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Por | alejandro castañeda afcastab@gmail.com
Fue una semana donde la “comunicación y los comunicadores” monopolizaron (con perdón de la palabra) la atención. Todos hablaron. La Justicia, que anda con trabajo atrasado, fue copada por un conflicto que para algunos ponía en juego el mismísimo destino del país. Y desde todas partes llegaron opiniones y posicionamientos: la facultad de Periodismo distinguió a un presidente que no simpatiza mucho con los periodistas; el fútbol, los actos y hasta la cartelera de cine presentó estrenos de temporada sobre la Ley de Medios. Y en medio de ese fuego cruzado, quedó el resto, que terminó participando sin querer en esa sobrecargada batalla.
La cosa ha ganado tanta trascendencia, que no extrañó que el juez Norberto Oyarbide respondiera con un “pregúntenle a Dios” cuando los cronistas le pidieron que explicara por qué el azar acaba siempre entregándole los casos más difíciles.
Oyarbide no ignora que la lotería tiene su propio comportamiento y que nada valen las influencias y los ruegos cuando el bolillero acomoda sus suertes. Sabe que genera suspicacia esta repetida decisión del azar, pero bueno, medio siglo atrás, en “El retorno de los brujos”, Louis Pauwels ya dudaba de las “coincidencias exageradas”.
Oyarbide es un magistrado familiarizado con los caprichos: alguna vez compró un costoso anillo, después lo devolvió y al final decidió alquilarlo. Lo luce sólo en veladas especiales. Pagaría mensualmente 1.500 dólares de alquiler por esa joya. Sin duda, además de elegancia, ese anillo le otorgará más firmeza a su mano justiciera. Escribir sentencias con diamantes, debe ser lo máximo. Hasta los culpables acaso se sentirán orgullosos cuando los apunta un dedo acusador de semejantes kilates.
La idea de Oyarbide de apelar a la instancia divina para zafar de las preguntas capciosas, es una nueva excusa. Muchos funcionarios prefieren no decir nada. Por eso deben aprender de Oyarbide, que en una semana tan sensible decidió apuntar a lo más alto a la hora de elegir vocero.
No es común poner a Dios como última instancia antes de ser devorado por los movileros. La práctica de las entrevistas ha quedado en desuso. En días tan agitados, preguntar y responder es toda una toma de posición. Y Oyarbide, por eso, antes de largar una declaración comprometedora, prefirió cerrar la boca y dejar que el más allá se encargue de las primicias y las argumentaciones.
NEGACION
Los jueces y los reos saben que pueden negarse a declarar. Pero la realidad ha llevado por otras andaduras esta moda de instalar la negación y la mudez como paradigma comunicacional. Oyarbide por varias cuestiones interpreta el rol de un magistrado con ribetes especiales. Sin entrar en detalles, sus aportes a favor de la extravagancia han sentado jurisprudencia. Pero más allá de los reparos, hay que reconocer que algo irresistible debe emanar de su figura para que los bolilleros se le entreguen tan fácilmente. Sus antecedentes lo definen como dueño de una personalidad que prorratea los casos difíciles y deja que la lotería se haga cargo de su rimbombante biografía.
Sin embargo, lo de usar a Dios como intermediario no sonó del todo mal en una semana donde la Ley de Medios dejó en segundo plano un clima que no para y una Fragata que no se mueve. Si hasta el Papa, siguiendo la ruta de Oyarbide, resolvió resignar su investidura y su recato para darle una pausa a los sermones, entregarse a los brazos de twiter y empezar a ejercer de redactor y titulero.
El cielo, como se ve, se asoció a este nuevo escenario recargado de tormentas. Son días difíciles y no sólo para la prensa. La Justicia está desbordada de trabajo y de sospechas; Oyarbide prefiere que Dios se haga cargo de algunas respuestas; y el Papa se subió a la web para tomar contacto con una feligresía que cree más en los SMS que en las homilías.
Con razón una Virgen santafesina empezó esta semana a llorar sangre. ¿Cuál? La Virgen Desatanudos. No podía ser otra.
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