Los buzones metálicos todavía resisten en 1 y 36, 8 y 34, 47 y 16, 51 y 21, 7 y 61, y 6 y 50. Algunos fueron “salvados” por los vecinos, y otros muestran las huellas del desgaste experimentado durante casi un siglo
Hitos urbanos de un pasado no tan lejano, piezas clave en el rompecabezas de la nostalgia para varias generaciones, los buzones platenses siguen dando pelea contra el olvido. Periódicamente, empleados del Correo Argentino recorren la media docena de cilindros de base negra y alzada roja que queda en la Ciudad para recoger correspondencia. Aparentemente invulnerables ante el paso del tiempo, algunos de ellos muestran sin embargo las huellas del desgaste experimentado durante casi un siglo de esquinas e intemperie.
'No todos tienen internet o una PC, y hay quienes prefieren la modalidad de expresión y los matices que permite una carta de puño y letra'
dicen en el Correo
Imposibles de obviar ante una mirada atenta, pero con esa suerte de invisibilidad que recubre los paisajes que de tan familiares devienen rutinarios, los buzones metálicos se yerguen en 1 y 36, 8 y 34, 47 y 16, 51 y 21, 7 y 61, y 6 y 50.
En la intersección de 8 y 34 se encuentra el quizás mejor conservado de todos. Fabricado por la firma BASH Hermanos en los porteños Talleres del Fénix, los vecinos explican que "lo restauraron hace poco, y aún se ve gente que deja cartas; todos los sábados pasa la camioneta del Correo a retirarlas". La estructura aún tiene adosada la placa en que se indicaba el próximo turno de recolección, y la que orientaba acerca de los lugares más cercanos en que se vendían estampillas.
También el buzón de 1 y 36, con base de adoquines, fue armado en los talleres del Fénix. El de 16 y 47, en cambio, lo firmaron L.Sanz e Hijos. Rodeado de pasto, sufre frecuentes episodios vandálicos. "Hay quienes dejan cartas, gente de todas las edades, pero son más los chicos y adolescentes que meten porquerías, agua o petardos; cuando los veo, los echo" aseguró el tapicero y restaurador Guillermo Zanetti.
En 51 y 21, la hechura del reservorio postal, compañía habitual para quienes esperan el colectivo, es de los Talleres Metalúrgicos Vasena. Su puerta está algo vencida y la cerradura violada. "Son piezas que hay que preservar, pero a pocos les interesa el patrimonio histórico y cultural", consideró Omar Rivero: "basta ver lo que pasó con las casas antiguas de este barrio y los edificios que surgieron sobre sus escombros. Habría que crear mayor conciencia"
Los dos buzones restantes, en 7 y 61 -carcomido en la base, lleno de afiches políticos y restos de engrudo- y en 6 y 50 -improvisada cartelera para propuestas y oficios varios- son de los talleres Vasena. Desde la sede central del Correo Argentino -en la sucursal platense no manejan ninguna precisión- se asegura que "todos están activos, y se revisan periódicamente. Incluso deberían tener en la puerta los horarios de retiro de correspondencia. Aunque parezca mentira, se usan; no todos tienen Internet o una PC, y hay quienes prefieren la modalidad de expresión y los matices que permite una carta de puño y letra".
Los buzones en La Plata fueron colocados por primera vez en 1884. En las décadas siguientes se multiplicaron por decenas y mantuvieron su plena vigencia hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX; la aparición de las empresas de correo privado, y la chance de dejar cartas en locutorios y kioscos, fueron sumiéndolos en la obsolescencia y el olvido. Varios de los que quedan -por ejemplo, el de 1 y 36- se salvaron del desguace por pedido de los vecinos.
En los Talleres del Fénix, a pocos metros del Obelisco porteño, se enorgullecen de haber "revolucionado el mercado" en la década de 1930 con la fabricación de más de 300 buzones de formato "hongo", cuando el plegado y cilindrado de chapas de acero era una innovación tecnológica; hasta entonces las cajas, de "cantos vivos", se remachaban entre sí. La planta tuvo sus orígenes en 1890, y se centró en el montaje de cajas fuertes. Los Talleres Metalúrgicos Vasena, ubicados en el barrio de Boedo, fueron epicentro a fines de 1918 e inicios de 1919 de las protestas obreras cuya represión desencadenó los episodios conocidos como "Semana Trágica".
Los primeros buzones eran de piedra y se instalaron en Italia, en 1529, para recibir denuncias anónimas. En 1693 el rey de Francia, Luis XIV, accedió a que se instalaran los primeros en París, donde quienes colaboraban con la policía señalaban a los delincuentes. Los designó el término "bouchon", derivado de "bouche" -boca-; de allí "buzón", y también el adjetivo lunfardo "buchón".
"Los clásicos y tradicionales, que marcaron una época e incluso se mencionan en varios tangos, son los tipo 'hongo'" aclaran en el Correo: "los cuadrados son 'unidades postales', que están asociadas a la presencia de algún comercio que las ofrece como servicio adicional, y son portátiles o movibles".
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