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Pasará el ocaso de su vida en la intimidad

13 de Febrero de 2013 | 00:00
EL MONASTERIO MATER ECCLESIAE, FUTURA CASA DE RATZINGER, EN EL VATICANO, ESTÁ SIENDO REACONDICIONADO
EL MONASTERIO MATER ECCLESIAE, FUTURA CASA DE RATZINGER, EN EL VATICANO, ESTÁ SIENDO REACONDICIONADO

CIUDAD DEL VATICANO.- Siendo el más cercano de sus confidentes, el cardenal Joseph Ratzinger observó muy de cerca cómo la salud del Papa Juan Pablo II, quien fuera un atleta robusto en sus mejores años, se deterioró públicamente en sus últimos años de vida.

Juan Pablo II, agobiado por la enfermedad de Parkinson y paralizantes afecciones de cadera, ya no podía caminar ni hablar al acercarse su muerte en 2005, a la edad de 84 años, un panorama de sufrimiento que no sólo conmovió a los feligreses sino que presentó una visión perturbadora de la fragilidad papal. El Vía Crucis físico también distrajo a Juan Pablo II de los retos que estaba enfrentando la Iglesia, como el escándalo mundial de abusos sexuales por parte de sacerdotes.

Ratzinger, quien fue elegido como Papa Benedicto XVI, se convirtió a los 78 años en el pontífice de más edad en 300 años de la Iglesia. Con su renuncia, está claro que buscó evitarle al Vaticano otro fin agónico papal. En su anuncio, Benedicto XVI dijo que su fortaleza se ha deteriorado en los últimos meses “de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”.

En la Iglesia Católica Apostólica Romana, los obispos son obligados a renunciar a la edad de 75 años y los cardenales, después de los 80 años, tienen prohibido votar en un cónclave para elegir a un nuevo Papa. Sólo a los Papas se les permite regir hasta su fallecimiento. Ahora, esta renuncia papal, la primera en 600 años, podría ayudar a establecer un precedente moderno que asegure que los pontífices, al igual que otros líderes con responsabilidades agobiantes, tengan el vigor físico y mental para realizar su trabajo.

El cardenal de París Andre Vingt-Trois dijo que Benedicto XVI “rompió un tabú”.

“Rompió con varios siglos de práctica”, comentó el cardenal, “y expresó el punto de vista de que no sólo es legítimo sino probablemente útil que un Papa renuncie y se retire de sus tareas”. “En cualquier caso, es un acto liberador para el futuro... Para el siglo por venir, pienso que ninguno de los sucesores de Benedicto XVI se sentirá obligado moralmente a permanecer hasta su muerte”, agregó el prelado francés.

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