Las tribus que copan la Ciudad

Un camión celular, patrullas, policías con perros y una docena de efectivos en formación antidisturbio... Cuesta creer que el operativo de seguridad montado cada viernes sobre la peatonal de calle 8 obedezca sólo a la multitud de adolescentes de aspecto aniñado que se reúnen allí a la salida de los colegios. Lo cierto es que el lugar se ha convertido en un escenario frecuente de peleas, a veces multitudinarias. Su causa: las diferencias y tensiones entre los distintos grupos; diferencias que -aunque apenas perceptibles para cualquiera ajeno a ese ambiente- resultan profundas para sus protagonistas: basta una chispa de provocación para comprobarlo.

"Siempre empiezan los cumbieros; los floggers no somos agresivos", asegura Lucho, un adolescente con pantalones chupín, remera de escote en V y un flequillo volcado sobre sus gafas oscuras. Junto a él y vestidos en forma idéntica, Tincho, Santiago y Luciana le dan la razón.

"Más allá de la forma de vestirnos, un flogger es básicamente alguien que le dedica mucho tiempo a su fotolog y se preocupa por tener la mayor cantidad de visitas", asegura Lucho, quien posee dos de estas páginas personales en internet: "Yoymiestiloo" y "Luchosexglam". En ellas tiene fotos propias y de sus amigos, y recibe los comentarios de quienes las visitan.

En la esquina de 8 y 48, el territorio donde se juntan cada viernes los floggers de la Ciudad, Tincho, uno de ellos, dice que no cree que haya exactamente una ideología flogger, sino que se trata más bien de "una forma de vestirse y una actitud en la manera de bailar y de encontrarse con los demás".

"Lo que más importa es ser popular; que te conozcan por tu fotolog", resalta Santiago, quien cuenta que para hacerse más conocidos, algunos de ellos le pagan a su servidor de internet para tener una "fotolog gold", una versión con mayor capacidad para subir fotos y recibir firmas de los visitantes.

Aunque resulta difícil imaginar que su afición para hacerse populares en internet pueda enfrentarlos a otros grupos, los floggers aseguran que sucede con frecuencia. "Los emos son unos payasos, y a los cumbieros les molesta nuestra forma de ser. Te miran mal y te bardean. Nos dicen afeminados. Nosotros nada que ver: no nos molesta que otros sean diferentes; pero en algún momento la gente explota", dice Lucho.

"CARETAS Y SUPERFICIALES"

A unos cincuenta metros allí, en 8 entre 48 y 49, Flavio y Martín -gorra con visera, musculosa y cerveza en mano- descargan sin reparo su aversión cumbiera por los floggers: "son unos imbéciles; los ves y no podés aguantarte las ganas de molestarlos", reconoce el primero. "Son los chetos de esta época", agrega su amigo.

¿Pero qué les molesta de los floggers? "Su actitud -dicen a coro- andan como si fueran mejores que todos los demás". "Y las chicas -admite Flavio- siempre están rodeados de pibitas hermosas. Pero ni las tocan, son todos medio afeminados".

Habitués de los viernes en la peatonal, Flavio y Martín aseguran sin embargo que "las provocaciones son mutuas" y que jamás se meten con los emos ni los darks, porque "ellos no molestan a nadie".

"Los floggers son todo lo contrario a nosotros -explica Maxi, otro autodefinido cumbiero-: son caretas y superficiales. De todas formas, jamás se me ocurriría meterme con ellos por su forma de ser. Si les gusta ser así, problema de ellos", opina.

SENSIBILIDAD POTENCIADA

Testigo de los enfrentamientos entre floggers y cumbieros -los dos grupos mayoritarios en la Peatonal-, Gerónimo, un adolescente que se identifica como emo dice que los emos tienen en cambio una actitud "pacifista".

De aspecto melancólico, ropa oscura, flequillo sobre un ojo y esmalte negro en las uñas de sus manos, Gerónimo explica que ser emo "tiene que ver con tener una sensibilidad especial frente al mundo y elegir no ocultarla. No es que no la pasamos llorando o autoflagelándonos, pero las cosas de la vida te afectan más", asegura.

De ahí que para Mike, otro emo al que apenas se le adivina la cara tras el pelo, los floggers sean "superficiales". "Solamente les importa hacerse conocidos y populares; que los saluden en la calle. Nosotros, en cambio, nos sentimos más cómodos con esta sensibilidad y esta forma de vestir", dice.

Su postura con respecto a la diferencia entre sexos se encuentra, sin embargo, más cerca de los floggers que de los cumbieros. "Nos atrevemos a mostrar nuestras debilidades y nos permitimos tener un aspecto andrógino. Tenemos más libertad para expresarnos. No nos da miedo lo que puedan llegar a pensar de nosotros", afirma Gerómino desde 8 y 51, donde suele reunirse con los suyos.

LA VIDA, DE LUTO

Los emos comparten esa esquina con otro grupo que en La Plata se encuentra casi en desaparición, los darks. También éstos aseguran mantenerse al margen de los enfrentamientos habituales entre cumbieros y floggers; sólo que a diferencia de los emos no son precisamente tranquilos.

Surgido durante la década del sesenta, aunque con algunos adeptos entre los adolescentes de hoy, el dark es un movimiento que proviene de dos subgéneros del rock: el gótico y el metal. Sus cultores se visten de negro, usan maquillaje, tachas y cruces, y reconocen una predilección por la oscuridad y la muerte.

"Ser dark es tener una afinidad particular por la parte oscura de la vida, la angustia y la muerte, y vivir esa realidad en forma marginal. No molestamos a nadie, pero tampoco dejamos que se metan con nosotros", explica Gonzo, un dark de 22 años.

"Nos vestimos como vivimos: un poco de luto. Nuestra ropa oscura refleja nuestro estado de ánimo, la atmósfera en que vivimos más allá de nuestra voluntad. Eso no significa que lo aceptemos todo y nos pongamos bajón, como los emos. Nuestra actitud es mucho más beligerante; menos conformista", se autodescribe Gonzo.

TRIBUS URBANAS

Ya sea por afinidad de ideologías, sensibilidades, gustos por cierta música o apenas la forma de vestirse, las llamadas tribus urbanas "surgen de un proceso de búsqueda de la identidad propio de la adolescencia", explica la psicóloga Beatriz Nassif, a quien le ha tocado observar el fenómeno desde su lugar de trabajo.

Como integrante del Gabinete Psicopedagógico del Colegio Nacional de La Plata, Nassif tiene contacto permanente con chicos que se identifican con algunas de estas tribus urbanas y se ha preocupado además por indagar en el origen de algunas de ellas. Es así que aclara que "no todas son nuevas".

"Si bien los floggers surgieron en forma reciente con internet; los emos existen desde los años ochenta y los darks, que se originaron con una rebelión obrera, son incluso más antiguos". Pero más allá de su origen y la diferencia de códigos propios entre ellos, "lo que los separa es su posición más o menos marginal y su grado de intolerancia con el resto", asegura.

"Mientras que los darks y los emos se autoexcluyen y se sienten incomprendidos; los cumbieros viven en general una realidad de exclusión social. Por otra parte, darks y emos tienden a ser solitarios y a rechazar la sociedad de consumo, a la que los cumbieros suelen no tener acceso y de la que los floggers gozan", observa la psicóloga.

En este contexto no es de extrañar que los floggers, con su búsqueda de la popularidad, su despreocupación infantil y una alegría que los otros juzgan superficial, generen cierto rechazo sin pretenderlo... y que cada tanto, la Peatonal se convierta en un campo de batalla.