¿Toda medicina pasada fue mejor?

Por AMADEO S. ESPOSTO (*)

El ejercicio de la profesión médica ha presentado cambios sustanciales en los últimas décadas. Muchos nostálgicos adhieren a la hipótesis que la “vieja” Medicina era mejor que la actual. Sin embargo la actual es infinitamente superior en muchos aspectos y también deficitaria en otros.

Las estadísticas son contundentes en marcar un aumento de la expectativa y calidad de vida como asimismo de otros indicadores sanitarios favorables.

Varios factores han incidido para que esto suceda: una explosión del conocimiento médico (en investigación básica; prevención; tratamiento) con una búsqueda sistemática de las evidencias científica. La revolucionaria aparición de Internet ha democratizado el acceso y difusión de ese conocimiento casi en tiempo real.

Estamos presenciando un cambio de paradigma: de la Medicina basada en la opinión de los expertos (actualmente denostada) a la basada en la evidencia científica.

La medicina preventiva está incorporada como una actividad más cuando era casi nula en los tiempos de nuestros padres.

Los sistemas de emergencia domiciliaria han permitido tomar decisiones inmediatas que pueden cambiar la expectativa vital del paciente ante un evento agudo.

El enorme conocimiento adquirido y la imposibilidad individual de dominar todos los aspectos de la disciplina ha llevado a la medicina a fragmentarse en múltiples especialidades.

La tecnología nos permite diagnósticos más precisos, más rápidos e intervenciones mínimamente invasivas.

La industria farmacéutica ha logrado el desarrollo de fármacos de una eficacia y seguridad impensadas hace unos pocos años.

Sin embargo todo este desarrollo conlleva un costo económico enorme que han comprometido la financiación del sistema sanitario.

Una variable de ajuste ha sido el honorario médico: tanto en los salarios estatales realmente lamentables como en las magras remuneraciones a través de las obras sociales en la actividad privada.

Esto ha obligado al profesional a dividir su tiempo en actividades múltiples o viviendo de otros ingresos no vinculados a su profesión alejándolo del paciente. La pauperización de la actividad médica es una realidad.

La litigiosidad no ha disminuido amparada por una legislación que la favorece ampliamente llevarla adelante.

Todo esto ha llevado a que el perfil del profesional de la salud haya cambiado. Hoy es un individuo pletórico de información; con tecnología de fácil acceso, posiblidades amplias de diagnóstico y terapias, tensionado por las mayores exigencias; diversificado en su actividad y mal remunerado.

Si, a pesar de todas estas contradicciones, la medicina ha logrado un salto cuali-cuantitativo favorable en la atención de la salud de nuestros pacientes, ¿como es posible que parte de la población mantiene aún la percepción que la medicina de antes era mejor ?

Creo que la respuesta está en que se ha desdibujado la imagen del médico de cabecera. Aquellos médicos que, con sus amplias habilidades semiológicas, escasos recursos tecnológicos disponibles y conocimiento basado en la lectura y experiencia, lograba contener a los pacientes aún a costa de diagnósticos muchas veces incomprobables y tratamientos que ahora serían altamente cuestionados.

La atención actual rápida con examen físico sumario y múltiples indicaciones de estudios no favorece a revertir esa percepción negativa hacia nosotros de parte de la sociedad. Dedicamos mas tiempo a mirar estudios que en interrogar y examinar a nuestros pacientes.

¿Están equivocados estos pacientes? No lo creo

Nos están ofreciendo a los médicos un nuevo paradigma: asociar a nuestro actual mayor bagaje de conocimientos una formación más humanista donde el médico ya no sea un desconocido que ordena sino el que luego de un exhaustivo interrogatorio y examen físico orienta y contiene al paciente, familia y entorno sugiriendo la conducta a seguir según su saber y experiencia.

(*) Especialista Jerarquizado en Clínica Médica. Especialista en Infectología MP 13.891