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Séptimo Día |TENDENCIAS

Genética de la violencia

Analizar la ira y el odio que nos circunda. Meterse en los genes de la locura, para no tratar de explotar

7 de Diciembre de 2014 | 00:00
Genética  de la violencia

Por JOSE SUPERA
Escritor


En colaboración con:
- Ana Laura Esperanca
- Marcela Anacleto
- Patricio Peralta

10.

Unos dientes. De una boca que se abre. Por una orden que ya fue dada. Y un cordón policial. Avanzando. Sobre calle 32. Rompiendo líneas de respeto. Escudos y rodilleras y armas. Y del otro lado, trabajadores. Uno de los policías se adelanta al cordón con una escopeta. Apunta. Dispara. Balas de gomas. Gritos. Manifestantes que corren. En esta represión que ocurrió hace unos meses. Pero que también está pasando ahora. Todo es ahora. La ciudad a punto de estallar. La cuenta regresiva de esta bomba de carne y nervios y tiempo acaba de empezar.

9.

Hace unos años, la OMS (Organización Mundial de la Salud), lanzó un informe sobre violencia y salud. El informe dice que la violencia es una de las principales causas de muerte en la población de edad comprendida entre los 15 y los 44 años, y es responsable del 14% de las defunciones entre la población masculina y del 7% entre la femenina. Cada año, más de 1.6 millones de personas en todo el mundo pierden la vida violentamente. En un día cualquiera mueren 1.424 personas por homicidios. A razón de una persona por minuto. Aproximadamente una persona se suicida cada 40 segundos. Unas 35 personas mueren cada hora como consecuencia directa de un conflicto armado. Empieza a reconocerse la violencia como enfermedad

8.

Y en este momento, en esta ciudad, en esta violencia, una chica se está enterando por mensaje de texto de que el padre de su hijita volvió a quedarse sin trabajo: está preso otra vez. Y ella piensa, se contiene, implosiona, sin que nadie se dé cuenta, sin cambiar un músculo de su cara, sin que le cambie en lo más mínimo la voz. Si antes no ayudaba con la guita, ahora menos. Ella llega a clase con la nena porque hubo paro y nadie la podía cuidar. Intenta terminar el secundario. Intercala estudio y trabajo en la cooperativa. Pero se vuelve agotador: no da más. No quiere más. En este momento se esfuerza por seguir la clase. La nena toca todo, juega, habla en voz alta. Ella piensa en el arma y en el padre de la nena. Se distrae con moscas que vuelan, el calor, no quiere estar ahí, odia las moscas, el mundo le resulta imbécil, injusto, le vienen un mareo, con el mareo vienen nauseas, quiere matarse, o matar. Agarra a la nena: la sacude, la zamarrea, quiere sacarle todas las ganas de hinchar que tiene. Su hijita pucherea en silencio. La chica le habla a la profe, le pide que la disculpe, que así no puede. Y sale del aula. La nena es arrastrada por ese huracán de violencia. Unos segundos de silencio, nadie entiende nada. Vuelve. Insulta a una compañera. Da un portazo. Otra vez silencio. Nadie entiende un carajo de nada.

7.

En 1983, el investigador H. Brunner y colaboradores, publicaron el estudio que realizaron a una familia holandesa, en la que todos sus miembros masculinos eran afectados por un Síndrome de Retardo Mental límite y conducta violenta. El comportamiento se traducía en estallidos de agresión, incendios, intento de violación, exhibicionismo. Los estudiados habían vivido en épocas y lugares diferentes. Los análisis de orina mostraban una marcada alteración del metabolismo de los monoaminas. El síndrome se asociaba a una deficiencia selectiva de la actividad enzimática de la Monoamino Oxidasa A. En cada uno de los 5 hombres afectados se comprobó una mutación en el octavo exon del gen estructural de la MAOA, el cual cambia el cordón de la Glutamina CAG, en una determinación TAG. En otras palabras y para ser claros: la violencia también podría heredarse.

6.

Y en este momento y en esta ciudad y en esta violencia, Ricky se sienta adelante para no verlos. Ricky nació con labio leporino. Siempre está más adelante que todos. Estaba listo desde hace unos meses para terminar el secundario pero tiene que esperar hasta diciembre. Siempre caminó un poco más rápido que los demás para no tener que hablar ni escuchar. Se ríen de él. Se van a seguir riendo de él. Se burlan, lo imitan. Por eso adquirió ese tic de caminar en permanente fuga. No puede ir a la par de nadie. Si está más adelante, más avanzado hasta en conocimientos, es por miedo. Alguien le susurra cosas al oído. Ricky se queda quieto. Le tocan la nuca, le revuelven el pelo. Pero Ricky está más adelante, en otro tiempo, en permanente fuga.

5.

Según un estudio publicado por Brad Bushman, profesor de Comunicación y Psicología en la Universidad Estatal de Ohio, un nivel bajo de azúcar en la sangre, que por lo general provoca sensación de hambre, podría fomentar las discusiones de pareja. El investigador advierte que las personas con bajos niveles de glucosa en sangre tienden a ser más agresivas y hasta violentas.

4.

El físico Ludwig Boltzmann sostenía que los organismos luchan no sólo unos contra otros sino por sobrevivir en un entorno desafiante.

3.

En este momento. En esta ciudad. En esta violencia. Llega a la puerta de su casa y no entra. Mira por última vez la casa blanca de doble altura: una de las más imponentes de la cuadra. Sus padres siempre usaron la puerta principal, ella la de servicio. Se agarra de las rejas y empieza a gritar como una loca hacia la casa. Le contesta el silencio. Saca una botella y toma del pico. Se moja todo el cuerpo con el líquido. Una chispa que nadie puede explicar desata el infierno. La cubren con mantas. Unos días después su cuerpo se apaga en el silencio de un hospital, en el silencio de una familia. Pasan semanas y meses. Nadie denuncia nada. Aparecen en el barrio pintadas acusatorias. Letras rojas por todo el barrio. Letras bien grandes. Se acusa a los padres. Después las borran. Y como borran letras también borran historia. Y ahora nadie dice nada en el barrio. Y eso fue todo.

2.

El psiquiatra neoyorquino, Adrien Raine, en su libro La psicopatología del crimen, asegura que los genes codifican proteínas y enzimas e influencian los procesos fisiológicos cerebrales que podrían predisponer biológicamente para determinar conductas criminales. No es posible concebir un solo gen codificando la proclividad al crimen, como tampoco es imaginable que un solo gen pudiera regir otras conductas humanas complejas. La conducta criminal es el producto de los genes y del ambiente. No se habla de efectos sumatorios: lo propio es hablar de efectos multifactoriales, de interacción entre genética y entorno.

1.

Booooom.

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