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Todo es ilusionismo, en el amor y en la vida

11 de Octubre de 2014 | 00:00

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

MAGIA A LUZ DE LA LUNA, - Comedia romántica, con formato teatral, de amable intriga y melosa envoltura. Allen se instala en los años veinte y en un caserón de la Riviera francesa para hablarnos otra vez de ilusión y realidad: ¿quién decide en el amor? ¿La cabeza o el corazón? La historia tiene como protagonista a un mago (un engañador por excelencia) que es convocado para desenmascarar a una médium (otra embaucadora). Al final, los dos acabaran compartiendo una realidad que los obligará a dejar a un lado sus trampas para no tener que disimular más el amor.

Allen apela los contrastes: opone a la madurez de ese mago desenmascarador, la dulce juventud de una muchacha ingenua. ¿Homenaje a su biografía amorosa? El es un pedante que no se anima a querer porque sólo aprendió a hacer trampas. Y ella se mezcla en el mundo de los trucos para saber que hay más allá de su modesta realidad. Los dos mienten. Y será la mentira la que los acercará. Lo que Allen busca no es desnudar los engaños, sino ponerlos en primer plano y demostrar que hace falta fantasía (¿y mentiras?) para soportar este mundo tan aburrido, como dice el mago. Allen desconfía del poder de la razón y ridiculiza a ese desenmascarador que al final lo único que descubrirá es que el falso era él. Y será ella la que le quitará las máscaras.

El film es muy hablado, reiterativo, demasiado leve, pero también deja ver el talento de Allen para entrarle al tema y poner rápidamente a sus intérpretes en clima. No están sus réplicas punzantes, su humor ha dado paso a un registro menos irónico y más comprensivo. Hasta los personajes antipáticos fueron suavizados. “Magia a luz de la luna” nos trae a un Woody Allen romántico que no se hace grandes preguntas y deja que el impulso decida. El resultado es cuentito que sólo pretende ponerle unas fichitas al corazón sin esforzarse mucho. Un filme ligero, llevadero, de notas suaves, el amable deambular de un desesperanzado que ha hecho las paces con las cosas simples y lindas de la vida (la música, la sorpresa, los amores imposibles) y nos avisa que la magia (¿como el amor?) puede deparar encantamiento o engaño (*** ½)

NI DARIN LA SALVA

DELIRIUM, guión y dirección de Carlos Kaimakamian Carrau. La idea no era mala: que Ricardo Darín haga de Ricardo Darín. El film podría ser un homenaje al magnetismo indudable de su figura y también un desafío, porque no cualquier famoso está dispuesto a sumarse a un proyecto tan, zonzo y disparatado. Todo es burdo y malo. La cámara, los diálogos, la historia. Falta originalidad, gracia, audacia. Los actores son de no creer, tres estúpidos que no pueden ni manejar una pick up ni añadirle chispa a nada. El desfile de insólitas torpezas trata de sostener lo insostenible. Ni las caras conocidas ni el humor negro ni por supuesto las pocas secuencias con Darín logran sacar al film del pantano. (*MALA)

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