La abuela que eligió ir a un geriátrico para sentirse más segura

OLGA ARDITTI (81)

Sorprendidos. Así quedaron los hijos de Olga Arditti (81), cuando ella les comunicó su decisión de ir a vivir a una residencia para adultos mayores.

“Lo decidí de un día para el otro y yo misma recorrí varios geriátricos hasta que me decidí por uno”, dice Olga, quien asegura que uno de los principales motivos que la llevaron a tomar la decisión fue la inseguridad.

“Hasta que llegué a la residencia vivía sola en un departamento y por más que tomaba muchas precauciones tenía mucho miedo y no sólo de noche, sino a cualquier hora del día. Creo que eso fue lo que terminó de ayudarme a tomar mi decisión”, sostiene.

Claro que el miedo a la inseguridad no fue la única razón. También le pesaba la soledad. Dice que aunque sus hijos vivían cerca de su departamento y la visitaban, pasaba mucho tiempo sola y necesitaba el contacto con gente de su edad.

El caso de Gloria se enmarca en una tendencia, que los especialistas ya detectan: la de aquellos adultos mayores que, por sí mismos, buscan y eligen residencias donde internarse.

Gloria Arditti, que fue una de las integrantes de Papelnonos, una recordada orquesta de La Plata integrada por adultos mayores que tocaban instrumentos musicales hechos de papel que ellos mismos confeccionaban, dice que desde que empezó a vivir en la residencia ganó mucho en calidad de vida.

“Retomé el contacto con la música y actualmente estoy estudiando piano otra vez. Puedo tocar a cualquier hora del día y si lo hago en algún horario en que puedo molestar uso auriculares”, dice Gloria, que durante su vida activa fue podóloga, reflexóloga, modista, se casó tres veces, cantó en distintos coros y tuvo dos hijos y tres nietos.

Además de ganar en seguridad y en calidad de vida, Gloria dice que la tranquiliza estar en una residencia donde está permanentemente controlada por médicos, ya que padece osteoporosis.

“Para mi todo esto representa un profundo cambio de vida. Pasé de estar siempre sola, viviendo con mucho miedo a estar tranquila y sentirme cuidada”, asegura.

Su hijo Horacio dice que a la familia la decisión primero la sorprendió, pero después los tranquilizó.

Tuvo que ver en ese cambio de actitud el ver que Olga está mejor, que se siente más animada y que ya no tiene el miedo que le generaban los hechos de inseguridad.

“Ella necesitaba estar atendida las 24 horas y es difícil estar permanente pendiente. Además, antes habíamos considerado la posibilidad de un cuidador domiciliario, pero no estábamos muy seguros”, afirma.

A medida que los días pasan, Olga, que entró en la residencia en el mes de Julio, se va vinculando con sus compañeras -la residencia es exclusivamente para mujeres- y animándose a encarar nuevos proyectos.

“Ahora estoy trabajando en algunos detalles de mi habitación, la estoy redecorando, haciéndola más alegre”, cuenta.

Sus familiares, más tranquilos, la visitan “casi todos los días y cuando no lo hacen me llaman por teléfono. También paso con ellos algunos fines de semana”, cuenta Olga.