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La Ciudad |NACIONES UNIDAS USARA SU INVENTO PARA LOS REFUGIADOS

No tenía techo y diseñó una casa que asombra al mundo

Mientras estudiaba vivió en un sanatorio abandonado en 4 y 38. Así y todo se recibió en 5 años con alto promedio

5 de Octubre de 2014 | 00:00

Hay historias que parecen de película. Parecen, pero no lo son. Y a veces se escriben cerca, quizás en el barrio, con protagonistas silenciosos que los vecinos se cruzan y saludan a diario.

A fines del 2002, Nicolás García Mayor, un joven que por entonces tenía 23 años, se graduaba como diseñador industrial en la facultad de Bellas Artes de La Plata. Oriundo de Bahía Blanca, desde el 2000 vivía en un sanatorio abandonado de 4 entre 38 y 39 -que le prestó su dueño “a cambio de trabajo”- porque no se podía costear un alquiler. Quizás los vecinos del lugar ni siquiera imaginaban la situación, como tampoco los profesores, ya que el estudiante no quería contar lo que le pasaba. En esas condiciones, se recibió en tiempo y forma y con uno de los mejores promedios de la unidad académica de 7 y 60.

Nicolás (35) es el mismo chico que el año pasado fue invitado a hablar ante la asamblea general de la ONU y que hace poco fue condecorado como uno de los 10 jóvenes sobresalientes del mundo. ¿Por qué? Porque en su trabajo de tesis -descubierto ahora a nivel internacional- ideó un sistema de refugios de emergencia superador de todo lo conocido hasta hoy (ver aparte). Y Naciones Unidas ya le está brindando la ayuda necesaria para construirlos a gran escala y utilizarlos para personas que quedaron sin hogar como consecuencia de catástrofes naturales y pandemias y para refugiados de guerras o violencia interna.

La original vivienda, que cautivó a los casi 200 representantes que acudieron al máximo cónclave de la ONU el año pasado, nació en aulas platenses y ya tiene la bendición del Papa Francisco.

El joven que estudió en Bellas Artes, hoy multigalardonado y reconocido en el máximo nivel mundial, se presta a la charla sin rodeos. Sencillo, amable, agradecido, Nicolás resalta que viene “de una familia trabajadora” a la cual le resultaba imposible en la época de la gran crisis económica sostenerlo lejos de su ciudad natal.

“Llegué a La Plata en 1998 para estudiar diseño industrial y me recibí a finales del 2002”, resume, pero en el camino tuvo que pasar por momentos durísimos, aunque él los vivió casi con naturalidad.

“En el 2000, compañeros con los cuales compartía un alquiler se volvieron a sus ciudades, otros abandonaron la carrera, era un momento muy difícil por la crisis económica y mi familia no podía ayudarme”, recuerda Nicolás, quien desde chico colaboró con su hogar trabajando, y mientras hacía el secundario siguió haciéndolo para “absorber los gastos iniciales” en La Plata.

El joven alumno de diseño industrial jamás bajó los brazos. Ya en nuestra ciudad comenzó a ganarse su dinero “en lo que encontraba, desde cambiar foquitos hasta encargarme del mantenimiento del edificio o hacer tareas de electricidad para vecinos”, comenta, aunque resalta que “desde un comienzo traté de trabajar haciendo diseño”. Pero no alcanzaba. Fue en ese momento, cuando le restaban dos años y monedas de carrera, que le pidió “a un cliente que tenía un hospital en desuso si le podía cambiar trabajo por un techo donde vivir. Me dijo que estaba loco, y le respondí que eso no era una novedad para mi”, rememora con una enorme sonrisa.

FILOSOFIA DE VIDA

“Reacondicioné la sala de radiología, y allí termine mis estudios”, apunta. Consultado sobre cómo vivenció la experiencia de hacer casi media carrera en esas condiciones, Nicolás responde con convicción: “Cuando se tiene un objetivo, una meta, las condiciones se desvirtúan, porque uno se extiende y siempre puede dar un poco más. Te das cuenta, con el pasar de la vida, que es un estado de vivir siendo resiliente (en psicología, resiliencia es la capacidad que tiene una persona de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro)”. “Hay que enfrentar las situaciones complejas con valor, garra y esperanza -continúa-. Yo no veía el momento de decirle a mi hermano mayor Sebastián, “el Colo”, y a mi hermano menor Carlos Maximiliano: ‘Hermanos, me recibí’”.

Lo que para el hoy “joven sobresaliente del mundo” significa la familia, queda claro con el nombre que le puso al sistema de viviendas que ideó: cmax, que refiere al nombre de su hermano más chico (Carlos Maximiliano). Ahora, al lado de esa marca aparece el escudo de la ONU y la sigla OCHA, la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas.

En mayo del 2013, Nicolás -quien hace años montó un estudio de diseño en su ciudad natal- recibió vía mail “una invitación de la unidad de compras de la ONU, que en ese momento existía en Argentina, para presentar proyectos relacionados con la ayuda humanitaria, y reenvié un correo electrónico con mi tesis de grado”, rememora.

Pocos días después lo llamaron y le dijeron que había sido seleccionado para presentarlo en Washington. Tenía sólo dos semanas por delante. En la capital de Estados Unidos lo vieron la Cruz Roja, la Organización Mundial de la Salud y la ONU.

“La gente de Naciones Unidas me dijo que era el producto que venían buscando hace años, que dignificaría y salvaría muchas vidas. Querían comprarme una cantidad importante, pero les comenté que era un proyecto de tesis. Entonces me dijeron ‘el mundo se tiene que enterar de esto’, y me invitaron a presentarlo en la asamblea general en Nueva York”, relata.

TRATAR DE ENTENDER

Luego, vivió “una película”. “Estar ante casi todos los presidentes del mundo, que tratan temas como el desarme nuclear, armas químicas... Los ojos no me alcanzaban y el corazón me latía muy fuerte. Trataba de entender qué me había llevado hasta allí. Y luego el encuentro y el abrazo con el Papa, quien me dio su bendición y apoyo. Son cosas que se llevan con mucho orgullo y pasión”, dice, y se emociona.

Ahora, con el soporte de la ONU y de varias fundaciones humanitarias se está montando una planta en el país y en otros para construir las viviendas, pues “la necesidad es muy grande”, apunta.

Pero faltaba más. La Cámara Junior Internacional (JCI), una de las mayores organizaciones juveniles del mundo que tiene una banca en la ONU, primero lo nombró como uno de los 10 jóvenes destacados de la provincia de Buenos Aires; luego le dio el mismo premio a nivel nacional, y este año, un prestigioso jurado de más de 150 personas lo designó como uno de los 10 jóvenes sobresalientes del mundo por su “contribución a la niñez, la paz mundial y los derechos humanos”. En la fase argentina, han sido jurados de esa distinción Luis Leloir, Bernardo Houssay, Borges y Favaloro.

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