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Extrañas formas de morir. Insólitas formas de irse de este mundo. Prepararse para el fin de nuestros tiempos a toda orquesta. Y adiós a todos pero que sea con glamourPor JOSÉ SUPERA
OK, todos nos vamos a morir. Yo me voy a morir. Usted se va a morir. Su vecino se va a morir. Su jefe también. Pero por qué la palabra muerte -aunque se crea, aunque se rece, aunque se peque- está ligada a connotaciones negativas. Lo que para unos es gloria, liberación, cielo eterno, para otros es el enemigo a vencer durante las largas vacaciones que son nuestra vida. Y estamos toda nuestra existencia pateando la pelota para adelante, haciendo cosas para que no llegue, esperando que no llegue. Pero llega. Y bueno, ahí está, y como que mucho ya no podemos hacer. Es tarde. O no tanto. Porque ahora tenemos, y escuchen y lean esto porque es mundial, aplicaciones post-mortem. Buenísimo. Lo que nos faltaba. Seguir sumando "me gusta" en nuestro muro una vez que ya no estamos. La muerte es la mejor propaganda que podemos tener. "ifidie" es una aplicación que se instala en Facebook para cuando ya estés muerto. Funciona así: una vez que se confirme que ya estás del otro lado (se le manda un mensaje a tres personas que previamente uno elige), tu perfil de Facebook se actualiza con una carta escrita o un video tuyo hablando desde el más allá. Pura tecnología aplicada al servicio de la muerte. Y ahora pase por acá y póngase cómodo. El titular de esta nota tiene varios porqués y acá va el primero de los funerales:
Imaginate que te levantás. Los demás ahí llorando, todos abrazados, destrozados, rodeándote. Te ven y en esas caras ves el reflejo del horror y la locura. Algo está mal. El miedo sos vos. Los ojos te miran. Algunos no quieren verte. Otros gritan. Otros congelados. Nadie sabe qué hacer. Y vos que querés moverte pero no podés porque te contiene el cajón. Pero qué cajón. Y mirás. Y te das cuenta que es la escena de tu despedida. Que estás confinado a la reducción de un ataúd. Sí, de "tu" ataúd. Entonces ése es tu propio velorio. Y todos los que están ahí lloran por vos. Volvés a cerrar los ojos. Te volvés a ir. Esta vez para siempre.
Esto es más o menos lo que debe haber sentido la rusa Fagilyu Mukhametzyanov antes de morir en su propio velorio. Su marido contó que "sus ojos se abrieron y la llevamos rápidamente al hospital, pero sólo vivió doce minutos en cuidados intensivos antes de morir nuevamente, esta vez en serio". Los médicos dictaminaron que la mujer sufrió un infarto tras despertar en su velorio.
El segundo funeral podría llegar no exento de glamour y nada más y nada menos que con el actor Johnny Depp diciendo "Fuck you, Thompson. Quieres un entierro gonzo, tendrás un entierro gonzo". Pero usted ya se estará preguntando quién carajo es Thompson y qué quiere decir gonzo. Bueno, acá va un compendio: Hunter Thompson fue un famoso y maldito y bendito periodista y escritor norteamericano. Uno de sus libros más reconocidos es "Fear and loathing in Las Vegas". Su forma de hacer periodismo fue bautizada como gonzo. Algo así como el del periodista que narra y se involucra. Detalla emociones. Mezcla ficción con realidad. Pero la realidad más real de todas fue la tarde del 20 de febrero de 2005. Su mujer Anita hablaba por teléfono con el viejo Thompson. En un momento de la conversación éste le dijo que espere. Y ella esperó. Y se escuchó un ruido sordo y seco del otro lado de la línea. Y ella siguió esperando. Y probablemente Anita hoy siga esperando. Hunter Thompson se había disparado en la boca con su pistola calibre 45. ¿Dónde murió? Sentado frente a su máquina de escribir. Pero treinta años antes de esta divina escena el delirante de Thompson había diseñado un cañón de 153 pies de altura que en teoría el día de su muerte haría volar sus cenizas por los aires. Y bueno, acá vuelve a entrar el bueno de Johnny Depp, otra vez en aquel presente, otra vez con Thompson muerto, para financiar el ambicioso y lisérgico proyecto y así cumplir con la última voluntad de su amigo. El cañón costó unos millones de dólares. Tenía la forma de un puño cerrado apretando un botón de peyote: el símbolo que había elegido este demente para graficar su periodismo. La noche del 20 de agosto del mismo año de su suicidio se dispararon sus cenizas sobre su granja. Acompañaron fuegos artificiales azules y blancos y rojos y verdes. Y después se oyó el tema Bob Dylan "Mr. Tambourine Man". Ahí estaban despidiéndolo todos sus amigos: Bill Murray, Sean Pean, Johnny Depp y cientos de fanáticos inquebrantables, acólitos apostados en la oscuridad, iluminadas sus caras por los fuegos artificiales, como borrachos infames sin nombres, los ojos rojos y abiertos y llenos de lágrimas, y todas las bocas gritando como si fueran una sola: "We love you, Hunter".
Ahora el tercer funeral. O los funerales. Porque son muchos. No es uno sino es una forma. Entonces démosle forma pero de frase. Llenémoslo de prejuicio: Los taiwaneses despiden a sus muertos con strippers. Sí, sí. Resulta que cuando muere un hombre mayor no es nada descabellado que se elijan para el sepelio los "electric flower cars" (coches eléctricos floridos). El coche, equipado con un mini escenario con el caño para la bailarina, iluminaciones con rayos laser y sistema hidráulico para conseguir una buena performance en la coreografía o canción para su muerte. El antropólogo de la universidad de Carolina del Sur especializado en el folclore taiwanés Marc L. Moskowitz, en un documental recién estrenado llamado Dancing for the Dead sostiene: "Los relatos de gente que se desnuda en los funerales se remontan al siglo XIX. Es ahora cuando la prensa los está cubriendo. En los 50 y en los 60, era impensable publicar esta información. Ahora, cuanto más morbosa sea la historia, mejor".
Cuarto y último funeral. Unos brasileros lloraban la muerte de un pariente en pleno entierro. En eso, a lo lejos, una aparición camina, flotando como un fantasma o como un alma en pena, pero la cosa es que ese alguien es la misma persona que está adentro de ese cajón que están ahora por enterrar. Pero esperen, no se alarmen, no es fantasma ni alma en pena. Camina así de la borrachera que se agarró la noche anterior tomando cachaça con los amigos. No está muerto. Es un cadáver de la noche anterior. ¿Y entonces quién está en el cajón? Otro cadáver desfigurado que sus parientes había creído reconocer como el mismo Ademir Jorge Gonçalvez, pero que no era Gonçalvez sino un NN. El gerente de la funeraria afirmó que los familiares tuvieron dudas a la hora del reconocimiento pero una tía y cuatro amigos confirmaron equivocadamente la identidad del muerto. "¿Cómo iba a imaginar que el cuerpo no era de la víctima? Si la propia familia, que conocía al sujeto, reconoció el cuerpo".
Y ahora la boda. El productor televisivo tailandés Chadil Deffy se casó con la que fuera su novia durante diez años, Sarinya Ann Kamsuk. A la boda fue vestido de frac y galera y anteojos negros. Ella estaba vestida de blanco y con un ramo de flores rosas en la mano. Pero ella no lo esperaba de pie en ningún altar. Estaba acostada. En realidad, estaba muerta. La joven Sarinya había perdido la vida y ganado la eternidad en un accidente de autos unos días antes, pero Chadil quiso cumplir la promesa que se habían hecho hasta entonces: casarse. A la boda-velorio-delirio fueron familiares y amigos. Un monje budista ofició la ceremonia. "Nuestro amor fue algo muy grande; es una lástima que no podamos viajar al pasado y cambiarlo. La vida es corta. Hoy cumplo mi deseo", escribió el novio emocionado en su facebook. Y entonces no es un hasta que la muerte nos separe sino desde que la muerte nos una. Así que piénselo bien, elija cómo le gustaría irse. No estaría mal un sepelio-partido homenaje al fútbol cinco de los jueves que se jugaba con los amigos, aunque el muerto seguirá siendo más muerto que antes. O sepelio-rock and roll con banda incluida y humo y pogo y el cajón pasando por arriba de los brazos de todos los presentes que fueron a hacer el aguante. O sepelio-nacimiento: Un cajón que nos devuelva a la vida, que nos dé una segunda chance. Y otra vez volver a empezar. Nacer y morir y volver a nacer. Una chance más. Sólo eso.
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