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Información General |PLATENSES POR EL MUNDO

Viviendo en México DF, una ciudad imposible y tolerante

Laura Agorreca es una de las tantas mujeres que se animaron a contar sus historias de vida en el certamen Platenses por el Mundo, que lanzó EL DIA. Su relato expresa alegrías, pero también los contrastes de vivir en una ciudad 30 veces más grande que La Plata

Viviendo en México DF, una ciudad imposible y tolerante

Laura Agorreca vive en la capital mexicana, de la que rescata la voluntad de la gente de respetarse y vivir con alegría

15 de Enero de 2012 | 00:00

Por Laura Agorreca

- 30 años

- Licenciada en Actuación

- Vive en México DF desde hace un año

- Casada

México DF es la ciudad imposible. Construida sobre un lago del que ya no queda rastro, a la vera de un volcán que, de vez en cuando, arroja cenizas caprichosamente. Aquí todo se mueve y, de a poco, se hunde. Una ciudad sin lógica, sin orden aparente, pero en la que, para mi sorpresa, todo funciona: los servicios, el transporte público, la Universidad.

En una población 30 veces más grande que la de La Plata, las personas viven en armonía caótica, difícil de entender para un platense recién llegado. Esta contradicción me hace pensar que, quizás, para que una sociedad pueda desarrollarse y florecer hay algo más importante y vital que la disciplina y el orden, pero ¿qué es ese algo? Mientras camino por las calles atestadas de vendedores ambulantes y tianguis (feria callejera) del centro de la ciudad voy entendiendo que, quizás, la respuesta sea "la tolerancia".

SU PROPIA LEY

México es más suave, comentan los argentinos, especialmente los porteños. La voluntad de la gente de estar de acuerdo, de vivir con alegría, de respetarse es fuerte y se proyecta por encima del ejercicio de cualquier ley o gobierno. El tránsito, que se parece a un gran hormiguero a merced de un pinbol, es uno de los mejores ejemplos. Las reglas son, en realidad, el hábito de la calle, no el código vial: los semáforos son sólo una sugerencia.

En México es posible doblar a la derecha siempre, con paso o sin él. También girar para ambos lados en las doble mano con boulevard, como la avenida 44. Sólo esperan un hueco para meterse entre coche y coche y ahí van. ¿Y no se atoran esperando el turno? Pues sí, pero no desesperan; en el peor de los casos hacen sonar el claxon (la bocina), pero no gritan ni pelean. Es parte de la armonía del caos: el acuerdo tácito de que así funciona, que la paciencia finalmente puede más que la prepotencia. Su habilidad al volante no es mayor que la de cualquier principiante, pero conducen con cuidado y con respeto, sin castigar al infractor o al distraído. Debido a esta simple combinación (respeto y precaución) no resulta extraño que haya menos accidentes de tránsito en la ciudad de México que en Buenos Aires.

COMO EN CASA

Clic para ampliarLos primeros días que salí a recorrer la colonia (el barrio), me sentía como en casa, la de calle 43; céntrica pero habitada por las mismas caras y comercios de siempre: la farmacia San Roque, la librería de Soncini, las vecinas de enfrente, la vidriería de la esquina; más tarde, la casa del tango y el bulín de la lamparita colorada que iluminaba la cuadra a mi vuelta del boliche, ya en la tardía adolescencia; siguen allí para recordarme que no todo cambia. Un entorno conocido que resulta familiar y amigable, así también en la Colonia Roma de DF.

A siete cuadras de donde vivo se encuentra el Mercado de Medellín, un mercado de frutas, carnes y bazar, parecido a la feria que solía ponerse en calle 1, a metros de la estación Tolosa del tren. Igual, pero más grande. Como todo en la ciudad de México. Todo tiene un tamaño desproporcionado o mejor dicho de las proporciones de esta ciudad. Los salones para eventos, los parques, las pirámides, el monumental barrio Santa Fe, el más nuevo y costoso de la ciudad; las estaciones de ómnibus: Norte, Tasqueña y Centro, más grandes aún que la estación terminal Retiro; el bosque de Chapultepec ¡y el lago del bosque! Cuando lo conocí no podía creer su tamaño, no logré hacerme una idea de su forma, perdí el mapa mental en alguno de sus caminos y recorridos internos. En verdad no tenemos nada que envidiarle, también nuestro bosque cuenta con restaurant, un anfiteatro, muchos árboles, bicibarcos, museo y zoológico. Pero Chapultepec tiene otras dimensiones: es el parque urbano más grande de América latina con un total de 800 hectáreas. Nuestro bellísimo y reconocido museo de Ciencias Naturales tiene el tamaño de sólo uno de los pabellones del museo de Antropología de México: su superficie es de ¡8 hectáreas!

COMO UN PUEBLO

Sin embargo, a pesar de lo exorbitante y lo inacabable de la ciudad, la idiosincrasia de DF es semejante a la de un pueblo. El trato hacia el cliente, la amabilidad de sus habitantes, el tiempo que te brindan para explicar algo -que muchas veces no les reditúa en nada- son comportamientos comunes aquí; al contrario de lo que podría esperarse en una mega ciudad, donde la gente corre, va apurada, a veces atropellada y sin tiempo para mirar a su alrededor.

Clic para ampliarPero esto también tiene una contracara: el mexicano, te dice "ahorita" y eso puede querer decir "en dos horas", "mañana", "dentro de dos meses"... o "nunca". Hay que saber interpretarlo. Hay un chiste que dice: si un mexicano te dice "sí" es "tal vez"; si te dice "tal vez" es "no"; y si te dice "no" no es mexicano. La palabra "no" es un vocablo de escaso uso en esta latitud.

También es importante saber que en México no debemos dar nada por sentado, nada es obvio y jamás se es demasiado redundante. Les contaré una breve experiencia: fui al abarrote (kiosco) a comprar un helado (paleta), cuando pedí mi helado de limón el vendedor me preguntó "¿frío?". En un tianguis un cartel anunciaba "Perfumes recién robados". Y de esos carteles hay muchísimos: "Envío terrestre por tierra"; "Perros no ensuciar"; "paletería de paletas", etc., la lista no tiene fin. Por eso es bueno reconfirmar que nuestro interlocutor comprendió el mensaje, puesto que el "sí", es más un dicho de costumbre que una afirmación.

Otro dato curioso, es que a pesar de la influencia y afluencia tecnológica que recibe de Estados Unidos, los boletos del colectivo los corta el chofer. Cuando tomo un bus, o como dicen aquí, uso camión, le pago al chofer y él me da el boleto. Lo saludo a fuerza, ninguna máquina media entre nosotros. ¿Recuerdan cuando el Oeste era 158? ¿Y el boleto de color y a rayas? Era el entretenimiento de los escolares por un par de cuadras. ¿Qué color te dio? ¿Te tocó capicúa?

De modo que integrarse a la vida de DF no es complicado si se tiene un poco de corazón y abundante paciencia. En lo que a mí respecta, es como viajar hacia atrás el tiempo. Aquí he recuperado esa sensación de andar con el cuerpo liviano por las calles del barrio; sí, como en La Plata, como en casa.

CONTRASTES

Por supuesto que no todo es alegría, gardenias y bondad. La desigualdad social es muchísima, la discriminación y la pobreza, indignantes. El problema del narcotráfico y el crimen organizado también es muy grave. Los narcos tienen tanto poder e impunidad como podamos imaginar. Nadie está exento de quedar atrapado en medio de una balacera; y aunque en el DF aún se vive con relativa tranquilidad en relación a este tema, los crímenes que se cometen, por lo general, también quedan sin resolver, o con un perejil en la cárcel y sin pena para los culpables. Para entender profundamente el alcance de este sistema basta ver dos films: "Infierno", y el documental "Presunto Culpable", y de paso acercarse un poco al actual cine mexicano. Notarán que lo que para los platenses puede ser una ficción americana, y para los sicilianos una tradición, para los mexicanos es una realidad cotidiana y una modalidad que supone un ingreso comparable con el turismo y el petróleo. A pesar de esto, cuando camino por la ciudad no siento esa peligrosidad ni la violencia latente que recuerdo haber sentido en algunos barrios de la capital porteña.

Reflexiono mientras escribo estas líneas y pienso si no será justamente este tipo de problemas de complicadísima solución lo que ha tallado el particular temperamento del mexicano. No lo sé, pero puedo afirmar que su pasión está volcada hacia lugares distintos del nuestro. Hablamos un mismo idioma pero tenemos un imaginario muy diferente. Por ejemplo, mientras que los platenses gritan, gozan, sufren y pelean por su equipo de fútbol, los mexicanos muchas veces gritan y gozan los goles del equipo propio ¡y los del rival también! Lo viven como una fiesta, al igual que la lucha de enmascarados, donde beben y se regocijan con las hazañas de ambos luchadores, sin importar demasiado quién gana y quién pierde. El sentimiento apasionado está volcado hacia los amigos (cuates), las celebraciones, el cortejo, la exaltación de la hombría, la honra. Sí, somos distintos. Aún no logro acostumbrarme del todo -ni hablar de cómo extraño el perfume de los tilos-, pero he aprendido cosas. Por el momento les comparto una que los pinta de cuerpo entero y quizás nos sirva para convivir mejor con las cosas que no nos gustan. Un dicho popular reza: "No me regañes, ¡enséñame!".

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