Un hito de la democracia argentina

La de hoy será la séptima elección consecutiva en nuestro país desde el retorno al sistema democrático en 1983, en la que se pondrán en juego -como ocurrió en las seis anteriores- los principales cargos ejecutivos, legislativos y municipales.

Nadie hubiera garantizado hace 28 años que se iniciaría un período de estabilidad institucional tan dilatado, que además se consolida y proyecta hacia el futuro. La emotiva asunción de Raúl Alfonsín no dejó de verse condicionada por la eventualidad de un futuro golpe militar, en aquella Argentina azotada por la alternancia de gobiernos civiles y de facto.

Los dramáticos días de la Semana Santa de 1987 y de otros tres alzamientos de los militares nacionalistas y carapintadas sucedidos a intervalos hasta 1990, que afectaron primero a Alfonsín y luego a Menem, hicieron temer por la salud del proyecto democrático que el país había puesto esforzadamente en marcha.

EL SIGLO XIX Y EL GOLPE DEL 30

La Argentina recorrió un extenso primer período de vida institucional ajustada a las normas que fijaba la Constitución de 1853. Fue el lapso que se extendió desde la asunción de Bartolomé Mitre, en 1862, hasta el golpe militar que el 6 de septiembre de 1930 derrocó al presidente radical Hipólito Yrigoyen. Fue la primera pero, desgraciadamente, no fue la última de las rupturas del orden constitucional.

Se consumarían luego otros golpes militares en la década del `40, pero marcaría una huella indeleble la revolución militar que derrocó a Juan Domingo Perón en septiembre de 1955, luego de tres días de enfrentamientos que pusieron al país al borde de una guerra civil.

Siete años después, otro presidente constitucional, el radical intransigente Arturo Frondizi soportaría una seguidilla de asonadas y presiones militares, que obligaron a su renuncia en 1962. Tras un interregno de meses a cargo del vicepresidente 1º del Senado, José María Guido, asumiría en 1963 el radical Arturo Illia en elecciones que se caracterizaron por la proscripción del peronismo.

Pero tres años después Illia cae abatido por el golpe comandado por el general Onganía, que asumió la virtual suma del poder en 1966.

La muerte de Perón en 1974 y su relevo por una débil Isabel, dominada entonces por José López Rega, volvió a colocar al país ante las puertas de un golpe de Estado, perpetrado el 24 de marzo de 1976 por los comandantes de las tres fuerzas. El huevo de la serpiente anidado en 1930 había gestado al hijo más violento, desarrollándose hasta 1983 una gestión ominosa que llenó de víctimas al país y que lo colocó al borde del abismo al promover la invasión a las islas Malvinas, como un desesperado intento de un sector militar para obtener algún rédito político.

Las urnas de 1983 les devolvieron dignidad a los argentinos y sirvieron para que valoraran a la democracia como única forma de gobierno para el país. La continuidad lograda desde entonces podría ser vista, también, como un homenaje a tantos hombres y mujeres que lucharon para que el gobierno resida en la soberanía popular y en el respeto irrestricto a las leyes y a la Constitución.