Fue el grito más esperado

Por W. E.

Tarde de calor en el Bosque. Los 32 grados invitaban más a la pileta que a ir a la cancha, pero las ganas de ver si el equipo de Troglio podía repetir el buen partido ante el Rojo eran más fuertes.

Por eso abundó mucho torso desnudo y pantalón corto en la cabecera de Avenida 60, donde el sol de frente pegaba mucho a esos estoicos hinchas que desafiaron al astro rey.

“Hola Basurero, acá está de nuevo, te saluda la Banda de Fierro...”, cantaba “La 22” desde la cabecera del Bosque que era un paraíso a esa hora de la tarde con una sombra reparadora.

La nueva bandera que dice “Tata: Monetti es argentino”, flameando y el pedido de los hinchas de una chance en la Selección para el Mono.

Partido aburrido. El primer tiempo y con tanto calor parecía más pesado aún. El ímpetu inicial del Lobo se desvaneció como agua entre los dedos y la preocupación pasaba más por conseguir una gaseosa fría que otra cosa.

El Indio Ortiz, flamante técnico campeón en San Luis junto al Flaco Morant, saludaba amigos, recibía felicitaciones y charlaba con Nacho Jáuregui, que se quedó fuera del banco. y el “Loquito” Piarrou.

El parate ordenado por Pitana a los 25 minutos para tomar agua fue aprovechado por todos. En la Techada Tito Lampugano, histórico administrativo del equipo que ascendió en el ‘84 y gran amigo del recordado “Facha” Martel, que se vino desde Capital a ver al Lobo y también imploraba por una botellita de agua.

Un primer tiempo sin emociones, y los gritos de la gente despabilaban la modorra con el característico “Dale Lobo y dale Lobo”.

UN GRITO DE CORAZON

Algún día iba a pasar. Sí, Oreja, uno de los jugadores más ovacionados de los últimos años, hacía delirar a todos con un tremendo shot de zurda desde afuera del área que se clavó lejos del inestable arquero visitante. Cuando la pelota embolsó la red, explotó el Bosque. Se gritó en las tribunas pero también dentro de la cancha con los jugadores y todo el banco.

“Oreeeja... Oreeeja...”, cantaba todo el Estadio y los jugadores abrazando al goleador y saltando como si estuviesen en la tribuna. Aplausos y abrazos para el lateral que recorrió la cancha como si fuese su partido homenaje, pero no, era por ese gol por el cual la gente y sus compañeros hicieron tanta fuerza y se esperaba desde hace tiempo.

El lateral buscó con la vista a su mujer Florencia y a sus hijos Benjamín y Pilar que estaban en la techada y les dedicó ese grito sagrado que soñó tantas veces. El grito de la gente fue ensordecedor y pareció durar una eternidad.

Pero cuando aún todos se acomodaban de ese momento de felicidad total llegó el empate que cayó como un rayo del cielo. Un gol artero, injusto, sobre todo para un tipo que esperó tanto para gritar un gol propio y apenas en minutos le robaron ese momento mágico. Ni siquiera un minuto pudo aguantar Gimnasia la ventaja, que Bertolo puso las cosas 1-1.

El partido siguió, el Lobo lo pudo haber ganado, pero también perdido, y esos 2 puntos que se escapaban, que se perdían increíblemente.

Las primeras sombras de la tarde empezaban a caer y el último en salir de la cancha fue Oreja, el hombre petiso, de vincha y medias bajas, con la cuatro en la espalda y un corazón enorme, que una vez más recibía el inmenso cariño de la gente.

Después contaría que Pitana y un línea lo felicitaron. “Lo de la gente es increíble, con los jugadorazos que pasaron por acá que coreen mi nombre es increíble”, dijo. Ya no quedaba nadie en el Bosque, cuando pasadas las 20 salió por el portón de Avenida 60 y recibió más muestras de cariño de hinchas que lo esperaban para saludarlo.