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Un thriller fascinante, inteligente y perverso

4 de Octubre de 2014 | 00:00

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

PERDIDA, de David Fincher- El realizador de la notable “Seven: Pecados capitales” vuelve aquí con una historia atrapante, cargada de claroscuros. En el centro, Nick, Amy y un amor hecho de ilusiones y decepciones, de manipulaciones y recelos, de misterios y rencores. “Eso es el matrimonio”, dice ella, una escritora dueña de una belleza inquietante, que vive como si fuera la heroína de una de esas fábulas recargadas de hadas buenas y villanos feroces (superlativo trabajo de Rosamund Pike). De allí aprendió a tramar todo y a creer sólo en su imaginación. Siente que la vida, al menos la suya, merece un orden y que ella, como en los cuentos, es quien debe dársela.

Estamos en un pueblo de Missouri. El día que Nick y Amy van a celebrar su quinto aniversario de casados, ella desaparece. Sorpresa, desesperación. Todo parece apuntar al marido. Pero a partir de allí la historia se ensancha y se contradice. ¿Qué pasó? Los vecinos, los medios y la investigación policial suman argumentos. Hay un sospechoso diario personal y unos cuantos flashbacks que agregan dudas. Y allí entra en escena la mentira y esa enorme zona de grises y misterios que merodean entre el amor, la violencia, el sexo, la infidelidad y el odio. Es un texto ingenioso, complejo sin ser confuso, atrapante, un film sutil y sofisticado que no hace trampas y cala hondo en la personalidad de una pareja retorcida que está unida más por los pesadillas que por los sueños.

¿Qué pasa en este matrimonio? El film renueva cada paso sus sospechas, va y viene sin soltar al espectador y tiene un final a la altura de un tema que apuesta al puro desconcierto, en el mejor sentido de la palabra. La mentira los separa y la mentira los junta. Nick y Amy se destruyen pero hay algo enfermizo que no los deja separarse. Nadie sabe dónde está la culpa, por qué siguen juntos y hasta dónde se necesitan y se temen. “Perdida” propone una mirada implacable sobre la pasión indomable en su estado más alterado y deja ver al matrimonio como algo misterioso y absorbente, el ámbito donde las pulsiones extremas se subliman y encarnan.

Nick y Amy ¿se aman, se odian? Fincher juega con lo incierto. Sabe que el amor y el crimen siempre dejan pistas falsas. (*****EXCELENTE)

MUSICA

PUEDE UNA CANCION DE AMOR CAMBIAR TU VIDA, de John Carney.- Un film tierno, agradable, con gente problemática pero inteligente, un film que no necesita de un final feliz y que en vez del relato edulcorado prefiere la sencilla ternura de contar una historia simple con muy buenos recursos y grandes intérpretes. Carney nos había gustado en “Once” y ahora volvió para contagiarnos otra vez su pasión por la música. Dan y Gretta se encuentran. Dos perdedores: a ella lo dejó su novio y el anda a los tumbos entre el alcohol y el desamparo. Como no tiene un peso, deciden hacer un disco pero grabándolo en las calles de la ciudad, al aire libre. Y allí empezarán a encontrarle otro sentido a la vida. Una historia más, pero lo que vale es la sensibilidad del cine de Carney, la humana fragilidad de sus personajes tan confundidos, la envolvente banda sonora y las encantadoras presencias Keira Knightley y Mark Ruffalo. Enfoque diáfano de una historia que no necesita redimir a nadie y que deja a sus personajes librados al azar de un futuro incierto. Es sensible, cálida, divertida y tiene además un par de escenas buenísimas: cuando Dan imagina los arreglos para la canción que entona una tristona Gretta; y el paseo por la ciudad, mientras comparten sus temas musicales más queridos. (*** ½).

MASCOTA INSPIRADORA

APRENDIENDO A VOLAR- KAUWBOY, de Boudewijn Koole.- Fábula holandesa, estirada y muy calculadora. La historia daba para un cortometraje. Es la crónica estirada de un nene, con madre ausente y padre enojado, que a falta de mejores compañía elige un pichoncito de cuervo como mascota. El nene hace como que habla con su mami, tiene una amiga, juega al waterpolo y anda con el cuervo de un lado a otro. La alegoría es demasiado explícita Y al final la película, que hasta allí era simplemente decorativa, apela al golpe bajo. La moraleja es simple: el pájaro le enseñará al nene a buscar otros cielos. (** REGULAR)

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