La corriente del Niño, clave de los desastres que provoca el clima

Hay momentos que marcan un antes y un después en la vida de quienes los protagonizan. Para Marisa Cruz ese día fue el 4 de abril de este año. Cuando llegó de trabajar encontró que la casa donde había vivido por más de 18 años ya no estaba donde siempre. Literalmente, se la había llevado el viento. Las cosas que había en el interior estaban dispersas por todo el barrio, en los campos aledaños, mezcladas con las de sus vecinos, con paneles de madera, con pedazos de techos. Desde entonces, todos los esfuerzos de Marisa, que vive en la zona del club de Pesca de Punta Lara junto a su hijo Jonathan y a su nieta Giselle, se orientaron e un sólo objetivo: empezar de nuevo. Con sus propias manos levantó una nueva casilla, hizo las instalaciones, consiguió algunos muebles de sus hermanos, una cocina y una heladera que es todo lo que tiene hoy en su casa. Con todo, su principal preocupación es reforzar la precaria construcción de madera con un revestimiento de material. Porque a Marisa lo que no se le va es el miedo. Aunque finja no tenerlo cada vez que se aproxima una tormenta y su nieta vuelve a formular la pregunta que le despierta la mayor de sus incertidumbres: “abuela: ¿se puede volver a volar la casa?”.

La historia de Marisa es una de las tantas que partió en dos el temporal que azotó a la región del Gran La Plata el último 4 de abril en el marco de un año en el que el clima ocupó un lugar protagónico de la mano de una serie de tormentas trágicas.

La del 4 de abril fue la más dramática. Dejó un saldo de 16 muertos (uno de ellos en Gonnet), más de 500 evacuados y pérdidas en la Región superiores a los 26 millones de pesos, según estimaciones de los municipios del Gran La Plata. A ella se sumaron otros episodios registrados el 19 de marzo, el 3 de agosto, el 19 de setiembre, el 23 de octubre. La última semana, una tormenta de lluvia y viento provocó dos muertos y más de 2.800 evacuados en el Conurbano bonaerense, se registró un tornado en la localidad de Río Tala, partido de San Pedro y las aguas del río Luján, desbordadas por la lluvia, provocaron evacuados y llegaron hasta el interior de la histórica basílica.

La intensidad de las lluvias afectó, además, al campo bonaerense. Según los datos manejados por la Federación Agraria son alrededor de 4,1 millones las hectáreas productivas afectadas por las intensas lluvias -un fenómeno que consideran récord- de las cuales 2,4 están directamente bajo el agua. En total son 32 los municipios afectados por el fenómeno, la mayoría ubicados en el norte y el oeste de la provincia.

La percepción de fenómenos meteorológicos más intensos, instalada en la calle, es compartida por los especialistas, que barajan varias hipótesis para explicar el fenómeno.

Según destaca Silvia Gómez, meteoróloga del Servicio Meteorológico Nacional, el último invierno se caracterizó por ser más lluvioso que lo normal y a partir de noviembre la influencia de un débil fenómeno de El Niño incrementó las lluvias en la zona, una situación que se mantendrá invariable al menos hasta el mes de diciembre.

En este marco, sólo en el mes de octubre llovieron en La Plata 183,1 milímetros, según los datos de ese organismo, donde se indica que, además de la influencia de la corriente del Niño, el otro elemento que se esgrime para explicar la frecuencia e intensidad de los temporales es la influencia del cambio climático global, aunque el peso de este factor “no está definido totalmente” entre los profesionales del área.

Otros factores, como la deforestación de amplias regiones del continente y el crecimiento de las ciudades también se tienen en cuenta a la hora de evaluar las causas de fenómenos climáticos que ganan en intensidad.

Por otra parte, los especialistas consignan otro concepto: el de las islas de calor generadas en las grandes ciudades por el aumento de la construcción, donde se eleva la temperatura promedio y esto genera fenómenos meteorológicos más intensos.

Angela Pérsico es coordinadora de planificación del Comité Operativo de Emergencia Municipal y destaca que, aunque actualmente y ante la virulencia de los fenómenos climáticos registrados en los últimos años en la Región, se desarrollaron protocolos de respuesta y se incrementó la concientización de la población en general sobre el problema climático, “se hace difícil prever la virulencia de los episodios climáticos, aún para los servicios meteorológicos. Y esto es algo que pasa en todo el mundo”.

Mientras tanto, eso repercute en la incertidumbre con la que, día a día, la población se posiciona frente a las tormentas. Y aparece un elemento nuevo: el miedo.

Lo dice Lorena Apaolaza, una vecina de Ensenada que vio volarse el techo de su casa durante una de las tormentas registradas este año y tuvo que esperar siete meses hasta poder volver a habitarla.

“Ahora cuando hay una tormenta me quedo yo sólo y Lorena con los chicos se van a la casa de mi suegra. Es una medida preventiva, porque aunque reconstruí la casa tomando todas las precauciones y reforzando lo más posible cada parte débil, nada nos da confianza después de lo que vivimos. Y cuando aparece una tormenta nunca sabemos qué esperar”, dice Rodrigo Agüero.

Mientras tanto, los vecinos del barrio están atentos: “Ahora, siempre que hay una tormenta nos preocupamos entre los vecinos para ayudarnos”, dice Agüero.

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