruso medio iraní; su madre, húngara”. En “Un dios salvaje” (recuérdese, “Carnage”), Polanski -a esta altura un “cabeza de turco”, la “víctima propiciatoria” para una evangelización norteamericana que tiene que ver con la esencia incestuosa que hizo estallar hace rato a la familia como institución en ese país central- vuelve a “Repulsión” y “El inquilino”.

POLANSKI NO ES CASSAVETTES

Polanski no es Cassavettes, más grande, más influyente. Indaga por su costado propio, una lateralidad que lo lleva a coincidencias con algo cassavetiano (el de los personajes encerrados en un espacio en que discuten y se desangran, o simplemente, viven su cotidiano). En “Carnage” encierra en un departamento a cuatro personajes, dos matrimonios, dos mujeres, dos hombres, dos esposas, dos esposos, y los pone a “acordar y arreglar”, mediante el “diálogo civilizado”, una diferencia entre los hijos de ambas parejas.

Pudo haber comenzado bien, pero no es así: desde el comienzo se sabe que no va a iniciarse, ni tramitarse ni concluir bien. Todo mal, porque todo está mal desde antes: las diferencias sustanciales no pueden suavizarse ni siquiera disimularse cuando provienen de tan lejos y de conceptos tan distintos de vida. No hay arreglo posible: el único acuerdo o armisticio es tratar de absorber que las distancias y detalles son irreconciliables, y no tiene porqué coincidir o armonizar todo siempre.

La vida no es armonía, la existencia humana se basa en el conflicto. Es conflicto (no implica violencia ni guerra). Digo: la existencia -al menos en el oeste (Occidente) se basa en lo dramático si no en lo trágico, como lo define el amigo Niestzsche que vuelve cuando los papeles y las papas queman. Sin tensión, sin ese equilibrio-desequilibrio inestable y flotante, la cultura entera del oeste no tendría lugar. Y bueno, hasta tal vez la vida misma de los humanos sea del todo así: aceptar que la armonía de nirvana no es de aquí, no para nosotros.

Polanski no es Cassavettes pero maneja como casi ninguno las palabras y los gestos de humanos enfrentados-confrontados en un espacio, una habitación, un departamento. Algo que se dice y está de más, una expresión inoportuna, un movimiento no calculado, que todo lo otro, la sociedad toda, uno mismo, el trabajo, el amor, los gustos y disfrutes, son fragmentaciones de un universo en que se obliga a hacer primar la atomización: no hay forma de complementarse porque cada uno no tiene lo que al otro “le hace falta”, apenas, con suerte, tiene para sentirse medio completo” uno mismo. Y así debe intentarse estar lo mejor posible, con aceptable y tolerable grado de miseria neurótica, al decir de Freud. Si uno sobrelleva una discreta y soportable cuota de miseria neurótica, entonces “es sano”.

Sábado a las 22 y domingo a las 20, 25, por I-Sat.

OTRA QUE VALE LA PENA

Vista en la televisión hace unos tres años, el domingo va también una película que tiene atributos para ser vista, apreciada, descubierta, valorada: “The Lovebirds”, filmada en Lisboa. La dirige Bruno de Almeida y según nos reseña Ibermedia, un resumen rápido la explica así: “En Lisboa, seis historias se desarrollan durante el transcurso de una noche: un norteamericano persigue a una mujer por las callejuelas de Alfama, añorando a su esposa fallecida; dos ladrones de poca monta se dedican al hurto mientras deciden si siguen siendo amigos o se separan; un cineasta hace una película sobre boxeo, sabiendo que éste será su último combate; un hombre intenta sacar a su amigo arqueólogo de la excavación que éste se niega a abandonar; un taxista combina el asesinato de mujeres con la ayuda humanitaria y un piloto intenta sortear sus líos amorosos sin éxito.”

Domingo a las 22, por INCAA.

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