Cuando los hijos descolocan con la elección de los juguetes

VIOLETA DE 4 AÑOS, JUEGA CON AUTITOS Y DINOSAURIOS

Cuando Pedro tenía 3 años pidió un bebote y ropa para cambiarlo. Su mamá, Lorena (33), le compró uno y rescató de los juguetes de su infancia las vestimentas que habían sido de sus muñecas. El nene jugó al papá hasta que se cansó.

Carlos (30) es el encargado de preparar la cena en su casa, su hijo (4) pidió de regalo de cumpleaños un juego de cocina; su papá se espantó.

Cada vez que Benito (2) visitaba a su prima le sacaba la muñeca. Entonces su tía decidió regalarle un bebé con un cochecito para pasearlo. Al padre, que siempre tuvo un rol muy activo en la crianza de su hijo, no le molestó el regalo pero sí que tuviera mucho rosado, por lo que decidió “guardarlo” por tiempo indefinido en el armario.

Lejos del universo Barbie, Violeta (4) prefiere jugar con autos, pelotas y dinosaurios. Todos los casos que se cuentan en la nota son reales, pero la mayoría de los padres pidieron no revelar la identidad.

Muchas veces los chicos descolocan a sus padres con los juguetes que piden y algunos adultos se angustian y no saben cómo actuar. Aunque los roles en la sociedad se flexibilizaron: padres que bañan, cambian pañales y duermen a sus hijos, cocinan y hasta limpian el hogar; y madres fanáticas de los autos que salen a trabajar. En las jugueterías continúa vigente el tradicional reparto de tareas que divide entre azules y rosas.

“La clasificación de juegos y juguetes para varones o mujeres nos muestra la existencia de una división sexista que se transmite desde la temprana infancia y que refuerza los estereotipos de género”, dice la socióloga Mora Blaser, y plantea que históricamente en las sociedades occidentales a las niñas se les dio juguetes vinculados al rol que se espera de ellas cuando se conviertan en adultas: tareas relacionadas al ámbito familiar, de reproducción, de cuidados y educación.

“Las nenas juegan con muñecas, bebotes, biberones, pañales y todos los accesorios necesarios para que incorporen desde temprano las tareas asociadas al cuidado dentro del ámbito familiar: ropa, cocinitas, cochecitos de bebé, pequeñas máquinas de coser, planchas y tablas de planchar, escobas y palitas”, señala la socióloga, y marca la diferencia con las funciones que se espera que cumplan los varones en relación a los juguetes que se les asigna: “generalmente vinculados al rol productivo y para fortalecer aptitudes relacionadas con la fuerza y la acción, por ejemplo las herramientas de carpintero, los autos, las camionetas y los revólveres o armas de juguete”.

Aunque estos juegos se relacionen poco con el discurso progresista, que va ganando terreno en la actualidad, todavía muchos padres los entienden como definitorios de la masculinidad o femineidad.

“Las nenas juegan con los accesorios necesarios para que incorporen las tareas asociadas al cuidado dentro del ámbito familiar”

“Cuando vas a una juguetería si buscás algo para una nena te mandan para un lado y para un nene al contrario, pero socialmente se están produciendo muchos cambios y de alguna manera los chicos emulan esas situaciones. En este sentido, se podría decir que las jugueterías quedaron desactualizadas”, opina la licenciada en psicología Susana Machado García.

“A través del juego educamos a los niños y a las niñas. Logramos el desarrollo de sus emociones, de sus valores y comportamientos, y vamos forjando su identidad. Podemos iniciar la construcción de sociedades más igualitarias y equitativas si propiciamos que jueguen con distintos juegos y juguetes, independientemente de su sexo”, opina Blaser.

A Leo (3) cuando nació su hermana le agarró una fascinación por los bebotes: era el juguete que elegía en el jardín y cuando su mamá lo llevaba de visita a la casa de sus primas se peleaba porque les sacaba las muñecas. Sus padres decidieron comprarle una y durante unos meses se convirtió en su juego preferido: iba a todos lados con su bebé, lo paseaba, lo dormía y le ponía una mantita.

La mamá de Tiago (5) cuenta que, el nene, en el jardín juega a la mamá y el papá, con bebotes y juegos de cocina. Dice que le parece bien, pero que la incomoda cuando quiere esos juegos en casa: “Me da cosita. En grupo y en el jardín sí, pero solo no lo dejo”, confiesa Mìriam F. (30).

Betina T. (33) dice que no sabe cómo actuar cuando su hijo Francisco (2) insiste con ponerse los disfraces de princesa con los que juega su hermana Candelaria (5) y sus primas: “Le compramos del hombre araña pero quiere los que usan las nenas. Yo me opongo. Pero el otro día nos ganó por cansancio: se lo pusimos y le decíamos que le quedaba feo, y hacía puchero porque a las nenas les festejábamos los vestidos”.

LOS NENES Y LOS DISFRACES

Milagros González Arzac, directora de un jardín de infantes de City Bell, cuenta que es común que los nenes chiquitos se suban a tacos y jueguen, y asegura: “Los chicos imitan roles. Los juegos se relacionan con las representaciones. En esta instancia no tiene nada que ver con la sexualidad”.

En este sentido, la psicóloga Machado García asegura: “Que una criatura de dos años quiera vestirse de princesa es común, está dentro de la fantasía. Porque aunque sean nenes, el universo de las princesas lo ven en las películas y en los cumpleaños ambientados”, y aconseja que, si los varones piden esos trajes, se les ofrezcan disfraces de reyes o de caballeros como opción, o de algún otro personaje que pertenezca al mismo género.

Una nena de unos siete años llegó con su abuela a la sucursal de una cadena de jugueterías ubicada sobre la calle 47. No hubo dudas ni vacilaciones, las dos sabían a qué habían ido: la niña pispeó el lugar ansiosa y dio con lo que buscaba. Tironeó a su nona del brazo hasta la góndola que exhibía autos a control remoto (de una marca reconocida y color bordó). Agarró una caja, y se dirigieron al mostrador.

Luciano Speranza, uno de los vendedores del local relató la escena, y siguió con otra - también del último mes - que lo sorprendió aún más: una mamá treintañera cedió ante la insistencia de su hijo, de unos cuatro años, y le compró un disfraz de Blanca Nieves. En la caja, con el vestido en la mano, se reía y le decía resignada: “No puedo creer que esté comprando esto para vos”.

Cada vez que Diego (3) visitaba a su vecina - de la misma edad - jugaban con las muñecas de la nena. Su madre comenzó a incomodarse y le comentó al papá. Finalmente, decidieron no intervenir en el juego, ni decirle nada al respecto. Después de un tiempo las muñecas dejaron de interesarle.

Machado García cuenta el caso de un nene que a los seis años pidió una casita de muñecas justo cuando sus padres se estaban separando. La psicoanalista señala que también se debe prestar atención a la realidad que atraviesan los niños, ya que en los juegos muchas veces canalizan situaciones vividas. “El juego es la forma que el chico tiene de proyectar su vida, sus fantasías, su imaginación. Creo que tenemos que ser más abiertos y darle más lugar a la creatividad”.