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Información General |A 25 AÑOS DE SU MUERTE

Mujica Láinez, el orfébre de la palabra

Perteneció a una generación literaria que marcó la historia de nuestro país. En su aniversario, profesores, literatos e intelectuales lo recuerdan

Mujica Láinez, el orfébre de la palabra

Mujica Láinez, el orfébre de la palabra

21 de Abril de 2009 | 00:00
Un día como hoy pero de 1984, a las dos de la madrugada, moría Manuel Mujica Láinez. Era un sábado otoñal en "El Paraiso". La mansión cordobesa donde el escritor decidió pasar sus últimos años. Con "Manucho"- como le decían sus íntimos- moría una tradición aristocrática en las letras argentinas. Láinez, perteneciente a la generación de Borges, supo ilustrar con minuciosidad el decaimiento de la oligarquía y el paso a una vida democrática y de golpes militares en el país.

En el final de sus días, fue un personaje que interesaba tanto a los suplementos culturales como a las revistas de frivolidades. Educado, cortez pero distante, Mujica Láinez continúa vendiendo en las librerias más reconocidas de la Ciudad, a pesar de ser uno de los menos leídos de su generación.

Desde la perspectiva de Martín Malharro, profesor de la cátedra de Gráfica III de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP y autor de la novela policial "Banco de Niebla", "Habría que releerlo obligatoriamente para ver si este olvido que tiene ultimamente es justo y merecido. Manucho pertenece a una camada de escritores periodistas ilustres y representa, como todos los de su generación "luminosa", una salida hacia el exterior de las letras argentinas. Hoy en día es impensable pensar la literatura argentina sin contar con los aportes que hicieron ellos".

Para algunos fue el mejor escritor del país; para otros su obra ha pasado de moda tanto por su forma de escritura como por los temas que desarrolló: las tradiciones de la Argentina de finales del siglo XIX y comienzos del XX que Mujica vivió de joven. A pesar de nacer en el año del Centenario de la Revolución de Mayo, Mujica Láinez convivió de modo eterno con el recuerdo de un tiempo pasado que fue mejor.

"Dentro de la Literatura Argentina si se lo mira con una vista un poco exigente, puede parecer un autor de una prosa y estilo superado. Sin embargo, él fue un escritor muy minucioso en sus investigaciones y en la utilización de las palabras. A mí principalmente me interesa como observador de la condición humana. Porque para contar una novela desde la perspectiva de una casa como hace en su novela más conocida "La Casa", demuestra su gran sensibilidad y capacidad de imaginación", afirma José María Ferrero, ex Director de la Editorial de la Universidad Nacional de La Plata y docente del profesorado de Lengua y Literatura del Instituto 9 de La Plata.

Fue tanta su añoranza por lo lejano que en sus últimos días se dedicó a llenar libretas con fotos antiguas de su familia. Completó ocho libros. El noveno nunca lo terminó. En sus conversaciones con Borges, durante 1977, Mujica Láinez aducía desconocer a Buenos Aires, tan lejano al de los años veinte. "A esta ciudad no la conozco, es otra. Y la gente, no digamos...Bueno, ha pasado mucha cosa, han pasado dos peronismos", afirmaba melancólico.

Manucho ingresó a la vida periodística en 1932, en el diario La Nación, donde escribiría hasta jubilarse. Fue un hombre mundano que escribía crónicas y recolectaba información de sus viajes, para sus novelas. En sus años de jubilado, disfrutaba de los reportajes, de las fotos y de la fama que le daban algunas de sus obras más notables.

UN GRAN TRABAJADOR

Autor de "La Casa", "Misteriosa Buenos Aires" "Aquí vivieron" y "Bomarzo", muchas han sido reeditadas en los últimos años durante el auge del revisionismo literario.

Su prosa cuidada, barroca y pura, rescataba una castellano tradicional como lo hiciera Leopoldo Lugones y Borges. Su tradición literaria le indicó un camino: durante sus cuatro años en Europa -regresó a Buenos Aires a los 17 años- aprendió a hablar en inglés y francés y descubrió su amor por los grandes clásicos. Allí aprendió a respetar el valor de la belleza de las palabras, y lo que significó "la alianza entre el pensamiento exacto y su expresión musical", recordaba en una de las últimas entrevistas.

"Mujica Láinez fue un orfébre de la palabra y de la escritura. Un gran trabajador en lo que hace a la escritura sumada a la cultura -continúa Malharro- Yo creo que el primer prejuicio que se tiene sobre él es porque nunca se sintió muy identificado con el "criollismo". Borges, que es nuestro Shakespeare argentino, escribió las mejores milongas. Había una identificación de Borges con lo nuestro; pero Láinez fue más lejos: él quiso escapar del "populismo" y por eso fue demonizado injustamente. Pero para mí fue un exquisíto en la literatura; un ferviente trabajador de la escritura de nuestro país".

De nuevo en la Argentina, desarrolló su humor ácido pero sin perder sus modales de siempre. Tras su recorrida por barrios señoriales, ya en "Misteriosa Buenos Aires", Manucho relató las costumbres porteñas previas a la irrupción del peronismo aunque incluyó un cuento, "Le Royal Cacambo", en francés.

Su pasión por el pasado y por las costumbres europeas hicieron que se lo tildara de extrajerizante, frívolo y muy lejos de las costumbres criollas. Sin embargo Manucho fue el encargado de reconstruir auténticas pinturas históricas basadas en investigaciones minuciosas. Supo construir mundos. A pesar de su tradición aristocrática, no tuvo miedo de inmiscuirse en aquellos "otros mundos suburbanos" de Buenos Aires y sus alrededores.

Mujica Láinez llevaba siempre su lapicera a tinta dispuesto a escribir de un tirón todo lo que lo tomase por asalto. Por la mañana escribía y por la tarde, con algunas correcciones, pasaba a máquina -una de las demostraciones tecnológicas de que su clase se había derrumbado- las novelas que, según sus más íntimos amigos, terminaba en poco tiempo. Desde La Nación, fue un gran defensor de la actividad periodística como formador de escritores.

LA CENSURA

Su actividad periodística y literaria demostraron su hipótesis y en 1955 recibió el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina De Escritores (SADE) por su novela "La Casa". En 1956 fue elegido miembro de la Academia Argentina de Letras y en 1963, recibió el Premio Nacional de Literatura por su novela "Bomarzo". Novela de éxito a nivel mundial gracias a la ópera compuesta por Alberto Ginastera, pero que en Argentina conoció la censura con el gobierno del General Juan C. Onganía.

Según el periodista Alberto Moya, docente de la UNLP, "Lo mejor que hicieron con Mujica Láinez fue censurarlo. Aunque parezca paradójico, la generación post Malvinas llegó a ese hombre más por prestar atención al motivo de la censura que por su obra. A muchos de esa generación, les llegó por la música y, para colmo, extranjera. Fue el grupo sinfónico inglés Emerson, Lake & Palmer quien grabó una obra de Alberto Ginastera y, por prestarle atención a ese compositor argentino, supieron que había musicalizado Bomarzo, una obra cumbre que por censurada, interesaba. Tal vez avergüence admitirlo, pero gracias a la ignorancia de los bravucones, pudimos refugiarnos en la magia de "Misteriosa Buenos Aires".

Tanto la censura como el escándalo, hicieron que su obra tuviese exelentes ventas. Pero sus pinturas de "ese" Buenos Aires, sus personajes típicos y la melancolía radiográfica de una clase tradicional a la que él pertenecía, se reflejan en sus obras con profundidad psicológica y un humor ácido y sutil.

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