3 de Abril de 2005 | 00:00
Las reglas de la tradición
ante el fallecimiento del Papa. Normas que llevan varios siglos
Golpes en la frente del Papa con un martillo de plata, la destrucción
del anillo pontificio y el tañido de las campanas de San Pedro,
son algunos de los actos protocolares realizados luego de la muerte
del Santo Padre, según marca la tradición vaticana.
También existen otros actos que no son dictados por el ritual religioso,
aunque son menos tradicionales y fueron establecidos por los propios
Pontífices a lo largo de la historia.
Antiguamente, esto es en los primeros siglos, la comprobación de
la muerte del Papa se hacía acercando una vela encendida a los labios
del Sumo Pontífice.
Si la llama se movía, significaba que aún conservaba un hálito de
vida, y esa misma operación se realizaba varias veces hasta que
la llama permanecía inmóvil, lo que significaba que el Papa había
muerto.
Sin embargo, actualmente la comprobación de la muerte del Papa se
realiza con los métodos médicos habituales.
Antes era el arquiatra, pero ahora es el médico el que confirma
la defunción del Papa, y se lo comunica al prefecto de la casa pontificia,
que es el que históricamente se ha encargado de anunciar la muerte
en forma oficial, con una sencilla fórmula: "El Papa ha muerto".
Ayer esa tradición quedó desdibujada: el anuncio lo hizo el vocero
del Vaticano, Navarro Valls, quien dijo: "El Papa ya está con Jesucristo".
Luego, todos los presentes en la habitación papal se arrodillan
y comienzan los primeros responsos, y después, por orden jerárquico,
se acercan al cadáver y besan su mano.
A LOS PIES DE LA CAMA
El próximo paso en los actos protocolares consiste en el encendido
de cuatro cirios a los pies de la cama papal y se coloca un aceite
y el hisopo con agua bendita junto al lecho mortuorio, para los
responsos de los prelados visitantes.
El camarlengo -quien estará al frente del Vaticano hasta la elección
del próximo Papa y que en esta ocasión es el español Eduardo Martínez
Somalo- ingresó a la habitación del Papa, vestido de violeta, en
señal de duelo, acompañado por un destacamento de la Guardia Suiza
con alabardas.
El viejo rito vaticano contempla que el camarlengo debe golpear
tres veces la frente del Pontífice, con un martillo de plata que
figura en el escudo de armas pontificio, al tiempo que llama al
difunto por su nombre de pila, para comprobar la muerte.
El acto debe realizarse en presencia del maestro de celebraciones
litúrgicas y del secretario y el canciller de la Cámara Apostólica,
y este último es el encargado de rellenar el acta de defunción del
Pontífice.
EL RETIRO DEL ANILLO
Luego, al Papa se le retira el anillo del pescador, símbolo del
poder pontificio, lo que marca que el reinado ha concluido.
Ese anillo, posteriormente, será machacado junto con el sello de
plomo del Papa ante los cardenales, para de esa manera evitar que
se puedan falsificar los documentos papales.
El mismo camarlengo deberá cerrar con llave la habitación del Papa
y su estudio, aposentos estos que no podrán abrirse hasta que no
se elija un nuevo Papa.
Las campanas de San Pedro comienzan a tañir, anunciando la muerte
pública del Papa, y el propio el camarlengo notificará la muerte
del Santo Padre al vicario de Roma, quien transmitirá a su vez la
noticia al pueblo de la ciudad, y por ende al mundo.
La puerta de bronce del Vaticano se abre y el notario de la Cámara
Apostólica levanta acta, mientras las campanas de San Pedro "doblan
a muerto".
Esa puerta se cierra por la noche, en señal de duelo, después de
que el cuerpo del Pontífice, tras ser preparado por los médicos,
es vestido con los símbolos pontificios.
Al cuerpo del Papa se le coloca la mitra blanca en la cabeza, la
casulla, es decir, el manto rojo (que es el color de luto papal)
que utiliza cuando celebra misa, y el palio, una faja de lana blanca
con cruces negras, símbolo de dignidad.
EL CUERPO DEL PONTIFICE
La conservación del cuerpo del Papa prevé la extirpación de las
vísceras, algo que realizan los forenses del Instituto de Medicina
Legal de la Universidad de Roma, quienes serán los encargados de
velar por la buena conservación del cuerpo del Pontífice.
Luego, en una solemne procesión encabezada por el cardenal decano
y el camarlengo, el cuerpo del Papa es llevado hasta la Basílica
de San Pedro, mientras los coros entonan "Libera me, Domine, de
morte aeterna" (Líbrame Señor de la muerte eterna).
El sepelio se denomina "Missa poenitentialis", y generalmente se
espera que acudan delegaciones de todo el mundo, y es la Santa Sede
la que fija el nivel de las delegaciones que asisten a los actos.
Una vez en la Basílica un prelado lee los hechos más importantes
de su labor y al final mete el pergamino en un tubo de cobre que
se introduce en el féretro junto con un saquito de terciopelo con
monedas y medallas de su pontificado.
Terminada la misa, los restos mortales son introducidos en una triple
caja -una de ciprés, otra de plomo y una de nogal- y sobre esta
última se coloca un simple crucifijo y una Biblia abierta, para
luego sepultar al Pontífice en la cripta vaticana, donde permanecerá
hasta que se disponga su sarcófago definitivo.
La ceremonia velatoria contempla que el cuerpo del Papa sea exhibido
para que los fieles puedan rendirle un último homenaje, pero a menos
que el camarlengo lo autorice, no se podrán tomar fotografías ni
filmar.
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