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Platenses en el mundo: la experiencia de vivir en México DF

Platenses en el mundo: la experiencia de vivir en México DF

Platenses en el mundo: la experiencia de vivir en México DF

15 de Enero de 2012 | 00:00

Por Laura Agorreca

México DF es la ciudad imposible. Construida sobre un lago del que ya no queda rastro, a la vera de un volcán que, de vez en cuando, arroja cenizas caprichosamente. Aquí todo se mueve y, de a poco, se hunde. Una ciudad sin lógica, sin orden aparente, pero en la que, para mi sorpresa, todo funciona: los servicios, el transporte público, la Universidad.

En una población 30 veces más grande que la de La Plata, las personas viven en armonía caótica, difícil de entender para un platense recién llegado. Esta contradicción me hace pensar que, quizás, para que una sociedad pueda desarrollarse y florecer hay algo más importante y vital que la disciplina y el orden, pero ¿qué es ese algo? Mientras camino por las calles atestadas de vendedores ambulantes y tianguis (feria callejera) del centro de la ciudad voy entendiendo que, quizás, la respuesta sea "la tolerancia".

SU PROPIA LEY

México es más suave, comentan los argentinos, especialmente los porteños. La voluntad de la gente de estar de acuerdo, de vivir con alegría, de respetarse es fuerte y se proyecta por encima del ejercicio de cualquier ley o gobierno. El tránsito, que se parece a un gran hormiguero a merced de un pinbol, es uno de los mejores ejemplos. Las reglas son, en realidad, el hábito de la calle, no el código vial: los semáforos son sólo una sugerencia.

En México es posible doblar a la derecha siempre, con paso o sin él. También girar para ambos lados en las doble mano con boulevard, como la avenida 44. Sólo esperan un hueco para meterse entre coche y coche y ahí van. ¿Y no se atoran esperando el turno? Pues sí, pero no desesperan; en el peor de los casos hacen sonar el claxon (la bocina), pero no gritan ni pelean. Es parte de la armonía del caos: el acuerdo tácito de que así funciona, que la paciencia finalmente puede más que la prepotencia. Su habilidad al volante no es mayor que la de cualquier principiante, pero conducen con cuidado y con respeto, sin castigar al infractor o al distraído. Debido a esta simple combinación (respeto y precaución) no resulta extraño que haya menos accidentes de tránsito en la ciudad de México que en Buenos Aires.

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