¿Ahora se reconoce más el engaño?

Hay una receta contra el engaño que la cuentan las abuelas: se lavan dos papas, se las corta en dos mitades iguales y, con un cuchillo afilado, uno debe marcar su nombre en la cara cortada de una de las papas. En la otra mitad se marca el nombre de la pareja y se colocan las dos caras enfrentadas como si se formara una papa entera. Enseguida hay que atravesar un clavo a través de las dos mitades, uniéndolas. Se comienza por el lado de la pareja y la punta del clavo quedará así del lado que lleva el nombre de uno. A la luz de la luna habrá que sellar las uniones de las dos mitades con una cinta de color rojo y se le dará siete vueltas. Luego, habrá que enterrar la papa unida en un lugar bien profundo y, según la tradición, cualquiera se podrá asegurar así que su pareja permanecerá con uno sin perturbaciones y en armonía. Por lo menos hasta que la papa permanezca enterrada.

Si esta receta fuera realmente efectiva, el mundo habría encontrado un modo bastante sencillo de resolver un fenómeno que, según los últimos datos que se conocen sobre el tema, involucra a un 50% de los hombres y entre un 30 y un 40% de las mujeres que están en pareja. Pero parece que el conjuro no funciona o no es muy conocido. Porque el adulterio, si se cotejan las encuestas que hay en nuestro medio sobre la temática, parece ser una cuestión de todos y en claro crecimiento.

"No es que ahora se engaña más que antes -apunta el psicólogo Eduardo Olivera, especialista en terapia de parejas-. La infidelidad existió siempre y de todas las maneras. Sucede que muchos hombres y mujeres que atraviesan ese problema ahora lo pueden hablar e incluso tratarlo en el analista con su propia pareja. Eso años atrás era algo impensado".

Según el profesional, de la larga lista de testimonios que escuchó en su consultorio se desprende que una de las principales razones del adulterio está en el aburrimiento sexual. "Es una causa bastante frecuente pero no la única -advierte-. Y es bueno reconocerlo porque, al hacerlo, se pueden empezar a encontrar indicios de solución al problema".

Según un trabajo reciente realizado por investigadoras de la Facultad de Psicología de la UBA, a un 82% de las mujeres encuestadas lo que más les dolería de una infidelidad es que su pareja se enamorara de la otra persona, cosa que sólo mortifica al 52% de los varones. A un 44% de éstos, en cambio, los mortifica la sola idea de un encuentro sexual, así sea ocasional, de su pareja con otro hombre. Apenas un 18% de las mujeres se desvela por el mismo motivo.

Estos datos, apunta el especialista, están en sintonía con las actitudes que manifiestan unos y otros ante el engaño. En cuanto se exploran a fondo los pensamientos y el mundo emocional masculino, se encuentran numerosos testimonios de hombres que son o han sido infieles a sus mujeres, pero no consideran que se trate de una traición. ¿Es hipocresía? En muchos casos, sí. En otros quizá se trate de una creencia sincera, alimentada por mandatos culturales ancestrales y, todavía hoy, muy vigentes.

En un estudio publicado en The Journal of Family Psycology, por caso, investigadores de la Universidad de Colorado y Texas A&M encuestaron a 4.884 mujeres casadas, en entrevistas cara a cara y cuestionarios anónimos por computadora. En las entrevistas, sólo el 1% de las mujeres admitió haber sido infiel a su marido durante el último año; en el cuestionario de la computadora, más del 6% reconoció el adulterio.

Pero una serie de estudios nuevos sugieren sorprendentes cambios en el paisaje matrimonial. La infidelidad parece ir en aumento, especialmente entre los hombres de más edad y las parejas más jóvenes. Lo notable es que las mujeres están achicando la brecha del adulterio: las mujeres jóvenes engañarían a sus espesos casi con la misma frecuencia que los hombres.

"Si la pregunta es si la infidelidad está aumentando, no se notan cambios realmente impresionantes", dice David Atkins, profesor del Centro para el estudio de la salud y la conducta de riesgo de la Universidad de Washington. "Pero si se amplía el cuadro y se empieza a mirar grupos de género y edad específicos, empezamos a ver algunos cambios muy significativos".

Los datos más coherentes acerca de la infidelidad en el mundo provienen de la Encuesta social general, patrocinada por la Fundación Nacional de Ciencia con sede en Chicago, en la que se empleó una muestra nacional representativa para rastrear las opiniones y las conductas sociales desde 1972. Los datos recabados demuestran que en un año cualquiera, aproximadamente el 10% de las parejas casadas -12% de los hombres y 7% de las mujeres- afirma haber tenido sexo fuera de su matrimonio.

El hecho de que las cifras de infidelidad admitida sean altas suele ser usado por muchos adúlteros en defensa propia. Esto demuestra que es un acto natural, que todos lo hacen. Les faltaría decir, nada más, que la verdadera causa de la infidelidad es el matrimonio (o la pareja). El filósofo y matemático Bertrand Russell tendría una respuesta a esta hipótesis: "Creo que cuando uno se casa es porque tiene la esperanza de un amor duradero y porque tiene la intención de hacer todo lo posible para que lo sea. Yo no defiendo el adulterio. Creo que las dificultades comienzan cuando el matrimonio es infeliz".

Acaso esta mirada permite mirar la infidelidad como algo con raíces más profundas que la simple irrupción de un tercero, un arrebato sexual, un acto de revancha, una debilidad de carácter o una acción destinada supuestamente a revitalizar la pareja.

Otro dato: los investigadores de la Universidad de Washington han determinado que la tasa de infidelidad a lo largo de la vida en los hombres de más de 60 años aumentó a 28% en 2006, cuando era de 20% en 1991. En el caso de las mujeres, el aumento es más sorprendente: 15%, y era de 5% en 1991. Para Olivera, sin embargo, "no es bueno hacer de la infidelidad una cuestión de género, porque al hacerlo se trae consigo un sinfín de prejuicios y pautas culturales que no ayudan a resolver el conflicto".

Como dice Bertrand Russell, nadie elige su pareja para separarse ni para ser infiel. La infidelidad ocurre, pero no se debe a la fatalidad, al destino o a los arrebatos tan caros a la mitología occidental del amor pasional. Sus razones anidan en el corazón del vínculo. Y es ahí, seguro, donde se debe buscar la solución al problema. Al menos que se quiera probar con la receta de la papa.