El centro comercial de 12, colorido escenario para artistas callejeros

La escena es en la vereda de 12 entre 58 y 59. En medio de la vorágine de la mañana, de las recargadas colas en la puerta del banco y del andar atropellado de los peatones, se escuchan los acordes de una chacarera con matices de jazz. Tres jóvenes, uno con un saxo, otro con un violín y el tercero con una guitarra, le ponen música al centro comercial de calle 12 mientras la gente sale de un negocio, camina apurada para llegar puntual a destino, compara precios entre vidriera y vidriera, o espera, resignada, a que se vaya achicando la fila del cajero automático. Ellos, los integrantes de Misterio Swing, hacen lo que más les gusta al tiempo que suman ingresos para sus gastos de estudiantes del interior y los espectadores en tránsito amenizan su rutina con un poco de arte que disfrutan al pasar. La gorra tirada en el suelo por los artistas poco a poco se va llenando.

Lejos ya de los días fríos, se avanza hacia las fiestas de fin de año, y la gente, más expansiva, le imprime un ritmo particular al tramo céntrico de calle 12. Músicos de los más diversos géneros y estatuas vivientes aprovechan la movida y montan sus espectáculos callejeros. Aseguran que el público de la calle conecta de un modo especial, que presta mucha atención a los artistas y que, además, es “generoso” a la hora de acercar una “contribución”.

“La 12 garpa”, dice así, directa y llanamente, Sergio Montero, más conocido en el ambiente como “Pachu”. El es la estatua viviente de 12 entre 57 y 58, la que a pesar de su supuesta condición de quietud, habla con la gente, regala pequeñas estrellas y, en definitiva, se mueve para interactuar con los que pasan. Pero no sólo porque es un lugar de público generoso “Pachu” elige desde hace siete años calle 12 para su show diario. “Por acá circulan las familias de clase media, no se anda tanto a las corridas, es un espacio tranquilo, un paseo en el que me puedo manifestar. Yo, antes de cada función, me informo, y después tiro frases de actualidad y la gente se engancha”, cuenta a la vez que entrega el pequeño obsequio de la “buena onda” a una señora y recibe a cambio un billete. “La mayoría son de 2 y de 5 pesos y ahora, a veces, hay hasta de 50 y 100 pesos. Las monedas no existen más”, aclara el artista callejero que alcanza a recaudar, algunos días, según confía, hasta $500.

A Juan Emilio Lobos, Renzo Martínez y Agustín Russillo, los chicos de Misterio Swing, tampoco les va mal con sus recitales en la vía pública, que reparten entre calle 12 y el tren que llega a Constitución pero que ellos usan como escenario hasta la estación de Pereyra. Con una formación atípica de violín, saxo y guitarra y repertorios que fusionan música popular argentina con la de otras culturas, la propuesta del trío es la “cool” de calle 12, y la iniciativa les ha resultado tan buen negocio que tiempo atrás, los tres, amigos de su Bolívar natal y alumnos de la carrera de Música Popular de Bellas Artes, largaron los trabajos formales que tenían (uno en un taller mecánico y dos en una pizzería) y decidieron ganarse la vida con contrataciones en bares y actuaciones callejeras.

“Lo que más nos interesa es la conexión con la gente, que es una experiencia única, incomparable. Pero es cierto también que tocar en la calle nos ayuda con los gastos diarios y también nos permite ahorrar un poco. La gente, en general, no pone reparos y colabora, y hay días que sacamos hasta 400 pesos”, dice Juan Emilio.

La nena se mueve frenética al ritmo de la canción que interpreta Martín Villanueva. Va en cochecito, que su mamá detiene en la vidriera frente al cantante, en la vereda de 12 entre 58 y 59. La música quedó a sus espaldas, la chiquita no quiere perderse el espectáculo y se da vuelta una y otra vez. La abuela, que acompaña el paseo, advierte la inquietud de la criatura, le pone un billete en la mano a su nieta y la acerca al joven con la guitarra para que sea ella la que retribuya el servicio artístico.

“Son los nenes los que más se acercan a colaborar, porque son a los que más llamamos la atención”, explica el cantante que va tres veces por semana a calle 12 con un popurrí de temas en castellano, “de los que conocen todos”, especifica, con el objetivo, afirma, “llegar a fin de mes”.

Para Martín, que es laboratorista de la Universidad Tecnológica Nacional - UTN - se deben dar tres condiciones para que una actuación en la calle rinda. “Tiene que ver con la época del año, el día de la semana y el horario. Lo mejor es que sea cerca de las fiestas de Navidad, viernes y entre las cinco de la tarde y las ocho de la noche, es decir, esos momentos en que la gente está más relajada”, resalta.