Otros análisis del fin de semana

EL PRIMER ENCUENTRO FORMAL ENTRE EL PAPA Y LA PRESIDENTA

Se diversifican los temas en los comentarios de los matutinos porteños. Pero predomina aún la designación del Papa argentino y su efecto político. El resumen.

Joaquín Morales Solá
LA NACION

La procuradora Gils Carbó tiene la misión de excitar a la opinión pública contra el prestigio de la Corte nacional: “Su misión última es promover un cambio en la integración del máximo tribunal”, afirma Morales Solá. Si triunfara, una mayoría cristinista se haría cargo de la única institución que puede frenar el proyecto oficial de ir por todo, agrega. “Ahora se instala la nueva imagen de una presidenta buena, obligada por el clima que creo la elección del Papa Francisco”. Pero Cristina no es nueva en la política: “ya hizo varias campañas electorales con amables discursos que enterró tras la victoria”. Detalla luego cómo se precipitarían al menos tres vacantes en la Corte, que hoy tiene siete miembros pero que pasaría a tener cinco. Fayt y Petrachi superaron el límite de edad y serán objeto de una brutal ofensiva. Y el oficialismo aspira también a debilitar a Argibay. Concluye señalando que Gils Cargó “no está sola ni su misión es módica. Detrás de ella está la decisión política de Cristina Kirchner de tumbar a la Corte y fulminar el único límite objetivo de su vasto, inmenso poder.”

Mario Wainfeld
PAGINA 12

La situación de los trabajadores argentinos desde 1943 a 1975, con epicentro en los gobiernos peronistas, se vio protegida, señala Wainfeld, por “uno de los regímenes laborales más amplios y tutelares dentro de los países capitalistas”, en una situación que luego varió, cuando la lucha contra la pobreza tiende ahora a reemplazar las luchas por promover los derechos del trabajo. En aquellas tres décadas, asegura, “la cultura del trabajo vertebraba nuestra sociedad. Altos índices de empleo y de afiliación sindical, record entre los países vecinos y muy elevados en las ligas mundiales. Sumados a un dato, quizá subestimado: en ese ayer, mayormente el que trabajaba paraba la olla”. En ese contexto, dice, “los gobiernos kirchneristas, con buen tino, se dedicaron a promover el empleo en tiempos favorables y en defender los puestos de trabajo en momentos de crisis. También a fomentar actividades mano de obra intensivas. Mérito doble porque en la coyuntura éstas no son las que resuelven mejor la ecuación fiscal, en la que gravitan más (por cojones, diría un economista español) las exportaciones de materias primas”.

Eduardo Van Der Kooy
CLARIN

Al impacto emocional que causó en el país la coronación del Papa Francisco alude Van Der Kooy en su columna. Reseña que Bergoglio se ocupó durante años de los sectores pobres y que “en ese mismo segmento el kirchnerismo atesora una porción sustancial de su clientela electoral. La comprobación los obligó a una pirueta indecorosa que se extendió desde Cristina hasta La Cámpora. La Presidenta mutó su irritación inicial por una emoción y amor hacia el Papa que pareció convertirla en un fariseo. La política exige, a veces, cierto travestismo. Pero quizás no hacía falta tanto”. Afirma luego que el liderazgo doméstico de Cristina “será sometido desde ahora a la comparencia de un liderazgo universal”, como el de Francisco. Mas adelante asegura que los actuales cimbronazos económicos en el país “denunciarían que nada ha cambiado ni estaría próximo a cambiar”, para concluir que “la falta de certezas incumbe también a Cristina: su modelo vacila y la pesada sombra de Francisco la obliga a un juego nuevo, difícil de jugar”.

Mariano Grondona
LA NACION

“El nuevo papa, ¿modificará a los argentinos?”, se pregunta Grondona en su columna. También se interroga sobre las virtudes personales por las que resultó electo Bergoglio. “Primero, la sencillez. Segundo, el amor a los pobres. Tercero, la huida sistemática de toda retórica, de toda vanagloria. Cuarto, una confianza en los designios de Dios que alejan de él toda presunción”. Tras señalar que Bergoglio “caminaba todos los días entre nosotros y no lo habíamos notado”, sostiene que ahora podrá mostrarnos a “un país que ha perdido el hábito, la virtud de acordar. Seamos oficialistas u opositores, a todos nos alimenta la soberbia. Gobernantes y opositores, todos creemos tener razón”. Añade que “quizá la significación del nuevo papa Francisco sea, especialmente para los argentinos, el llamado a la concordia, gracias a la cual ya nadie “se la cree” ni considera que todo aquel que no piensa como él es su enemigo”. Acaso el papa Francisco podría enseñarnos esta conclusión: “que tu amigo no es tan bueno ni tu enemigo es tan malo como supones”.