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De La Plata al mundo, un arte que asombra

Andrés Compagnucci, pintor hiperrealista. En su taller del barrio de La Loma ilumina figuras e imágenes populares. Su obra recorre el planeta y actualmente expone en Alemania

De La Plata al mundo, un arte que asombra

Andrés Compagnucci

6 de Noviembre de 2011 | 00:00

Clic para ampliarHay que mirar detenidamente -y mirar una vez más, con mucha atención- para intentar convencerse de que no es una foto; que ese micro 307 está pintado y que también lo está el auto ligeramente deformado que se refleja en la curva del paragolpes del colectivo. Pero no son fotos sino pinturas las que compone el platense Andrés Compagnucci.

¿Este es el Palacio Real, el de los reyes de España? ¿Esta es La Cibeles, la fuente de Madrid? ¿Quién puede afirmar que no son perfectas fotos, hechas y derechas? Sin embargo, cada uno de esos cuadros le llevó a Compagnucci varios meses de trabajo, con ocho horas diarias de agotadora labor, trabajando con meticulosos pinceles, óleos y "mucha paciencia". El mismo efecto provocan sus cuadros que reflejan coloridos jardines, objetos de consumo, juguetes, recuerdos de viajes, filetes, figuras de los comics más conocidos.

Clic para ampliarSus cuadros cuelgan en museos, galerías y casas de coleccionistas de nuestro país, de España, Inglaterra, Francia, Italia, Estados Unidos, Brasil y "hasta en Singapur", dice sonriendo. En la actualidad, expone en el Museo Porsche de Stuttgart (Alemania). La fábrica de autos le pidió que pintara dos capots de un Porsche GT2. También exponen allí, en la misma muestra, los argentinos Minujin, Polesello, Clorindo Testa, Benedit y Seguí. En uno de esos capots brilla la jovial figura de Meteoro, ese héroe de los chicos.

Su obra gustó tanto en España que dos de sus cuadros fueron incluidos en una estampilla oficial, en una colección del Correo español que se editó en varias oportunidades: entre otras, para la boda del príncipe de Asturias y para el aniversario de la Constitución española. Una estampilla muestra un dibujo del Palacio Real; y otra la Catedral de la Almudena , con la leyenda abajo que le asigna autoría en ambos casos.

Clic para ampliarEl hiperrealismo es definido como una escuela de pintura nacida en los Estados Unidos, en la década del 60 del siglo pasado, que se propone reproducir objetos con mayor fidelidad que la fotografía. Influenciado por el movimiento pop, por el universalismo que generó el consumo derivado de la revolución industrial, el hiperrealismo mantiene hoy una fuerte vigencia.

¿Cuál es la diferencia entre un cuadro hiperrealista y una foto?

"Al volver a hacer la realidad de nuevo, te podés detener en cada pequeña porción. Es como digerir la foto y transformarla en pintura. Pero creo que hay que hacer algunas distinciones: en la pintura tiene el mismo valor la cosa más insignificante como el motivo central".

¿Es más realista la pintura que la foto del mismo objeto?

"Es infinitamente más realista la pintura que la fotografía. Las fotografías parecen copias agrisadas de los cuadros".

En todo arte existe un fuerte componente subjetivo. Es más, casi podría decirse que no podría existir el arte sin la subjetividad. ¿Qué ocurre con el hiperrealismo?

"La primera intención que tengo como artista es contener la subjetividad. Yo digo que en la vida existen las limitaciones. Uno es como un juez, que actúa sobre lo que recibe. Yo estoy entre la foto y la pintura. Claro, cuando pinto siento que estoy ahí, pero procuro participar lo menos posible. No creo tanto en la genialidad".

Si uno mira un cuadro hiperrealista, queda como congelado en el tiempo que ese cuadro representa. Si yo miro estos micros pintados de La Plata, tan fielmente parecidos a los micros de otras épocas, sólo puedo pensar en las décadas del 80 o del 90, porque son de esos años. En cambio, cualquier otra pintura, por ejemplo el arte abstracto, le permite al observador situarse en cualquier tiempo...

"Eso depende del objetivo del artista. A mí me pasa algo serio con el tiempo: me desespera pensar que las cosas desaparecen. Pinté esos micros sabiendo que los iban a cambiar, que vendrían otros, probablemente más feos, con menos filetes y motivos plásticos. Las cosas siempre desaparecen para peor, para ser reemplazadas por otras menos bellas".

El hiperrealismo no parece apegarse a lo que habitualmente se llama compromiso del arte con los temas y las preocupaciones sociales.

"En mi caso es así. Intento que la mía sea una pintura de la felicidad, no de la infelicidad. No puedo reflejar horrores, no tengo esa capacidad. Creo que todo ser humano trata de buscar la felicidad y eso es lo que hago".

¿Qué le dice el público cuando ve sus obras?

"Habitualmente se sorprenden por el efecto de la pintura. Pero me interesa también señalar que mucha gente que vio, por ejemplo, los micros, me contó que después, cada vez que le tocaba viajar en los micros, su mirada había cambiado. Que el viajar los alegraba o entretenía más, porque miraban los detalles, el espejo con dibujos fileteados, la palanca de cambios, todo lo que habían visto en mis cuadros lo encontraban ahora en el interior de los colectivos".

¿El Estado apoya suficientemente al arte?

"Hay algunos premios, algunos pocos estímulos. Son reconocimientos, digamos, espirituales. El artista se tiene que arreglar solo. Un pintor termina de estudiar y ya está poniendo su taller, porque tiene que vivir..."

¿Cómo se ve el país desde afuera? Usted viaja permanentemente y debe tener esa referencia todo el tiempo.

"La Argentina tiene tantos momentos diferentes. Pasamos de la euforia a la depresión en un minuto. Pero sí, en la crisis del 2001 la pregunta que se hacían afuera era siempre la misma: ¿cómo pueden ustedes estar tan mal teniendo tanta riqueza?"

¿Quiénes fueron sus maestros de pintura?

"En La Plata , Carlos Pacheco. Un admirable profesor. Un día, al fin de una clase, en forma sorpresiva me dijo: "bueno, ahora tenés que empezar a pintar". Salí de su estudio y lo primero que vi en la vereda fue un puesto ambulante de venta de caramelos. Y atrás una vidriera de zapatillas baratas. Empecé a descubrir lo que después me puse a pintar".

¿Y en el mundo, a qué hiperrealista admira?

"A Don Eddy, un norteamericano que vive en Nueva York. Domina la maravillosa magia de no dejar ningún rastro de cómo hace el cuadro. Es como el mago que no permite que nadie adivine su técnica".

* * *

El taller de Compagnucci, ubicado al fondo de su casa en el barrio de La Loma, tiene ventanales muy altos para que el sol atraviese el lugar. En sus dos plantas conviven centenares de muñequitos, libros y cuadros que asombran. Hay también ocho enormes flippers, esos ruidosos juegos, coloridos y musicales. Uno de los cuadros del pintor muestra a un flipper y a la bola acerada que corre entre los obstáculos: en esa bola se ve, nítido, el concentrado rostro de su pequeña hija Ernestina siguiendo el juego.

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