Otra vez la violencia y el descontrol

Por EDUARDO TUCCI

El fútbol-guerra acaba de sumar en pocos días tres episodios lamentables a una historia matizada por violencia, locura y muerte. Por su reiteración los graves episodios protagonizados por barras ya no sorprenden aunque sí resulta altamente preocupante que sigan sin aparecer las respuestas adecuadas para frenar tanta irracionalidad.

Mientras la interna de la barra de Boca agregó un nuevo capítulo a su enfrentamiento con una refriega que incluyó tiros, ataques con arma blanca y varios heridos, en las inmediaciones de Bombonera, antes del encuentro con Tigre, el viernes las imágenes tomadas por un reportero gráfico permitieron detectar a un hombre de civil armado en la cancha de Lanús durante los graves incidentes al término del cotejo con Arsenal. Pero hubo más: pocas horas antes la opinión pública se había visto sacudida por el enfrentamiento a balazos entre dos facciones de la barra brava de Almirante Brown que dejaron como saldo un muerto, cinco heridos graves y unos 50 detenidos.

La nueva batalla boquense, que duró varios minutos sin que nadie hiciera nada por abortarla, fue protagonizada por el grupo que lidera Cristian “Fido” Debaux –actual jefe de la hinchada xeneize—y un grupo de seguidores de Mauro Martín, el ex lider de la 12 que fue absuelto por la Justicia, dos semanas atrás, por el homicidio de Ernesto Cirino ocurrido tres años atrás en el barrio porteño de Liniers. Según los relatos, otra facción --denominada la “Barra del oeste” del barrio de Los Pinos--, que apoya a Maximiliano Mazzaro, habría disparado al aire tras algunos minutos de enfrentamiento.

Esta disputa ya había tenido otro capítulo de violencia en Asunción cuando Boca jugó por la Copa Sudamericana con cerro Porteño: esa vez pelearon por el negocio de los cuidacoches en las cercanías de la cancha y quedaron en seguir la disputa en la propio Bombonera. Con ese antecedente, resulta inaudito, entonces, que no hayan existido previsiones en oportunidad del partido del último domingo cuando las mismas facciones volverían a verse las caras durante el encuentro con Tigre.

Es más, la pelea tiene otros antecedentes peligrosos. Quienes siguen de cerca la feroz interna por el liderazgo de la tribuna boquense recordaban que a “Fido”, el actual Jefe de la barra, ya le balearon la casa, le quemaron un auto y un grupo de personas armadas, tras ingresar a su hogar, intentó el secuestro de su hija.

No menos dramáticas resultaron las secuencias que reflejaron las imágenes durante los incidentes que tuvieron como escenario la cancha de Lanús al terminar el “prolongado” encuentro con Arsenal. Mientras los jugadores visitantes rodeaban al juez y abundaban los empujones y las corridas, apareció en escena un civil armado que se desempeñaría como jefe de seguridad del club Granate. El hombre, incluso, en algún momento, discutió mano a mano con Martín Palermo, DT del conjunto de Sarandí. Lo sorprendente de este caso es que luego de la muerte de Javier Gerez, ocurrida en el estadio Unico de La Plata el 10 de junio del año pasado –antes del partido Estudiantes-Lanús--, las fuerzas de seguridad bonaerenses no pueden portar armas dentro de los estadios ni en las adyacencias.

Alguien deberá aclarar como apareció en escena este hombre armado en el campo de juego en medio de un escándalo que agregó otra página más a la interminable secuencia de irracionalidad que sacude al fútbol. En cuanto a la salvaje interna en Almirante Brown no es nueva y ahora sumó una nueva víctima fatal al extenso listado de caídos en episodios vinculados al fútbol durante una semana dominado por episodios que parecen no tener fin.

PODER Y NEGOCIOS

El tremendo fenómeno de la violencia excede desde hace bastante tiempo a las batallas que se producían antiguamente entre barras de clubes rivales porque ahora proliferan las internas entre hinchas de un mismo club que pelean por el poder y los negocios. Ya es sabido que a los barrabravas se les adjudica el manejo de emprendimientos clandestinos que tienen que ver con el cobro por estacionamiento en los alrededores de los estadios o una suerte de canon a puestos de gaseosas y choripanes los días de partidos.

Nadie controla ni tampoco impide esos movimientos y poco a poco los actos delictivos fueron convirtiéndose en el común denominador en cualquier club de la Argentina manteniendo a la actividad futbolística en constante peligro. Mientras tanto, los enfrentamientos, gente armada en un campo de juego, heridos y muertos ya parecen formar parte del escenario cotidiano. ¿Hasta cuando?