Juventud, divino talento

Si uno pregunta por Juan Tittarelli hay algo que parece no coincidir con el calendario: a sus 22 años, este bachiller del colegio San José de La Plata tiene tan claro por donde va lo suyo que lo demuestra con hechos. Hace 3 años se recibió en la escuela de cocina The Buetrainers, en capital federal. Desde ese entonces, ya cocinó para distintos restaurantes de nuestra ciudad. Armó una línea personal de menú. Impuso su marca y decidió abrir por las suyas su propio negocio, donde, bajo el lema "lleve el restaurante a su casa", propone una curiosa forma de ofrecerle al público el menú artesanal que él mismo diseña y prepara en la cocina de hogares ajenos. Y otro dato: a sus 22 años, se enorgullece de vender un plato inventado por él mismo, la bondiola glaseada, un manjar con salsa de champagne y una guarnición de manzanas flambeadas al cognac.

"Ojo que la profesión no es lo que se ve en la tele -aclara-. El secreto en esto es uno solo: hay que tener pasión. Lleva el alma, el corazón y el cuerpo. Mi vieja siempre me insistía para que estudiara Derecho. Y yo siempre le dije lo mismo: mamá, ¿vos qué preferís, tener un abogado frustrado o un cocinero contento?".

Es curioso, pero tampoco parecen encajar los números del calendario cuando se repasa la historia de Jazmín García Sathicq, una de las dramaturgas más jóvenes y destacadas que tiene el país. Con apenas 28 años, esta chica recibida en la Escuela de Teatro de La Plata tiene escritas cerca de 15 obras, de las cuales más de 10 ya fueron estrenadas en distintos escenarios de aquí y de allá. Pero no es lo único: también se encarga de dirigirlas y producirlas. Becada por el Centro de Investigación Teatral para estudiar en Italia en mayo de 2001, ahora tiene en cartel su última creación: Habla de mar aire de vida, que puede verse todos los sábados a la 21 en el centro cultural "Estudio de las artes", de diagonal 74 y 3. Y algo más: también suele actuar en obras de otros autores, y desde hace casi cinco años está al frente de su propio taller de creación teatral, donde imparte clases a más de diez alumnos todas las semanas.

"Todo lo que hago me apasiona por igual -cuenta-. Nunca dudé sobre mi vocación y ya de chica sabía que era lo que quería hacer. Y el escribir, dirigir, actuar y enseñar son cosas que las hago por una sola razón: me encantan. No me imagino en otro ámbito que no sea el teatro".

Escenarios y obras al margen, no menos curiosas resultan las virtudes vocacionales que Mariela González Oddera tiene para ostentar a sus 27 años. Recibida de licenciada en Psicología en el año 2005, ahora se dedica a dar clases en Psicología I, realizar tareas comunitarias en una escuela de bajos recursos de la región -donde se encarga de diseñar planes para la promoción de la salud- y participar, a través de una beca otorgada por la UNLP en abril pasado, en la cátedra de Psicología Evolutiva II con un proyecto de investigación sobre parentalidad.

"Hago lo que me gusta -resume con absoluta naturalidad-. La idea de estudiar Psicología ya la tenía cuando estaba en el colegio secundario. Y ahora que ya me recibí, estoy segura que si tuviese que volver a elegir una carrera elegiría la misma".

LA PASION SEGUN ELLOS

Es curioso, pero aquí la pregunta se responda sola: ¿qué tienen en común un cocinero, una dramaturga y una investigadora de la Universidad? Tal vez mucho. Tal vez no. Pero en este caso sabemos que el lugar común es uno solo: la pasión.

Una pasión que, al igual que en las otras historias, llevó a Juan Martín Tittarelli, "Tita" para los amigos, a saber ya de chico lo que iba a ser: "Nunca se me cruzó otra cosa por la cabeza -asegura-. Más que una pasión, esto es una enfermedad. Me enloquece. Vivo pensando en la posibilidad de crear platos nuevos. Investigo, leo, estudio y analizo las creaciones de otros chefs. No hay nada que me guste más que la cocina. Nada".

Cuando habla, lo hace con tanta seguridad que uno no puede dejar de creerle. Y hay que verlo cómo abre los ojos cuando, con su sabiduría reciente, asegura que el mundo de la gastronomía "es una forma de vida que no todos pueden seguir". Lo dicho: a sus 22 años, Tita ya tiene fama de hombre que domina varias hornallas y no se achica ante el nuevo emprendimiento que acaba de pergeñar para ganarse la vida: el restaurante casero.

"Es una experiencia fascinante -cuenta-. Voy a la cocina de la casa que me llamen y ahí me encargo de todo: llevo el menú y mi vajilla, preparo lo que me indiquen y después me encargo de lavar todo como si ahí no hubiese pasado nada. Lo genial de eso es que te permite interactuar con la gente. A veces el chef no tiene mucho contacto con los comensales; está encerrado en una cocina y no sabe nada de lo que ocurre fuera de ella. Acá es distinto. Es llevar un restaurante de autor a tu propia casa. Y como cada casa es un universo distinto, uno termina cocinando para distintos universos que tal vez de otra manera no conocería".

Sin saberlo, cuando "Tita" habla de esos universos parece coincidir, aunque tal vez por razones distintas, con las siempre sugestivas palabras de Jazmín García Sathicq. En su caso, el universo que se explora y se descubre es el del lenguaje. O en todo caso: la imposibilidad a veces recurrente de ese lenguaje por serle fiel al pensamiento que lo origina.

"Es un universo existencialista -explica-. Me gusta hablar de la identidad, de los sueños, del deseo. Y el lenguaje o las formas estéticas que utilizo varía según la obra, según la historia que quiera contar. A veces ese relato surge desde lo sensitivo: una imagen, un olor, un sonido. Todo ayuda para dar pie al comienzo de un texto. Y ese texto después puede adoptar las formas teatrales que requiera la historia. No creo en los encasillamientos. A la hora de escribir uno tiene que ser libre".

"El aroma del tiempo perdido", "Rompiendo el silencio" o "Los pétalos que te recubren", son algunos de los tantos textos teatrales escritos por Jazmín a lo largo de su reciente pero extensa trayectoria. Hija de escritora, alumna de profesores como Renzo Casali, Irina Casali y Francesca Bonelli, entre otros, esta dramaturga de sonrisa limpia sabe que su pasión también se fue forjando a base de influencia familiar e infancia rodeada de artistas.

"Me crié en ese mundo y la influencia está presente -dice-. Ahora no concibo otra manera de encarar mi vida que no sea escribiendo o pensando historias para llevar al teatro. Y lo genial es que esa pasión es inagotable. Yo sigo sintiendo la misma adrenalina y la misma emoción que cuando recién empecé en esto. Es más: antes de cada estreno sigo levantando fiebre como el primer día...".

A la hora de reparar en la mirada de los otros, Jazmín reconoce que a veces existen ciertos prejuicios cuando la gente se topa con una dramaturga joven. "Me ha pasado de percibir cierta desconfianza cuando le digo a alguien que la autora de la obra que van a ver soy yo -cuenta sonriente-. Una vez, antes de un estreno, una señora me dijo: '¿pero vos la escribiste, nena...? Y yo fui clara: primero vea y después critique. Por suerte a esa señora le encantó y hasta la volví a ver en otro estreno tiempo después. En esto no importa la edad. Importa lo que se tiene para decir y, sobre todo, cómo se dice".

Distinta pero unida acaso por la misma fibra pasional, la historia que ahora tiene para contar Mariela González Oddera empezó a escribirse ya en el colegio secundario, cuando las tardes en el colegio Misericordia de La Plata la llevaban a pensar en un futuro no tan lejano como psicóloga.

"Lo decidí en el secundario y nunca más volví a cambiar de idea -cuenta-. En mi caso la pasión fue surgiendo de a poco. Me interesaba poder explicar algunas cosas, darle sentido a muchas preguntas para las cuales no tenía respuestas. A medida que fui avanzando en la carrera, esa idea inicial fue mutando, se fue complejizando. Y ahora me doy cuenta que si tuviese que volver a elegir, seguramente elegiría lo mismo".

Embarcada desde hace tiempo en la idea de ayudar a sectores excluidos, Mariela divide sus clases de Psicología I y sus investigaciones para Evolutiva II con la silenciosa pero tenaz tarea de ofrecer sus conocimientos en la Escuela N°14 de Ensenada, donde, a través de una labor comunitaria cuerpo a cuerpo, elabora y plantea proyectos para la promoción de la salud. "Lo que hago tiene cierta relación con mis investigaciones sobre parentalidad -explica-. La idea es analizar la familia y los distintos tipos de crianza. Me gusta trabajar con población en situación de exclusión social. Creo que son los que más ayuda necesitan. Y si uno tiene algunas herramientas como para ayudar, la obligación del profesional es hacerlo".

Repasar las historias de "Tita", Jazmín y Mariela nos llevan siempre al mismo lugar. Distintas pero parecidas, todas transitan por los misteriosos y siempre fascinantes universos de la vocación. ¿Qué tienen en común? Son jóvenes. Son apasionados. Son talentosos. Y es cierto: hay preguntas que se responden solas.