“No ayuda que los jóvenes tengan un capital educativo devaluado”

Por JOSE PEDRO GARCIA CORTINA (*)

“La calle está dura”. Eso dirán los jóvenes argentinos en la búsqueda del primer empleo. Como es conocido, la dificultad para insertarse en el mercado laboral es mayor para aquellos inexpertos que se inician. Y también es mayor la probabilidad de caer en la informalidad o en el trabajo en negro, no registrado.

Si bien éste es un problema “crónico”, presente en las últimas décadas, es probable que se acentúe en tanto se agudice el desajuste del sistema educativo. No contribuye a la inserción laboral que los jóvenes sean portadores de un capital educativo y cultural devaluado, según demuestran algunos estudios.

Hace quince años Guillermo Jaim Etcheverry alertaba con el provocativo título: “La tragedia educativa.”(1999). Observaba, entre otras cosas, la reproducción de desigualdades, en tanto el 70% de los estudiantes de clase media y alta terminaban el secundario, y sólo el 14% de los hijos de la clase baja lo lograban.

Hoy el problema es aún mayor, si los que finalizan no adquieren las capacidades suficientes para insertarse en el mundo del trabajo. ¿Qué queda entonces para los que han desertado del sistema educacional? Las esperanzas son pobres en éste segmento.

El sistema educativo es selectivo desde su base. Y ello afecta la capacidad de conseguir trabajo decente de miles de jóvenes

El sistema educativo es selectivo desde su base. Y ello afecta la capacidad de conseguir trabajo decente de miles de jóvenes.

Es sabido que las computadoras son ahora más accesibles. Pero no suplen las carencias de lectura, comprensión de textos, cálculo y pensamiento crítico. Son herramientas. Sólo eso. Algún día serán mejoradas o cambiadas por otros instrumentos. La función educativa de calidad, trasciende a ellas.

Por último los vaivenes de la educación técnica son conocidos. Y la indefinición y anarquía del ciclo superior no universitario también. La adaptación a los requerimientos de las empresas es una materia pendiente, insólitamente lejana en un país avanzado.

Para el final, quedan las turbulencias de la economía argentina y su capacidad de generar privadamente empleos en cantidad y calidad suficiente, para lograr la inclusión de los jóvenes al mercado de trabajo. El crecimiento demográfico argentino, considerado “moderado,” plantea la necesidad de crear puestos nuevos en cantidad, año a año. Y ello no está asegurado en las actuales circunstancias.

Los jóvenes sin estudio y sin trabajo, nos interrogan como sociedad. Algo más, y distinto debe hacerse.

(*) Licenciado en Sociología. Magister en Diseño y Gestión de Políticas y Programas Sociales