Pepe Cibrián, en la piel de “Don Quijote”

Por NICOLAS ISASI

En la cartelera porteña se acaba de estrenar el musical “El hombre de la Mancha” dirigido e interpretado por Pepe Cibrián en el rol del noble caballero errante, junto a Raúl Lavié que lo acompaña interpretando al fiel escudero Sancho Panza y Cecilia Milone como Aldonza o Dulcinea.

El musical original es de 1965 y está basado en uno de los trabajos literarios más prestigiosos de la humanidad: la novela El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra escrita en 1615 (este año en su 400° aniversario). La historia transcurre en una prisión donde Cervantes intenta defenderse de la Inquisición ante sus compañeros de celda contando una de sus más famosas historias. Con libreto de Dale Wasserman, letras de Joe Darion, y música de Mitch Leigh, marcó un antes y un después en los musicales de Broadway, si bien la música no es extraordinaria, el libreto tiene momentos interesantes aunque es extenso y repetitivo. La gran diferencia con la novela original es que Dulcinea tiene un protagonismo mucho mayor en su rol de prostituta.

De todas formas, Cibrián le puso parte de su estilo: luces de todos los colores, histriónicos bailarines, y algunas escenas propias de su autoría como la representación del salón de los espejos con máscaras que recuerdan el teatro de revista porteño, o la lucha contra los famosos molinos de viento (emblema quijotesco si los hay) que pasa de forma desapercibida con una coreografía por parte del cuerpo de baile mientras Cibrián, arrastrándose en el escenario, los cruza por debajo de sus piernas.

Pepe, además se encargó de la traducción, adaptación, iluminación, actuación y dirección. Gran conocedor de los tiempos teatrales, se lo ve ágil aunque un tanto agitado. Su entrada es impactante junto a Lavié, con un paso firme y destaca la creación de dos personajes disímiles. El primero muy noble, tranquilo, con movimientos y ademanes sutiles en sus manos, para pasar luego al vigor y la locura de un anciano de pelos revueltos en su transformación a Don Quijote. El mayor problema se encuentra en una interpretación de un caballero de la mancha que a media que pasa el tiempo se va desdibujando fusionándose con el primero. Sin dudas un Quijote muy distinto al creado por Cervantes.

La escenografía de René Diviú se sitúa en la cárcel y la taberna, representada por un marco de textura similar a bolsas de residuos arrugadas emplazadas en una caja escenográfica, con algunos elementos de utilería que transforman ese espacio en diferentes lugares. De esta manera brotan diferentes personajes como el barbero o el cura, entre los que se destaca el posadero (bajo) que interpreta Gastón Avendaño en una corta pero efectiva aparición. La caracterización y el vestuario de época diseñado por Alfredo Miranda es uno de los elementos más atrayentes.

Ángel Mahler confesó que es la primera vez que trabaja con Cibrián en una obra que no fue creada por ellos y supo manejar a los músicos con cuidado frente a ciertas complicaciones vocales. Lavié deslumbró con su voz y se lo notó seguro en el terreno actoral siendo que interpretaba la obra desde el otro lado. Cabe destacar que ha sido un gran Quijote en varias ocasiones, como por ejemplo en México. Es cómico y poco espontáneo el saludo final, con apagón total de luces incluido y un suspenso ante la aparición de Pepe entre pompas y laureles que saludó a varios personajes de la farándula allí presentes. Luego pronunció algunas palabras y agradeció a todos los integrantes del espectáculo.

Quizás sea una excusa para ponerse en el lugar de Don Quijote y soñar un poco viendo la vida tal como creemos y no como es en realidad.