Una nutrida fila de pasajeros espera por su vuelo en una terminal del aeropuerto de El Cairo
Con cartones de cajas desparramados en el piso improvisaron el colchón donde durmieron la noche del sábado pasado en el aeropuerto de El Cairo, Eugenia (19 años), Emilio (17), Marcela y el abogado Eduardo Di Marco (54), la familia platense que nunca imaginó que su viaje “de placer” a Egipto se iba a transformar por momentos, horas y algunos días, en una verdadera pesadilla llena de incertidumbre y temores en un país donde el caos puso contra las cuerdas a miles de turistas.
El viaje de la familia Di Marco comprende Egipto y Jordania (donde actualmente se encuentra). Había empezado el 23 de enero y hasta el sábado pasado (29) transcurría de manera normal dentro de lo pautado en el paquete turístico que habían contratado. Fue ese día cuando comenzaron las penurias, el desconcierto y un clima de miedo e incertidumbre que se adueñaron no solo de ellos sino de todo ese grupo de turistas argentinos, compuesto en total por 29 personas.
“Creo que nos salvamos de algo peor... todavía no puedo creer lo que vivimos”, expresó ayer Eduardo a este diario desde el hotel de la ciudad de Ammán, Jordania. Y enseguida comenzó con su detallado relato: “Ese sábado volvíamos de un crucero de dos días hacia el sur por el Nilo, y desde la ciudad de Aswan tomamos un avión hasta El Cairo, tal lo convenido. Todo parecía normal pero cuando llegamos al aeropuerto y estábamos por salir en ómnibus hacia el hotel arrancó una odisea tremenda. Fue cuando se acercó un grupo de policías que nos rodeó y desde abajo del bus, a los gritos, decían algo que después -gracias a un traductor- nos enteramos que era que no podíamos salir del aeropuerto, que debíamos permanecer allí”.
“Entonces el guía que habla español y sabía que soy abogado me tomó como una especie de representante del grupo -continuó Di Marco-. Ahí, en medio de las dificultades que se presentaban por el idioma, intenté explicarles a los policías que debían respetar nuestros derechos como ciudadanos del exterior y que si nos prohibían la libertad de movilizarnos íbamos a recurrir a la Embajada. No hubo caso, vino alguien que parecía ser un jefe de esos policías y en forma amable nos explicó que por nuestra seguridad, dada la situación que se vivía en las calles, debíamos permanecer en el aeropuerto”.
UNA NOCHE DE TERROREsa noche fue de terror para la familia Di Marco. Ya resignado y en medio una gran incertidumbre, Eduardo se ocupó de buscar unos cartones que luego tiraron en el piso y usaron para acostarse. Asegura que como estaban cansados pudieron “dormir algo” y describió un cuadro digno de una película de suspenso y acción: “había gente tirada por todos los rincones del aeropuerto, tratando de dormir, cientos de japoneses, personas de distintos países, realmente la pasamos mal porque lo que mata es no saber qué va a suceder al otro día y para colmo en un lugar desconocido. Son esas cosas que uno nunca imagina vivir, pero las vive”.
Esa noche los Di Marco intentaron comer algo en una reconocida casa de comidas rápidas ubicada dentro del aeropuerto, pero no pudieron porque la gente ya había arrasado con todo. Y cuando por fin encontraron un local para “picar” algo, Eduardo pagó una de las cenas más caras de su vida: “Cuatro pequeños sándwiches de queso y cuatro botellitas de agua, 70 dólares”, precisó.
Por suerte funcionaba el aire acondicionado y la temperatura era “agradable” dentro del aeropuerto aunque, claro está, no pasaba lo mismo con el clima de caos total que se vivía en ese momento y se vive todavía en Egipto. “Esa noche me di cuenta de cómo estaba la situación, y que realmente nos encontrábamos en serios problemas y que lo mejor era irnos a otro país cuanto antes”, sostuvo Eduardo.
PIQUETES Y CAOS GENERALIZADOLa noche se hacía interminable pero, por fin, pasó. “Algo pudimos dormir con todo el equipaje a cuestas y sobre los cartones que habíamos tirado en el piso”, señaló Di Marco, y contó que a la mañana siguiente -del domingo- intentó contratar un vuelo privado junto a otros argentinos para ir a otro país pero las dificultades con el idioma y otros problemas operativos desactivaron la gestión.
Al fin pudieron irse del aeropuerto ese mismo domingo ya que habían levantado el “toque de queda”, aunque la odisea iba continuar. “En el camino al hotel -un viaje de unos 45 minutos aproximadamente- agarramos varios piquetes de vecinos que ante la inseguridad que había generado la fuga de presos de varias cárceles, salieron a la calle para evitar que atacaran sus casas. Nos paraban y estaban con palos y algunos hasta con armas de fuego, pero por suerte nos dejaban seguir cuando se daban cuenta que éramos turistas. Al principio no sabíamos cómo nos iban a tratar y la verdad es que la situación metía mucho miedo”, subrayó Eduardo.
El lunes pasado el grupo debía volver al Aeropuerto para emprender viaje a Jordania: “Yo sabía que no iba a ser tan sencillo”, apuntó Di Marco, y así fue. Otro día de espera hasta la medianoche, después de haber vuelto a atravesar piquetes vecinales, observar los tanques de guerra en las calles y ver las carteleras con varias cancelaciones de vuelos a distintos destinos.
El aeropuerto de El Cairo era un gran desconcierto generalizado, griterío de gente, de los propios egipcios que querían irse de su país y de turistas desesperados. A la medianoche de ese día lunes, por fin el grupo pudo salir en un vuelo de Jordania hacia Ammán y cuando ese avión despegó, según cuentan los Di Marco, todos los pasajeros estallaron en un aplauso cerrado. Ahora estos platenses siguen su tour en ese país y esperan con ansias su arribo al país, programado para el próximo lunes.
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