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“Hay mucha gente buena que apuesta a la vida...”

Marita Marini, directora de la Casa Cuna. Más de 50 chicos con Sida, dados en adopción. Medio millón de prestaciones por año. Crecimiento del abuso sexual y del maltrato infantil

30 de Diciembre de 2012 | 00:00
MARITA MARINI
MARITA MARINI

Por MARCELO ORTALE

“Hay mucha gente buena que apuesta a la vida. Acá vemos lo más duro, lo más crudo, lo más fuerte que le puede pasar a una sociedad. Acá vienen niños de muy corta edad víctimas de violencias, de abusos sexuales, con secuelas gravísimas. Y como contrapartida vemos a diario la solidaridad, el compromiso y la bondad de las personas”, dice la médica Marita Marini, directora ejecutiva del Hospital Zonal Especializado “Dr. Noel H. Sbarra”, igualmente conocido por la Casa Cuna.

“¿Esto es un hospital? Parece una clínica...”, expresan asombradas muchas madres que van con sus chicos. Hay mucha luz en todos los espacios, una claridad que se derrama desde los altos techos de policarbonato. Y más que una clínica parece un ordenado y pulcro jardín de infantes, un colegio primario, con el dominante sonido de las risas de los chicos.

Consultorios luminosos, tapizados de dibujos infantiles o de murales y cuadros donados por Lido Iacopetti o López Osornio; la sala de espera ajetreada por la presencia de alumnos de Bellas Artes, que concurren al hospital de 8 y 67 para disfrazarse y jugar con los chicos; los saludos sonrientes que se cruzan entre enfermeras y profesiones en los pasillos, todo habla de un cuidado afectivo dominante, de un trato humano hacia toda persona que ande por allí, sea un niño enfermo o un ocasional visitante.

La directora lleva al cronista y al fotógrafo por las distintas dependencias. “¿Ya cobraste?” le pregunta a una enfermera que se cruza. La interpelada contesta que sí y hablan unos instantes sobre un tema del hospital. Abre todos y cada uno de los consultorios externos, impecables al igual que la sala odontológica. Vienen chicos de la zona y muchos del interior de la Provincia. Marini explica que hasta hace unos diez años la Casa Cuna tenía un carácter más asistencial.

“Nuestro perfil cambió, ya casi no tenemos niños que estén sólo en situación de desamparo, hoy atendemos mayormente a chicos que además de padecer necesidades de tipo social tienen problemas de salud muy complejos”. Los hay también que sufrieron malos tratos, torturas y abusos en hogares desquiciados, a quienes los médicos tardan meses en compensar.

Marita Marini nació en La Plata, hija de Félix Marini y María Rosa Ramírez Gronda. Dice que tuvo dos tíos “éticos”. Uno de ellos fue Anselmo Marini, ex gobernador radical 1963-1966 y el otro Juan Ramírez Gronda, dos veces juez de la Suprema Corte bonaerense. “Mi tío Anselmo cuando era gobernador caminaba solo por las calles, sin custodia. Igual era mi tío Juan, tuvieron ambos un estilo sobrio y austero de gestión que yo procuro imitar”.

Marita nunca quiso sentarse en el sillón principal de su despacho. “No me siento ahí. Crea una sensación de distancia y yo soy una directora itinerante”. Y no sólo no se sentó en el sillón principal para las fotos de la entrevista: “Casi no viene al despacho, no se sienta en ningún momento...”, confirmó una colaboradora.

Cursó el primario en la Escuela 4 y el secundario en el Normal 3. Después decidió estudiar medicina y se anotó en al facultad de la UNLP. Se graduó como médica en 1978. Cuenta que a mitad de la carrera, vio una vez un nene que virtualmente agonizaba en un hospital. Preguntó qué tenía y le dijeron “tos convulsa... y está así porque no se vacunó. Entonces decidí ser pediatra, ahí tomé la decisión”.

Recorrió toda la carrera docente, desde ayudante alumno hasta llegar en 2002 a la titularidad de la cátedra de Pediatría B en la facultad de Medicina. También ese mismo año la designaron directora de la Casa Cuna. “Fui al mismo tiempo la primera mujer titular de pediatría y la primera mujer directora de la Casa Cuna”. Ambos trabajos le demandan un promedio de catorce horas diarias de trabajo.

Está casada con el cardiólogo Elías Sisu. Tuvieron dos hijas, Guadalupe y Laura, las dos también médicas. Hay otro dato en el que coinciden: “los cuatro somos hinchas fanáticos de Gimnasia”. En su despacho se ven un banderín y un escudo albiazules, uno de ellos regalado por una personalidad importante del país.

¿Cuántos internos hay en la Casa Cuna y qué cuadros presentan?

“Tenemos unos 70 chicos internados, al margen de los miles que vienen a los consultorios todo el año. Hay casos muy complejos, de chiquitos cuyas vidas se prolongan con oxigenación, con alimentación parenteral y que, a la vez, provienen de una situación social muy desarmada”.

¿Tienen chicos con Sida? ¿Qué otros hay?

“Sí... siguen naciendo chicos con Sida y otros adquieren esa enfermedad a partir de los abusos de que fueron objeto. Hay chicos cuyos padres padecen adicciones muy importantes, hay altas tasas de malformaciones muy severas. En algunos casos, en aquellos en que es posible, tratamos de estabilizarlos y que vuelvan a sus hogares. Hoy se puede llevar oxígeno a la casa, pero si el contexto familiar no ayuda, bueno, a medida que el chico crece se busca derivarlo a otros hospitales”.

¿Es verdad que se advierte un crecimiento de casos de violencia y abuso contra los menores?

“Por lo que vemos nosotros, es así. Tenemos de continuo casos de niños con síntomas de violencia extrema, con signos de haber recibido abusos y maltratos. En algunos casos, duele mucho decirlo, son las propias madres que les han inferido castigos muy duros que dejan secuelas”.

¿Cómo ha funcionado el mecanismo de la adopción?

“Es difícil hallarle padres adoptivos a niños mayores de ocho años de edad, hablo de la adopción regular. Pero en la Casa Cuna se ha logrado ya darle familias a unos 120 chicos que sufren severísimos problemas de salud, como Sida, VIH, síndromes genéticos, retrasos severos, espina bífida severa, ceguera total, autismo y demás patologías que requieren mucha atención. Con Sida hemos dado más de 50 chicos en adopción”.

Lo que se sabía es que los aspirantes a ser padres adoptivos buscan chicos de corta edad, pero lo que no se sabía tanto es que estén dispuestos a adoptar chicos con enfermedades tan serias.

“Es cierto que las parejas buscan chiquitos y sin demasiada historia. Pero también lo es que cada vez hay más personas que miran por el interés de estos chicos. Y vamos teniendo un creciente éxito ya que, además, no existe realmente tasa de devolución. Es más, no hay ningún caso de devolución. Lo que hacemos nosotros es ayudarlos desde el hospital, con todo lo que podemos”.

¿Funciona bien el voluntariado, alcanza la cantidad de voluntarios?

“Tenemos unos cien voluntarios, es un buen número. Nosotros les damos un curso de capacitación. Uno de los mayores problemas es que se encariñan con los chicos, y los chicos con los voluntarios. Lo primero que le decimos a los voluntarios es que cumplan con su rol, que respeten la identidad, que el chico al que ayudan, con el que juegan o a veces sacan a pasear, no es su hijo”.

Debe haber casos sobresalientes entre el voluntariado.

“Tenemos a la española, la abuela Doña Carmen, que tiene 94 años y que vive a pocas cuadras de acá. Es niña de la Guerra Civil española. A los 80 años se ofreció para ayudar. Le preguntamos si sabía tejer y dijo que no. Pero que iba a aprender. Y aprendió. Elle teje todos los días para la Casa Cuna. Nos manda batitas y otras prendas”.

Recibirán otras clases de ayuda también.

“Disponemos no sólo del presupuesto de Salud, porque el hospital es público. También nos ayudan las autoridades y muchísimas empresas, gente de toda extracción social o nivel económico. La Casa Cuna ejerce desde siempre una fascinación especial. Nos ayudan los propios empleados. Una enfermera hace un tiempo, cuando había un paro de transporte, detuvo a un patrullero policial y les dijo a los policías: “Tengo que estar en la Casa Cuna, soy enfermera de allá”. Y la trajeron nomás”.

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No hay un caso en la Provincia -ni probablemente en el país- de continuidad institucional similar al de la casa Cuna. En sus 70 años de vida se sucedieron solamente ocho directores. Los tres primeros -Ramón Eira, Héctor Mercante y Oscar Moviglia- actuaron los cinco primeros años desde 1942. Y a partir de 1947 la dirección fue ocupada por Noel Sbarra (27 años al frente); Marcos Cusminsky (once años) Roberto José Mateos (4 años), Luis García Azzarini (6 años) y Marita Marini (lleva diez años). Los que entienden de la cuestión hospitalaria aseguran que en esa continuidad reside gran parte de la excelencia de la Casa Cuna.

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